Publicado
2021-02-15
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I Simposio internacional vitual de filosofía y educación

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Por lo general, después de un evento dramático o por lo menos significativo, los seres humanos solemos volver sobre el sentido de nuestra vida. Un evento es tanto más significativo cuanto convoque y obligue al individuo a replantearse los referentes de sentido de su existencia. Pero también es el caso de que, prescindiendo de una ocasión excepcional, el individuo, de modo sereno y ponderado, decide replantear los supuestos de su vida. En este punto declaramos con razón que en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia podemos cambiar y ser mejores.

Con ocasión del surgimiento de la Covid -19, los medios de comunicación han convocado al cambio de vida, de actitudes y sentires; algunos han hablado del advenimiento de una “nueva normalidad”. Otras voces llaman a “reinventarse” y a construir una nueva sociedad más justa y solidaria. En síntesis, todo aquello que promovió el cristianismo de los últimos dos mil años encuentra en esta pandemia otro lugar de enunciación.

Este llamado universal al cambio se justifica. Y es que la enfermedad común de principios del siglo XXI ha servido como una radiografía de todos y cada uno cada uno de los pueblos de la tierra. La pandemia ha sacado a la luz aquellas facetas que simulábamos como individuos y como sociedad: las tremendas brechas y desigualdades, causante de tantos males, de las que pretendíamos vivir ignorándolas. Antes de la cuarentena, vivíamos encerrados en el estrecho horizonte de las certezas personales, sutil y laboriosamente construidas por años de hacer siempre lo mismo. El prójimo solo existía cuando estaba frente a los ojos, buscando después desviar la mirada para descansar en la intimidad de nuestros pensamientos egoístas. Es una costumbre inveterada aquella de pensar en los otros solo cuando de ellos requerimos algo, olvidando, que es precisamente la red de existencias-otras de donde se sustenta nuestra vida y todos nuestros proyectos. En el plano puramente académico, es preciso hacer el llamado universal no a una “nueva normalidad” sino a “otra forma de vida” lo que supone un “cambio valorativo-cultural” que convoca hoy más que nunca a la educación y la filosofía.

Precisamente la Licenciatura en Filosofía de la escuela de Ciencias de la Educación de la UNAD, ─y que el próximo año cumpliremos 25 años de labores formando licenciados y licenciadas─ comprende que es en el terreno social y cultural, y bajo el faro de la solidaridad, donde la enseñanza de la filosofía encuentra su sentido y utilidad. Enseñar filosofía es más que transmitir una serie de autores e ideas: es la pregunta por la posibilidad de un “mundo mejor” de otra forma de habitar la existencia, surge de un sentimiento que busca entablar un diálogo entrañable con quien sabe escuchar. Por esta razón estamos todos en esta ágora, para escucharnos y pensar.