Economía de la educación: un acercamiento al estudio de los rendimientos educativos

Economics of education: an approach to the study
of educational returns

Alicia María Vitale Alfonso1
Eliani Fernández Vidal2
Marian Cabrera Soto3

Resumen

La economía de la educación es una disciplina relativamente nueva, que en los últimos años ha ido adquiriendo una mayor presencia tanto en la actividad investigadora como en la enseñanza universitaria. De la misma, se desprenden diversos campos de estudio. El siguiente trabajo es el resultado de un acercamiento al estudio de los rendimientos educativos, presentando un marco teórico donde se discute sobre su evolución histórica y se arriba a sus determinantes. El rendimiento académico, entendido como la relación entre el proceso de aprendizaje y sus resultados tangibles en valores predeterminados, es un tema determinante en el ámbito de la educación superior, por sus implicaciones en el cumplimiento de la función formativa de las instituciones educativas y el proyecto educativo de los estudiantes. Una reflexión sobre esta temática contribuye a la labor exitosa de formación profesional en la institución y a nivel individual. Se resalta la importancia del estudio de los rendimientos educativos en las universidades, para futuras investigaciones a desarrollar sobre el tema tratado.

Palabras clave: economía, educación, rendimientos académicos.         

Abstract

The Economy of the Education is a relatively new discipline that he/she has gone acquiring a bigger presence so much in the investigating activity in the last years as in the university teaching. Of the same one, they come off diverse study fields. The following work will undertake an approach to the study of the educational yields, presenting a theoretical mark where it discusses on its historical evolution and its determinant. The yield academic expert as the relationship between the learning process and its tangible results in predetermined values, is a decisive topic in the environment of the superior education for its implications in the execution of the formative function of the educational institutions and the educational project of the students. A reflection on this thematic one contributes to the successful work of professional formation in the institution and at individual level. The importance of the study of educational performance in universities is highlighted, for future research to be carried out on the subject discussed.

Keywords: Economy, education, academic performance.

1. Introducción

La economía de la educación parte de una ciencia humana autónoma, la economía, para abordar los numerosos aspectos e implicaciones económicas de los fenómenos educativos. Así, se sitúa en el grupo de las reflexiones científicas sobre la educación, ya que adopta los conocimientos empíricos de la economía y su metodología científica para analizar la complejidad de la educación en su conjunto.

La economía de la educación es la disciplina que estudia las leyes que regulan la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios educativos, es decir, de los productos propios de la actividad educativa, partiendo de la base que mientras las necesidades humanas son ilimitadas, los recursos son limitados, por lo que es preciso administrar esos recursos escasos (Grao & Ipiña, 1996).

Según los autores Grao & Ipiña (1996), el objeto de estudio de esta disciplina es doble: por un lado, analiza el valor económico de la educación como factor de desarrollo económico, y por otro analiza los aspectos económicos de los procesos educativos, como los costes, la financiación, la rentabilidad y la planificación de la educación.

Al analizar su desarrollo histórico, la economía de la educación ha sido un tema de gran relevancia, tanto para los educadores como para los economistas, que ha sido tratado en los últimos tiempos. Los orígenes de su estudio se remontan al nacimiento de la propia ciencia económica, con Adam Smith como estudioso de las interrelaciones existentes entre los procesos educativos y la actividad económica (Smith, 1958).

En su famoso tratado Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, plantea el valor económico de la educación cuando afirma: “Un hombre educado a costa de mucho trabajo y tiempo, en uno de aquellos oficios que requieren una pericia y destreza extraordinarios, se puede comparar con una de estas máquinas costosas. La tarea que el aprende a ejecutar hay que esperar que le devuelva, por encima de los salarios usuales del trabajo ordinario, los gastos completos de su educación y, por lo menos, los beneficios corrientes correspondientes a un capital” (Smith, 1958).

