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Capitulo 9. Prevención de la erosión y conservación de la fertilidad del suelo
Las funciones del suelo dependen de una serie de propiedades físicas químicas y biológicas, que combinadas determinan las cualidades esenciales del suelo. Estas cualidades a su vez garantizan que el suelo pueda cumplir sus roles ecológicos y productivos, y en consecuencia beneficiar la preservación de la vida en el planeta (Brammer & Nachtergaele, 2015); por lo tanto, el uso y manejo sustentable del suelo permite convivir en conexión con sus atributos y disfrutar de forma armónica de sus vitales servicios. Contrario a lo deseable, el suelo ha sufrido una alteración antrópica desmedida sin considerar las consecuencias. Estudios a nivel global han identificado que los cambios en el uso de la tierra durante los últimos 50 años por áreas para la agricultura y la ganadería, han generado alteraciones enla abundancia, composición y actividad de las comunidades microbianas, afectando la disponibilidad de nutrientes del suelo y la productividad de las plantas, además de deteriorar el ambiente y disminuir la calidad de vida de las personas (Soka & Ritchie, 2014; Ruiz et al., 2015). De acuerdo a Bringezu & colaboradores (2014), hasta 849 millones de hectáreas de terrenos naturales hacia el año 2050 estarían en riesgo de degradarse si se continúa la tendencia de uso insostenible del suelo. La degradación implica la modificación y el deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo (Rodríguez & Camargo García, 2009) y la disminución de la capacidad de este ambiente en prestar bienes y servicios a las comunidades (FAO, 1996). Actualmente, el 33% de los suelos del planeta están degradados y las principales causas obedecen al crecimiento demográfico, industrialización y el cambio climático; lo que ha llevado a un proceso de deterioro acelerado y a la pérdida de millones de toneladas de capa arable anualmente ligados al agotamiento de nutrientes, pérdida de carbono orgánico, sellado del suelo y erosión (FAO, 2015).
La erosión es la mayor causa de degradación y pérdida de fertilidad del suelo, pues remueve la capa donde se concentra la materia orgánica y donde habitan los organismos asociados a la fijación y solubilización de nutrientes minerales (Li et al., 2009). En Colombia, el 40% del territorio nacional presenta algún grado de degradación de suelos por erosión equivalente a 453.770 km2 (45.377.070 ha); el 20% equivale a erosión ligera, 16,8% a moderada, y 2,9% a severa y muy severa (IDEAM, U.D.C.A., 2015b), y es por esto, que prevenir la erosión es un factor clave para evitar su degradación y su posterior desertificación.
Por otro lado, la fertilidad de los suelos colombianos es característicamente baja en términos de nutrición vegetal (Jaramillo J., 2004); el 85% de los suelos son ácidos, siendo el 57,6% de los suelos de un pH menor a cinco, el 98% muestra deficiencias en fósforo asimilable para las plantas y el 68,1% cuenta con bajo contenido de materia orgánica. Esto muestra que las técnicas de manejo del suelo están generando graves problemas de degradación (IGAC, 2016). Mientras que el 13,3% y el 19,3% de los suelos colombianos son aptos para la ganadería y la agricultura, respectivamente; el 30,5% están siendo usados para ganadería y tan sólo el 4,6% de los suelos aptos para la agricultura están siendo usados para tal fin (IGAC, 2016).
Aunque en la última década se ha reducido significativamente el riesgo de la erosión, estas tasas aún son muy altas en muchos terrenos agrícolas del mundo. Políticas y programas de estado son necesarios para promover el desarrollo de sistemas agrícolas más sostenibles en estos terrenos donde aún el riesgo es alto (FAO & ITPS, 2015). En este sentido, se hace prioritario fomentar el apoyo a prácticas que controlen la erosión, por ejemplo evitar la extracción excesiva de biomasa que como consecuencia conlleva a la pérdida de materia orgánica del suelo, incluir labranza de conservación, implementación de terrazas, uso de residuos orgánicos compostados, entre otras prácticas, que pueden disminuir la erosión y mejorar los rendimientos de los cultivos (Gordon & Enfors, 2008).
La FAO (2015) indica que de no tomar medidas para reducir la erosión, se prevé una disminución de producción de más de 253 millones de toneladas para el 2050, que es equivalente a eliminar 1,5 millones de kilómetros cuadrados de tierras agrícolas y compromete la seguridad alimentaria de la humanidad, en adición a efectos del desequilibrio ambiental asociados a los procesos de la erosión del suelo. Por consiguiente, la prevención de la erosión y conservación de la fertilidad del suelo es un desafío global encaminado hacia la conservación de la vida en el planeta. El presente capítulo tiene como objetivo realizar una contextualización sobre este servicio ecosistémico de regulación, resaltando un estudio de caso del occidente colombiano.
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