Una mirada a la educación ambiental en el contexto educativo

 1Martha Cecilia Vinasco Guzmán

2Silvia Alejandra Trujillo Zapata

3Rosalino Ortiz Fernández

1Ingeniera química, Especialista en Gerencia Estratégica de Mercadeo, Magister en Administración de las Organizaciones, Doctora en Desarrollo Sostenible.  Tutora de la UNAD Zona Sur.  Integrante del grupo de investigación Inyumacizo y líder del semillero Rosiyé.  Correo: marta.vinasco@unad.edu.co,marta.vinasco@gmail.com

2Ingeniera ambiental, Magister en Sistemas Integrados de Gestión, Tutora de la UNAD Zona Sur.  Integrante del grupo de investigación Inyumacizo e integrante del semillero Rosiyé.  Correo: Silvia.trujillo@unad.edu.co

3Estudiante de Ingeniería Ambiental de la UNAD, líder de la Corporación para el Monitoreo de la Biodiversidad del Sur Mashiramo. Integrante del grupo de investigación Inyumacizo e integrante del semillero Rosiyé.  Correo: roso011@hotmail.com

 

El medio ambiente genera en sus promotores una gran preocupación por la pedagogía, pues es a partir de las prácticas educativas alternativas como se promueve la acción y el cambio hacia la sostenibilidad.  Esto implica desplazar la visión antropocéntrica y poner en el lugar central al medio ambiente, además de sacar la educación ambiental de las escuelas, proyectándola como una pieza fundamental para afrontar la crisis ambiental que nos aqueja (García del Dujo, & Muñoz, 2013).

La educación ambiental, inmersa en las realidades sociales de los seres humanos, propone: “Lo ambiental aparece como una dimensión transversal donde poder reconstruir la interacción con las estructuras sociales, con el territorio, con la cultura, con la política, con la economía y con la educación” (Gutierrez & Priotto, 2008).

Es por esto que se hace relevante el implementar procesos de conservación ambiental liderados por las comunidades que tienen el control directo sobre los recursos y sobre todo, realizar la formación desde los primeros años de vida, para que los niños y adolescentes se apropien de sus recursos naturales y desarrollen acciones de conservación en sus propios entornos, como su colegio, su barrio o vereda, sus casas o las fincas de sus padres, para que cuando adultos, tengan la conciencia de la importancia del cuidado ambiental. 

El contexto de la educación ambiental 

La presente revisión se contextualiza a partir de la propuesta del Congreso Internacional de Educación y Formación sobre Medio Ambiente, realizado en Moscú en 1987, que plantea la Educación Ambiental como “como un proceso permanente en el que los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, valores, destrezas y experiencias para actuar individual y colectivamente en la resolución de los problemas ambientales presentes y futuros” (Camacho, 2006).

Gutiérrez y Priotto (2008), cita a Gutiérrez (1995), con una definición de Educación Ambiental para la Sustentabilidad, como:

            Las recientes reconversiones conceptuales y formulaciones paradigmáticas alternativas llevadas a cabo en los ámbitos de las Ciencias Sociales en general, han afectado de lleno a una concepción renovada del objeto de estudio de la Pedagogía Ambiental, bajo posicionamientos epistemológicos inéditos que encaran los fenómenos educativos en los contextos naturales donde tienen lugar, con herramientas de análisis que priman la subjetividad y aceptan la complejidad subyacente de los procesos y conflictos sociales (Gutiérrez, 1995:130). 

En Badillo Mendoza (2014), se halla una cita de Alea (2005), que define la educación ambiental, como aquella que se orienta a:

Promover la formación de una conciencia ambiental en los seres humanos que les permita convivir con el entorno, preservarlo, y transformarlo en función de sus necesidades, sin comprometer con ello la posibilidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, de preservar y desarrollar la riqueza cultural de la humanidad, de producir bienes y riquezas materiales, incrementar el potencial productivo, asegurando oportunidades equitativas para todos, sin que ello implique poner en peligro nuestro ambiente, incluidos sus diferentes sistemas del mismo (pág. 268). 

Esta definición, muy de la mano con la del desarrollo sostenible, cae entonces en el énfasis únicamente del discurso del desarrollo, la conservación y la protección.

Este concepto ha evolucionado y ahora existen otras visiones más amplias de la educación ambiental, donde se considera que se debe hacer énfasis en el aprendizaje de las ciencias naturales, en la formación de ciudadanos que consideren la conservación del ambiente como un aspecto relevante y la relación de la ética con el medio ambiente y la participación social (Badillo Mendoza, 2014).