Los economistas no siempre estuvieron interesados en la educación y solo hace unos años los analistas educativos comenzaron a interesarse en la economía. La preocupación por el crecimiento económico y las causas que hacen que unos países sean más ricos que otros, data del propio origen de la teoría económica (hace más de doscientos años), el descubrimiento y estudio sistemático de que la educación juega un rol importante en el desarrollo se inició hace cuarenta años.

La educación, hasta la formalización de la “teoría del capital humano” (Schultz, 1963), fue considerada por los economistas, principalmente como un bien de consumo. Las aportaciones de los “economistas del capital humano”, como Schultz (1963), Mincer (1974), contemplan, sin embargo, el proceso educativo como una inversión.

Theodore Schultz, profesor de economía de la Universidad de Chicago, acuña la expresión “capital humano” en una conferencia pronunciada en 1959. Este término, que posteriormente desarrollaría en la 73ª reunión de la American Economic Association (diciembre de 1960), ha trascendido las fronteras del ámbito económico, siendo ahora mismo sinónimo de educación o formación. Con esta expresión Schultz quería resaltar la importancia que tiene la formación de las personas sobre la productividad y sobre el crecimiento económico.

El supuesto central de la “Teoría del capital humano” es que los individuos invierten en educación para conseguir incrementar sus capacidades productivas individuales; estos incrementos de productividad se traducirán en mayores rentas salariales en el futuro.

Estimulados por las obras de estos precursores, otros destacados economistas como Psacharopoulos & Patrinos (2004) y Oosterbeek (1992), entre otros, han desarrollado y completado aquellos trabajos pioneros produciendo un importante corpus bibliográfico, y contribuyendo todos ellos a desarrollar una nueva rama de la economía: la economía de la educación.

Los primeros años de la década de los setenta presenciaron un profundo cambio en el papel dominante que la economía de la educación había jugado en la década anterior. Preocupados por la inflación y por el paro juvenil, la mayoría de los gobiernos recortaron los presupuestos educativos. En definitiva, la posición ocupada por los economistas en la elaboración de las políticas educativas fue durante la década de los setenta menos destacada que el protagonismo que tuvieron en los sesenta. Pero tal vez los cambios más significativos en la economía de la educación se deban a las críticas a la “Teoría del capital humano” procedentes de diversas corrientes de pensamiento.

En las décadas de los ochenta y noventa, la economía de la educación aparece consolidada ya como un cuerpo de análisis que adquiere notable autonomía, y que ve ampliado su campo de investigación tradicional, como la contribución de la educación al crecimiento económico o los efectos de la educación sobre los salarios y la distribución de la renta, hacia otros terrenos (Psacharopoulos & Patrinos, 2004).

La economía de la educación, a pesar de ser una disciplina relativamente nueva, es hoy en día un campo acreditado internacionalmente que ha ido adquiriendo un mayor peso en la actividad investigadora, en la enseñanza universitaria y en la gestión educativa (Acuña, 2012).

Múltiples campos de estudio se han desprendido de la ciencia denominada economía de la educación. Por ejemplo, las investigaciones sobre el rendimiento de la educación son fundamentales, ya que el rendimiento determina en gran medida la demanda de servicios educativos. Por consiguiente, el siguiente trabajo se plantea como objetivo generaldescribir los factores que determinan el rendimiento académico de los estudiantes universitarios que sirven como un indicador de calidad del sistema educacional y su significado en la economía cubana.

El trabajo estará estructurado en tres partes. Se presenta una revisión de la literatura sobre el tema para llegar a una base conceptual que incluya el enfoque del estudio y la definición de rendimiento académico. En otro momento se exponen los principales factores que determinan el rendimiento académico de los estudiantes universitarios. Y finalmente, se describe el impacto económico que tiene el estudio de los rendimientos educativos en las universidades y economía cubana. Este trabajo contribuirá al desarrollo de futuras investigaciones sobre el tema tratado en las universidades cubanas.

