Otros sujetos para otra historia

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Capitulos del Libro
Nathaly Rodríguez Sánchez Universidad Iberoamericana de Puebla

Finalmente, después de vencer varias miradas sorprendidas que tomaban la forma de obstáculos y unos cuantos trámites burocráticos molestos que no lograban
desprenderse del olor del prejuicio, en una mañana de 1928 Virginia Woolf pudo ingresar a la biblioteca del afamado y respetado Museo Británico para buscar
entre libros a las mujeres. Desde que había recibido el encargo de escribir un ensayo sobre ellas y la novela, las ausencias femeninas la rondaban y apabullaban. Cierto es que la escritora podía enumerar de memoria a las autoras célebres, a las de cajón. ¡Qué corto era en todo caso ese listado! Pero, ¿dónde estaban las otras? las no publicadas, las no aplaudidas, las nombradas en oxímoron como anónimas, de hecho, ¿por qué el listado era tan breve? Para no caer en la miopía de la primera impresión o en la de una memoria arrogante, Woolf decidió sumergirse metódicamente entre los libros que habían sido meticulosamente seleccionados por los experimentados bibliotecarios del célebre museo londinense. Cuando por fin tuvo los tomos de historia entre las manos, a diferencia de las alusiones constantes que encontró en los poemarios sobre mujeres que eran casi ángeles y que se convertían en musas de escritores enamoradizos y nostálgicos, descubrió que —al parecer— las calles de tiempos pasados eran recorridas por unos seres de sexo femenino ocupados en tareas rutinarias y de caras siempre borrosas.