Es por esto que la educación ambiental no puede ser neutra, debe sustentarse en una ética, que permita revisar valores, criticarlos constructivamente y formular unos nuevos, donde los estudiantes puedan apropiarse de modelos éticos y culturales orientados a la equidad social y al equilibrio ecológico (Novo, 1996). 

La educación ambiental como postura crítica y política 

Para avanzar y lograr los cambios sociales que implican los retos ambientales actuales, se debe cambiar la visión simplista de que el ambiente es “todo lo que nos rodea”, pues no genera crítica ni implica el involucramiento de factores importantes como es la calidad de vida, dado que no se puede hablar de medio ambiente si no se tiene una buena calidad de vida, digna y en equidad.

Novo (1996) propende por ampliar el concepto del medio ambiente, no solo al medio natural sino a los aspectos sociales, puesto que las ciudades y sus sistemas económicos son también sistemas ambientales que afectan los entornos globales.  Por esto plantea que la educación ambiental no se puede abordar desde un contexto puramente teórico, pues se debe orientar a adquirir sentido de análisis y capacidad de proponer soluciones, reconociendo el valor del conflicto como fuente de aprendizaje.

López Velasco (2008), plantea la educación ambiental desde la visión del pensamiento indígena latinoamericano, relacionándola con mitos que evidencian los problemas de la libertad de decisión que agrede a la madre tierra y sus recursos y las respuestas a los problemas ambientales y de convivencia, dentro de una ética que implica el mantener y preservar el equilibrio ecológico y que alecciona sobre los castigos que se imponen a quienes no los respetan.

Novo (1996), Camarena (2005) y Fuentes et al (2007), parten de reconocer el carácter sistémico que debe tener la educación ambiental, que no involucra partes aisladas ni relaciones lineales causa efecto, sino que al mismo tiempo un factor es causa y efecto y ejerce y recibe influencias de los sistemas ecológicos.  Igualmente, platea que se debe reconocer que no hay agentes individuales responsables del deterioro ambiental, pues la responsabilidad es compartida.

Autores como Badillo Mendoza (2012), plantea que ante el fracaso de la educación ambiental en obtener resultados óptimos y un verdadero aporte al mejoramiento y la mitigación de los riesgos, es por esto que esta debe ir articulada a través de procesos de concientización, autogestión y educación, que generen desarrollo humano alternativo.

Camarena (2005), propone la deconstrucción de los discursos tradicionales en educación ambiental y relacionarlos con el estudio de los derechos humanos, la dimensión ambiental y la diversidad cultural.

Vega & Álvarez (2005), relacionan la educación ambiental con la complejidad y el carácter holístico de las realidades ambientales inmersas en las necesidades económicas de la globalización, lo que implica que deben desarrollarse competencias que rompan procesos de alienación cultural y económica y permitan que estos cambios generen la modificación de las conductas de individuos comprometidos con el cambio.

Estas reflexiones implican que la educación ambiental debe ser concebida desde un sentido amplio que implique asumir el reto de reunir saberes, sumar talentos y de asumir la responsabilidad ambiental individual, social y política con el entorno natural, pues se involucra en el concepto de educación ambiental lo ético y lo participativo, el pensar ambiental crítico, reflexivo, dialogante y preparado para la acción. 

La educación ambiental en Colombia 

El desarrollo de actividades productivas en Colombia ha generado la destrucción de ecosistemas y fragmentando el hábitat de diferentes especies, lo que acarrea pérdida de biodiversidad, al igual que transformación de los hábitats para las especies (García Márquez, 2012).

Autores como Alba Maldonado y García Cabana (2012), reconocen que, en el desarrollo planteado en el mundo de hoy las generaciones se han desligado de sus raíces culturales y de su memoria, que está unida al campo puesto que todos los colombianos tenemos ancestros campesinos y nuestra cultura está unida a los cuentos y mitos relacionados con la pertenencia a lo rural y a la relación del hombre con las plantas y los animales.

En ese contexto, en Colombia a partir del programa de Revolución Educativa liderado por el Gobierno Nacional con la firma de la constitución de 1991, tiene dentro de sus apartes favorecer el bienestar promoviendo el ejercicio de deberes y derechos de los ciudadanos y en la parte educativa impulsó el desarrollo de los proyectos educativos institucionales, que dentro de sus ejes tienen los Proyectos Ambientales Escolares (PRAE), que involucran en su diseño curricular los diagnósticos  ambientales,  naturales  y  socioculturales,  y  vinculando  su  acción  a  las  de  otras  organizaciones e instituciones locales (Badillo Mendoza, 2012).