2. Marco teórico-conceptual

Los estudios realizados sobre el rendimiento académico permiten vislumbrar tres formas como ha venido entendiéndose: 1) como un “resultado” expresado e interpretado cuantitativamente; 2) como juicio evaluativo –cuantificado o no– sobre la formación académica, es decir, al proceso llevado a cabo por el estudiante; o 3) de manera combinada asumiendo el rendimiento como –proceso y resultado–, evidenciado tanto en las calificaciones numéricas como en los juicios de valor sobre las capacidades y el “saber hacer” del estudiante derivados del proceso y, a su vez, teniendo en cuenta aspectos institucionales, sociales, familiares y personales de los estudiantes, los cuales afectan y son afectados en la dicotomía "éxito o fracaso académico" (Chong, 2017).

En el primer grupo se encuentran autores como Tonconi (2010), quien define el rendimiento académico como el nivel demostrado de conocimientos en un área o materia, evidenciado a través de indicadores cuantitativos.

En el segundo tipo de estudios se distinguen autores, como Reyes (2003) y Díaz (1995), los cuales tienen en cuenta el proceso que pone en juego las aptitudes del estudiante ligadas a factores volitivos, afectivos y emocionales, además de la ejercitación para lograr objetivos o propósitos institucionales preestablecidos. Tal proceso "técnico-pedagógico" o de “instrucción-formación", se objetiva en una calificación resultante expresada cualitativamente.

Por otra parte, y de acuerdo con Navarro (2003), en cuanto a que abordar el tema del rendimiento académico no puede concebirse desde una perspectiva unilateral, en el tercer tipo de definiciones se articulan horizontalmente las dos caras de rendimiento: proceso y resultado. Es el caso de Chadwick (1979), quien considera que el rendimiento académico debe concebirse tanto cuantitativamente, cuando mide lo que arrojan las pruebas, como en forma cualitativa, cuando se aprecian subjetivamente los resultados de la educación. La última perspectiva se identifica con el presente estudio. El resultado se expresa no sólo en notas sino también en acciones entendidas como lo que efectivamente el estudiante logra hacer con lo aprendido. Como lo diría Chadwick (1979), el rendimiento académico es la expresión de capacidades y características psicológicas del estudiante que se actualizan a través de un proceso de aprendizaje.

Todo proceso educativo busca permanentemente mejorar el rendimiento académico del estudiante. En este sentido, la variable dependiente clásica en cualquier análisis que involucra la educación es el rendimiento académico, también denominado rendimiento escolar. El rendimiento académico se considera como el indicador del nivel de aprendizaje que ha alcanzado el estudiante al final de dicho proceso (Maquilón & Hernández, 2011).

Solano (2015) habla de rendimiento académico refiriéndose al nivel de conocimientos que el estudiante demuestra tener en el campo, área o ámbito que es objeto de evaluación; es decir el rendimiento académico es lo que el estudiante demuestra saber en las áreas, materias, asignaturas, en relación a los objetivos de aprendizaje y en comparación con sus compañeros de aula o grupo. Así pues, el rendimiento académico lo define operativamente tomando como criterio las calificaciones que los estudiantes obtienen.

Después de desagregar los elementos que integran la concepción de rendimiento académico, se logra llegar a una definición en esta investigación siendo la siguiente: “El rendimiento académico se define como la relación entre el proceso de aprendizaje, que comprende factores que influyen en el individuo, y el resultado que se obtiene de él, es decir, la nota esperada”. Siempre que se asuma que las notas reflejan los logros académicos en los diferentes componentes del aprendizaje, que incluyen aspectos personales, académicos y sociales.

La toma de decisiones para mejorar los niveles de pertinencia, equidad y calidad educativa se debe realizar a partir de conocer los diferentes factores que inciden en el rendimiento académico en la educación superior, de una manera más integral, obteniendo resultados tanto cualitativos como cuantitativos para propiciar un enfoque más completo.

3. Factores que determinan el rendimiento académico de los estudiantes

Después de estudiar la bibliografía sobre los factores que determinan el rendimiento académico del estudiante universitario (Blandón (2017), Chong (2017), Ordaz & García (2018)) se concluye que se encuentran determinantes personales, determinantes sociales y determinantes académicos.

En los determinantes personales se incluyen aquellos factores de índole personal, cuyas interrelaciones se pueden producir en función de variables subjetivas, sociales e institucionales, como son:

Motivación. El rendimiento académico de los estudiantes ha sido ampliamente investigado desde perspectivas diferentes en las últimas tres décadas. Pese a ello, tal y como indica Marks (2000), “el debate sobre los antecedentes del rendimiento académico de los alumnos continúa tan candente como siempre” (p.108).

Una de las perspectivas más relevantes es la teoría cognitiva de la motivación-logro. El fundamento principal de esta teoría es que el comportamiento del estudiante está condicionado por el deseo de alcanzar unos objetivos particulares. Dicha perspectiva se centrará en dos motivaciones u orientaciones: orientación al aprendizaje y orientación al resultado. Por otra parte, además de las motivaciones anteriores, otros investigadores han defendido la necesidad de considerar una motivación adicional: la motivación a evitar tareas como una variable capaz de explicar parte del rendimiento académico del estudiante (Seifert y O’Keefe, 2001).

Según estudios previos (Harackiewicz, Barron, Tauer & Elliot, 2002), se considera el rendimiento académico más allá de la tradicional calificación o nota, extendiéndola a otras variables cualitativas tales como el aprendizaje percibido y la nota esperada. La primera se refiere a la evaluación subjetiva realizada por el estudiante acerca del incremento en su conocimiento declarativo (conocer hechos o definiciones) y procedimental (saber cómo completar una determinada tarea) relacionado con la asignatura (Marks, 2000). La segunda, la nota esperada, se relaciona con las expectativas del estudiante sobre la nota que piensa obtener en la asignatura.

Los estudiantes que tienen una orientación al aprendizaje “tienen un mayor deseo de mejorar su competencia y aumentar los conocimientos a partir de un esfuerzo de aprendizaje continuo y una mayor perseverancia en el estudio” (Murphy & Alexander, 2000, p.28). Es más, los estudiantes que presentan esta orientación, no sólo están preocupados por sus resultados académicos respecto a los demás, sino que se interesan por proteger su imagen de competencia (Vermetten, Lodewijks & Vermunt, 2001).

Desde un punto de vista teórico, este efecto ocurre porque los estudiantes que presentan una orientación al aprendizaje creen que el esfuerzo y el resultado académico están relacionados, por lo que se esfuerzan y trabajan de forma constante (Vermetten, Lodewijks y Vermunt, 2001). Pero, además, un estudiante orientado al aprendizaje estudia los contenidos de la asignatura con la finalidad de comprenderlos, buscando las aplicaciones posteriores y relacionando entre sí los distintos conceptos que va adquiriendo (Kaplan & Midgley, 1997).

Por todo lo anterior, se espera una relación positiva y significativa entre la orientación al aprendizaje y el rendimiento académico.

La orientación al resultado surge cuando el estudiante se preocupa, principalmente, por obtener resultados positivos con el objetivo de mostrar capacidad a los demás, independientemente de las actividades que lleve a cabo para conseguir dichas metas. Esta necesidad de mostrar capacidad o competencia se manifiesta como un deseo de influenciar en el entorno, lo que le proporciona información al estudiante sobre su competencia, aspecto esencial para que éste se sienta bien (Elliot & Moller, 2003).

Los estudiantes con una orientación al resultado tienden a obtener una mejor nota, pero no necesariamente aprenden más frente a otros estudiantes con una menor orientación al resultado. Este argumento es también avalado por Elliot & Moller (2003), quienes señalan que los estudiantes con una orientación al resultado tienden a adoptar como estrategias de estudio, la memorización y la repetición de conceptos clave, que en determinadas circunstancias pueden dar lugar a resultados académicos positivos (en términos de notas), pero difícilmente a un mayor aprendizaje.