Los Ministerios del Medio Ambiente y de Educación por medio de la formulación de la Política Nacional de Educación Ambiental del SINA (2003), reconocen el carácter interinstitucional e intersectorial que debe tener la educación que aborde las problemáticas ambientales, que debe ser necesariamente interdisciplinaria, integrando las diferentes áreas del conocimiento.

Igualmente, ese documento considera que la educación ambiental debe propender por reconocer la diversidad cultural y el intercambio entre culturas y propiciar la construcción permanente de una escala de valores que permita a los individuos y sus comunidades relacionarse de una manera sostenible con el medio ambiente que los rodea, además de ser participativos, pues deben atender a las dinámicas del medio que los rodea. 

Reflexiones finales acerca de la educación ambiental en el contexto educativo 

Educar en valores ecológicos supone un reto, porque las prácticas educativas involucran el modelo de sociedad al que se quiere llegar, con sus complejidades en el desarrollo, crecimiento, aprovechamiento de recursos, conservación, equidad, entre muchos otros aspectos, además de factores culturales, políticos, sociales, económicos y pedagógicos, que igualmente tienen relación con la diversidad biológica de los territorios. 

A pesar de esta concepción, la educación ambiental en muchos casos se limita a propuestas metodológicas y a actividades orientadas a minimizar los impactos negativos del abuso medioambiental o a implementar estrategias utópicas de cambio.

La educación ambiental a niños y adolescentes debe entonces orientarse a crear un sentido político como herramienta que transforme la realidad, educando para identificar las causas de los problemas y para la construcción social de soluciones, concientizando acerca de los problemas ambientales, fomentando la participación y realizando acciones que permitan la mejora del entorno, permitiendo el desarrollo de capacidades de informarse sobre los recursos ambientales que los rodean, para que aprendan a respetarlos y a conservarlos (Gutiérrez y Priotto, 2008; Ceuta, 2016).

Es por esto que se considera que si los niños y adolescentes son capaces de identificar y solucionar problemas ambientales desde edades tempranas, cuando sean adultos van a ser capaces de tomar decisiones y dar respuesta a problemáticas que se presentan en la actualidad.

Igualmente, es necesario reflexionar el papel de la educación no formal y de los educadores extraescolares, que pertenecen a instituciones ambientalistas no gubernamentales y que afrontan retos como la calidad de su autoformación para formar a otros, la actualización permanente de sus conocimientos, la necesidad de reforzar las capacidades individuales y colectivas de transformar sus entornos (Novo, 1996) y que se consideran un complemento importante y necesario de la educación formal.

Por tanto, los objetivos de la educación ambiental para los niños y jóvenes deben permitirles ampliar los conocimientos de su entorno y es responsabilidad de los adultos (padres, educadores y entidades públicas y privadas) ayudarles a comprender el medio ambiente, realizando actividades relativas a los recursos disponibles, de una manera divertida.

El sentido de la educación ambiental es el de formar individuos y colectivos que puedan hacer parte de procesos de gestión, que comprometan decisiones para la resolución de problemáticas y acción para hacerlas efectivas.  Por tanto, debe ser una educación para generar el cambio de actitudes, a partir de una escala de valores que implique tolerancia, respeto, responsabilidad, aceptación de la diferencia, convivencia, participación y equidad, entre otros.

Este accionar implica que la educación ambiental debe orientarse a la construcción de conocimiento de cara a la realidad, contextualizada en las realidades que viven los individuos y sus comunidades, con un carácter interdisciplinar, desde diversas áreas del conocimiento y de sus intereses particulares.

Igualmente, debe encaminarse a la construcción de competencias en los individuos sobre lo que se quiere hacer (valores e intereses), lo que puede hacer (capacidades), lo que se debe hacer (responsabilidades) en su problemática particular.

En ese contexto, la universidad enfrenta un reto, pues no solo forma a sus alumnos en la comprensión de la dinámica ambiental para su futuro desempeño profesional, sino que forma los docentes que van a educar a los ciudadanos del futuro.  Por tanto, el reto es construir un marco de actuación universitaria que le permita a sus estudiantes el desarrollar el concepto de sostenibilidad propio de las dinámicas del país y transmitirlo en forma de competencias académicas y personales, valores y principios en clave ambiental y social. 

 

Bibliografía 

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