La orientación a evitar tareas puede definirse como “la preocupación por realizar el trabajo (o tarea) con el menor esfuerzo posible” (Meece, Blumenfeld & Hoyle, 1988, p.515), y evitar llevar a cabo tareas desafiantes (Seifert & O’Keefe, 2001). Meece, Blumenfeld & Hoyle (1988) y Dupeyrat & Mariné (2005), encuentran que la orientación a evitar tareas está significativamente relacionada con el uso de estrategias de estudio superficiales, tales como la memorización. De forma similar, la orientación a evitar tareas se ha demostrado que está asociada con un rendimiento académico bajo (Harackiewics, Barron, Tauer & Elliot, 2002).

Inteligencia y aptitudes. Es necesario hacer una distinción clara entre aptitudes e inteligencia general, porque dado que el término inteligencia abarca multitud de destrezas de índole cognitiva, entre ambos conceptos no existe un aspecto diferenciador esencial. Las aptitudes constituyen, en cierta medida, una clasificación que ayuda a la descripción y comprensión del funcionamiento intelectual, siendo éstas no sólo de naturaleza mental sino también pueden ser psicomotoras.

La inteligencia y las aptitudes son las variables que con mayor frecuencia son consideradas como predictivas del rendimiento académico, ya que las tareas y actividades académicas exigen la utilización de procesos cognitivos.

La contribución de los factores intelectuales a la predicción del rendimiento académico reside más en su relativa constancia que en su eficacia. Por otra parte, la inteligencia es una potencialidad que puede cristalizar o no en el rendimiento académico, dependiendo de múltiples condiciones, entre las que destacan el aprendizaje en la temprana infancia, el medio ambiente verbal, las actitudes y el estilo de control de los padres, el clima escolar y el carácter personal, como algunos de los factores que más influencia ejercen en el desarrollo de la inteligencia y, en consecuencia, en mayor o menor medida, en el rendimiento académico de los estudiantes.

Autoeficacia académica. Bandura (1997), en su teoría de la autoeficacia, define el concepto “autoeficacia percibida” como “la evaluación que las personas hacen de sus capacidades para organizar y ejecutar acciones requeridas para alcanzar unos determinados niveles de resultado” (p.395).

Por lo tanto, una elevada autoeficacia académica o percepción de que puede obtener un buen resultado académico por sus capacidades, provocará que el estudiante muestre un mayor interés en el trabajo académico, se proponga metas más ambiciosas, haga frente a las dificultades y acepte desafíos académicos orientados a mayor competencia, mientras que los que presenten una autoeficacia menor perseguirán un resultado académico menor, y menor empleo de recursos (Vrugt, Oort & Zeeberg,  2002; Usher & Pajares, 2006).

Quienes tienen una alta autoeficacia académica, se sienten seguros de su capacidad para afrontar las dificultades y son, además, más optimistas (Pajares, Hartley & Valiante, 2001). Esto significa que estos estudiantes no precisan demostrar una capacidad que tienen asumida, es decir, que no se puede hablar de relación entre autoeficacia y preocupación por mostrar competencia a los demás, lo que autores como Pajares, Hartley & Valiante (2001) han contrastado al no encontrar relación entre ambos.

Hábitos, estrategias y estilos de aprendizaje. El estudio de los hábitos de estudio lleva más allá de las conductas relativamente estables que los estudiantes realizan para estudiar (entendiendo estudiar cómo aprender de forma individual). Las estrategias de aprendizaje suponen una abstracción, un conjunto de variables latentes que se apoyan en las técnicas de aprendizaje para desarrollarse y, a su vez, la repetición de éstas constituye los hábitos de estudio. Si, además, se considera el conjunto de estrategias utilizadas como un todo, se debe hablar de estilos de aprendizaje. Todo esto sin perder de vista que: el aprendizaje no es algo que se encuentra únicamente en el aula, ocurre en forma constante en cada día de nuestras vidas y no sólo comprende lo que es correcto (Woolfolk, 2015).

El rendimiento previo a la universidad. El rendimiento previo es una variable que da cuenta de la trayectoria escolar del estudiante hasta un momento determinado, entre los indicadores se encuentran las calificaciones obtenidas en la educación secundaria y preuniversitaria, los exámenes de ingreso a la educación superior, etc. Se puede pensar que, si la medida del rendimiento anterior es adecuada, expresa el nivel de conocimientos previos que posee un estudiante. De aquí se desprende que, si un estudiante tiene buenos conocimientos previos en una materia, sus resultados académicos anteriores en dicha materia, en principio, también deben de serlo. En consecuencia, si los conocimientos previos son la base de los conocimientos futuros, el rendimiento anterior ha de influir de manera significativa en el rendimiento actual.

Los determinantes sociales, son aquellos factores asociados al rendimiento académico de índole social que interactúan con la vida académica del estudiante, cuyas interrelaciones se pueden producir entre sí y entre variables personales e institucionales. Entre ellos se tiene:

Aspectos familiares. A menudo, cuando se intenta explicar el rendimiento académico de los estudiantes se hace teniendo en cuenta la influencia directa de variables individuales (cognitivas, afectivas, etc.) y variables escolares (actuación del profesor, relaciones interpersonales, etc.), sin asumir que estas variables están enormemente influidas por factores sociofamiliares y que, por tanto, estos últimos contribuyen de forma indirecta en la explicación del rendimiento académico.

Una variable familiar que influye en los rendimientos educativos, es el nivel socioeconómico y educativo de la familia. Otra variable que influye, es el interés de la familia por la formación de sus hijos.

Resulta de suma importancia el nivel de formación del padre y el nivel de formación de la madre, influyendo significativamente en los resultados académicos. Mientras mayor percepción de apoyo hacia sus estudios tienen los hijos e hijas, se refleja en el rendimiento académico que alcanzan.

Por otra parte, el número de libros de los que dispone el estudiante en casa y la frecuencia de prensa diaria en el hogar constituyen un elemento a tener en cuenta, también se considera la implicación de los padres en la educación de sus hijos, plasmada en la asistencia a tutorías, las horas y el lugar de estudio en la casa, la ayuda que prestan mediante discusiones que propician el saber, por la búsqueda constante de experiencias que enriquezcan un ambiente educativo, etc. Así como el acceso al Internet, contribuye a resultados académicos positivos.

Variables socio-ambientales. La ubicación geográfica de la universidad y el tipo de localidad donde el estudiante vive son variables cuyos comportamientos están asociados a la efectividad de la universidad. Siendo un predictor relevante en el rendimiento académico.

Los determinantes académicos son los componentes no personales que intervienen en el proceso educativo, donde al interactuar con los componentes personales influye en el rendimiento académico alcanzado, dentro de estos se encuentran:

Elección de los estudios según interés del estudiante. Se refiere a la forma o vía por la cual el estudiante ingresó a la carrera, si fue su primera elección, si fue por traslado de carrera o por no haber encontrado cupo en otra carrera, por ejemplo. Este indicador se encuentra solapado con los determinantes personales, pues tanto tiene que ver un asunto de orientación vocacional como con la capacidad de la universidad en la asignación de cupos, que al final lo viene a determinar la calificación alcanzada en la enseñanza preuniversitaria y las pruebas de ingreso a la educación superior.

Clima escolar. Diversos estudios sobre eficacia escolar confirman la importancia del clima escolar en el rendimiento académico de los estudiantes, sin embargo, no arrojan resultados tan positivos como cabría esperar. Esto es debido a la utilización de las calificaciones escolares y los test de rendimiento como únicos indicadores del producto escolar, obviando así otros muchos factores afectivos que se supone tendrán una relación más alta con el clima escolar. Se define clima institucional como el ambiente total de un centro educativo determinado por todos aquellos factores físicos, elementos estructurales, personales, funcionales y culturales de la institución que, integrados interactivamente en un proceso dinámico específico, confieren un peculiar estilo o tono a la institución, condicionante, a su vez, de distintos productos educativos.

Factores psicológicos que predisponen al bajo rendimiento académico. Existen factores psicológicos y sociales que aumentan el riesgo estudiantil de bajo rendimiento académico y de fracaso en la universidad. A través del desarrollo de la competencia emocional en la comunidad educativa, es posible crear en la universidad factores protectores para un adecuado desarrollo del estudiante lo que favorece el rendimiento académico.

4. Rendimientos académicos en las universidades cubanas

La educación en Cuba ha tenido transformaciones que han conducido a constantes mejoras en el sistema educacional, reflejando así, una mejora continua del nivel educacional de la población cubana. Además, se ha fomentado la igualdad de derechos y un sistema educacional gratuito, garantizando el acceso a estudios superiores, lo que se traduce, también, en mejora del nivel educacional y cultural de la población.

La educación es un elemento trascendental en las políticas sociales ya que es el mecanismo más seguro para lograr sostenibilidad en el largo plazo. Por ello, es importante la regulación de las políticas económicas del gasto en educación para que se garantice el acceso, la calidad y las condiciones educativas con la finalidad de que los alumnos concluyan sus estudios de manera exitosa (Luisa, 2010 citado por Samaniego, 2019).

Según Stiglitz (2003), la teoría de la señalización considera la inversión en educación como una estrategia que utilizan los individuos en función de la capacidad informativa que les otorga sobre sus habilidades para señalizarse en el mercado laboral, permitiendo un incremento de los salarios, la productividad y finalmente un incremento de la producción nacional.

Según Moreno (1998), además del impacto directo de la educación en el desarrollo económico de cada nación, también el avance de la ciencia y la tecnología tiene un efecto directo de incremento en el ingreso personal. La educación también tiene un impacto potencial directo en la igualdad económica de la sociedad, mientras menor educación tenga la población de un país, en promedio, menor será el ingreso per cápita, y tal vez también esté más concentrada la distribución del ingreso nacional.

En una entrevista realizada al entonces viceministro de educación superior de Cuba, Rodolfo Alarcón en el año 2011, sobre si se plantea acercar la universidad a la economía, este responde: “Bueno no es solo a la economía, es a la sociedad. Vincular sociedad y mercado es condenar a la universidad. La universidad debe de tener un compromiso con su sociedad que no solo es el mercado, son también las necesidades sociales, es anticiparse a las necesidades de la sociedad, ese es su papel. Por lo tanto, parte de su misión es responder a las necesidades de la economía, pero no es toda la misión. Sucede que en la medida en que la economía cubana o de cualquier país necesite ampliaciones pues es lógico que la universidad, como parte de su compromiso social, pues vaya a resolver los problemas de la economía y a incrementarla con su accionar y eso es lo que estamos tratando también. Siempre hemos tratado de que el trabajo en la universidad sea pertinente, o sea que responda a las necesidades de la sociedad, aunque también sea un elemento de sugerencias y de ideas que pueden estar más allá de lo que en ese momento se piense en la sociedad”.

Cuba, tras numerosas y valiosas investigaciones, se ha insertado sólidamente, en los últimos diez años, en ese esfuerzo por la medición científica de la calidad de los servicios educativos prestados y del impacto de las políticas educativas introducidas.

Que los estudiantes universitarios tengan altos rendimientos académicos impacta positivamente en la economía del país, pues significa un alto nivel de calificación de la fuerza de trabajo que en poco tiempo saldrá al mercado laboral.

Los rendimientos académicos en las universidades se pueden utilizar como un indicador para medir la calidad del sistema educativo, pero cabe aclarar que la calidad del mismo no solo depende de dicha variable.

Se puede destacar, que los estudiantes tengan altos rendimientos impacta incluso en la motivación del colectivo de profesores, pues el resultado del trabajo de los docentes tiene que ver con la creación de un sistema de conocimientos y valores en los estudiantes, por lo que, si los estudiantes presentan altos rendimientos, los profesores se sentirán motivados. Al estar motivado el colectivo de profesores, aumenta su compromiso con la organización, sintiéndose más identificados e incidiendo en los indicadores de desempeño de la entidad de manera positiva. Los trabajadores de la universidad también se verán influenciados positivamente de manera un poco más indirecta. Esto último se debe al prestigio que tendría la universidad en la cual trabajan al conformarse por estudiantes de altos rendimientos (Bruns & Luque, 2015).

Según Garbanzo (2007), los estudios del rendimiento académico en la educación superior parecen ser en la coyuntura mundial actual aún más valiosos, debido al dinamismo que experimenta el sector universitario en el marco de una sociedad caracterizada por el rápido avance del conocimiento, la fluidez en la transmisión de la información y los cambios acelerados en las estructuras sociales. En ese contexto adquiere valor la calificación del capital humano y ello va en estrecha vinculación con los resultados e investigaciones sobre el rendimiento académico de los estudiantes universitarios.

A pesar de que Cuba es un país subdesarrollado, se puede afirmar que la fuerza de trabajo tiene una alta capacidad y nivel de calificación, proporcionado fundamentalmente por la formación académica que se fomenta en las universidades cubanas y enseñanzas, en sentido general. No obstante, los altos niveles de calificación de la misma sobrepasan la capacidad de absorción de la economía cubana, es decir, se forma más fuerza de trabajo que la que realmente se es capaz de emplear de manera óptima.

Contar con fuerza de trabajo calificada, impacta positivamente en la economía de un país, pues se logra potenciar el elemento más dinámico e importante de las fuerzas productivas que interviene en el proceso de producción de la riqueza material y espiritual de la sociedad, permitiendo un incremento de la eficiencia y la productividad.

Uno de los elementos positivos de la enseñanza universitaria cubana lo constituye la estrategia encaminada a consolidar la triada universidad-innovación-producción. En el esquema de funcionamiento de las empresas pertenecientes al polo científico como las de biotecnología, es donde se puede apreciar mejor esta relación donde la universidad juega un papel importante en la formación de la fuerza de trabajo con la capacidad de innovar y aportar al desarrollo del proceso productivo.

Según Samaniego (2019), una educación de calidad, provocaría un incremento del conocimiento expresado a través del desarrollo de la tecnología. La educación actual no genera la aplicación de conocimientos suficiente para influenciar en la producción a través de la generación de nuevas tecnologías. Tales hechos llevan a un incremento productivo, pero no sostenible a corto plazo, ya que los retornos educativos se muestran en la producción nacional cuando los alumnos terminan sus estudios y sean protagonistas de los incrementos en la producción nacional y en el bienestar económico de todos.

Por otro lado, el desarrollo de la fuerza de trabajo no deviene perfeccionamiento de los medios de producción. La universidad potencia uno de los elementos más importantes, la fuerza de trabajo, pero eso no necesariamente se traduce en un desarrollo tecnológico. Para que haya un resultado económico completamente positivo se tienen que desarrollar ambos elementos. En este sentido, Cuba no ha podido avanzar lo necesario en el proceso de industrialización de la economía, y, por tanto, el equipamiento tecnológico que poseen los centros educativos de la enseñanza superior es muy inferior al deseado.

Es necesario analizar la evolución de los rendimientos académicos en cualquier universidad. Ello permite ver las principales variables que afectan al rendimiento académico, y encontrar soluciones que permitan mejorar la calidad del proceso de aprendizaje, y con ello, formar fuerza de trabajo capacitada para contribuir al desarrollo de la economía del país. Por tanto, se recomienda, bajo esta lógica de investigación, continuar estudiando cómo se manifiestan los rendimientos académicos en las universidades cubanas, ampliando el análisis a cada una de las facultades, y dentro, de cada una de las asignaturas impartidas.

5. Conclusiones

Referencias


1Universidad de La Habana. Facultad de Economía. Cuba.alicia@fec.uh.cu

2  Oficina del Historiador de La Habana. Cuba. eliferv@coopera.ohc.cu

3 Universidad de La Habana. Facultad de Economía. Cuba.  mariancs@fec.uh.cu