David Antonio Pulido Garc a,
Formar una naci n de todas las hermanas.
La joven intelectualidad colombiana frente al latinoamericanismo mexicano, 1916-1920
(Bogot , Universidad del Rosario, 2021)
Sergio Andr s Salgado Pab n[1]
La historia de los movimientos estudiantiles no ha recibido suficiente atenci n en Colombia en lo relativo a las primeras d cadas del siglo XX debido, en parte, a la preeminencia dada a la d cada del veinte (en menosprecio de las anteriores), pero tambi n, sobre todo, a una ausencia muy extendida de identificaci n y an lisis puntual, en los trabajos cl sicos sobre esas d cadas, de fuentes tan fundamentales como los discursos p blicos del estudiantado y sus publicaciones peri dicas (sus rganos propios de difusi n), as como la correspondencia mantenida por algunos de sus miembros y los viajes realizados por otros, pr cticas intelectuales estas esenciales para la conformaci n y propagaci n de las propuestas de los movimientos estudiantiles en Am rica Latina a inicios del siglo pasado (Mart nez Mazzola y Bergel, 2010). El libro de David Antonio Pulido Garc a, merecedor ya de dos premios,[2] viene a instalarse, as , en un enfoque de estudios m s que necesario y en realidad m s bien reciente en Colombia para este actor social y este periodo[3] que, gracias a su aporte, cobra nueva fuerza pues nos permite sumar, al an lisis de las protestas estudiantiles en Colombia, un nuevo ngulo nunca antes abordado de manera tan sistem tica para esa poca: el del examen de las redes intelectuales internacionales mantenidas por esos actores sociales, para este caso en concreto: con la propuesta latinoamericanista del presidente mexicano Venustiano Carranza.
Indicando la necesidad de estudios sobre las lites intelectuales latinoamericanas que rompan los marcos nacionales para propender por una perspectiva no solo comparada sino tambi n relacional (p. xxiii), el libro parte de un vac o historiogr fico en el an lisis de la estrategia diplom tica e intelectual de Venustiano Carranza en Am rica Latina para reconstruir y analizar, de manera cronol gica, su g nesis e implementaci n en Colombia. Divido en tres cap tulos cada uno con un periodo puntual de an lisis: El inicio de una alianza. La comunidad estudiantil mexicana y la iniciativa latinoamericanista de Venustiano Carranza (1916-1918), Carlos Pellicer C mara y la creaci n de una Asamblea de Estudiantes en Bogot (primera mitad de 1919) e Itinerario intelectual y pol tico de Carlos Pellicer C mara en Colombia (segunda mitad de 1919 a primeros meses de 1920) , el libro analiza las fuentes hist ricas referidas privilegiando la voz de los protagonistas de la historia (p. xxvii) en su producci n escrita, entendida de manera dial gica (Mija l Bajt n) como atravesada por las voces de la poca (p. xxviii). Tomando herramientas del an lisis cr tico del discurso de Teun van Dijk y de la historia de los lenguajes pol ticos de Quentin Skinner, el autor aborda, entonces, dichas fuentes teniendo en cuenta, en todo momento, que hac an parte de un di logo abierto entre sus diferentes productores, los cuales compart an entre s c digos comunes que los identificaban, ya sea como estudiantes, como colombianos o mexicanos y, en alg n momento, como latinoamericanos (p. xxx), es decir, bas ndose en el reconocimiento de un pasado y una lengua, pero tambi n como se ver de un enemigo en com n (p. xxxi), y rastreando c mo se gestaron las condiciones para que a los intelectuales aqu estudiados les fuera posible enunciar lo que enunciaron, por encima de la exposici n sistem tica, literal e inocente de sus enunciados (p. xxxiii).
Brind ndonos algunos puntos clave para situarnos en la historia del movimiento estudiantil mexicano de principios del siglo XX (la realizaci n del Primer Congreso Nacional de Estudiantes en 1910 y la creaci n del Congreso Local Estudiantil del Distrito Federal CLEDF a fines de 1915), el primer cap tulo emprende, de entrada, un recuento de la experiencia del mismo desde 1916, a o en el que entra en relaci n con el proyecto constitucionalista de Venustiano Carranza. Detallando la preparaci n del segundo congreso nacional y la manifestaci n estudiantil del 27 de junio en apoyo al gobierno constitucionalista (que detuvo, exacerbando el sentir antiimperialista, la invasi n estadounidense conocida como expedici n punitiva, en busca de Pancho Villa), se relata la acogida que la capital y el estudiantado (de clase media) dieron al gobierno (moderado) de Carranza, atento a ellos, que tras a os de guerras intestinas lo percib an como una v a para la estabilidad pol tica (p. 2). A trav s de un amplio examen de prensa (El Pueblo, El Dem crata, El Universal, Exc lsior y La Lucha, peri dico de estudiantes, Bolet n de la Universidad, Gladios y San Ev Ank) el autor puntualiza, as , diversos episodios de esta relaci n: el apoyo ofrecido por el estudiantado para pagar la deuda interna mediante recolecta o para luchar en caso de guerra contra Estados Unidos, el financiamiento de las reuniones estudiantiles por parte del gobierno de Carranza o el apoyo log stico dado por los estudiantes a las celebraciones diplom ticas de la independencia de otros pa ses latinoamericanos y del D a de la Raza, fecha esta en la cual, justamente, el CLEDF propone la estrategia, acogida luego por el gobierno, de los representantes estudiantiles para estrechar los lazos de M xico con Am rica Latina (p. xxv). El autor nos muestra, as , la g nesis y uno de los actores clave de la estrategia latinoamericanista, en la que se perfila el papel gu a de M xico: la de Carranza fue una pol tica din mica que, ante la imposibilidad del xito de una movilizaci n armada, se desarroll de preferencia en el mbito ideol gico, no solo de M xico sino del continente en general, en la que el movimiento estudiantil jug un papel fundamental (p. 7).
A los diversos episodios de conformaci n ideol gica del estudiantado se suman despu s, seg n se nos cuenta, la visita del pol tico y escritor argentino Manuel Ugarte el 11 de abril de 1917 (invitado a manifestarse en contra de la intervenci n estadounidense del 13 de mayo en Rep blica Dominicana), y el mismo Venustiano Carranza, quien apoyado por una prensa period stica llena de ide logos constitucionalistas por analizar (p. 9), acoge plenamente la idea de la representaci n estudiantil en agosto con el objetivo de formar una naci n de todas las hermanas (p. 25). De esta manera, ya no solo mediante campa as de financiamiento sino de manera reglamentada, se alinean gobierno constitucionalista y estudiantado. Se nos relata a continuaci n el inicio de la trayectoria del joven Carlos Pellicer C mara, de 22 a os, quien, fundador y presidente, en la Escuela Nacional Preparatoria (de importancia para el sostenimiento y desarrollo cultural de las lites mexicanas ) (p. 52), justamente, de la Sociedad Ariel (no podemos dejar de mencionar aqu a Jos Enrique Rod ), se une a la celebraci n por la llegada de Ugarte mientras nacen sus primeros versos. Puntualizado su trasfondo familiar (era hijo del coronel Carlos Pellicer Marchena), se nos relata su postulaci n a las elecciones del 19 de agosto para realizar un intercambio estudiantil en Brasil, as como las disputas internas del CLEDF (entre las facciones de Los siete sabios y los pol ticos) sobre la posici n pol tica que deb a tomar ante la Primera Guerra Mundial, en ese momento en curso, y en general sobre su participaci n en asuntos pol ticos.
El a o de 1917 deja, de esta manera, una organizaci n estudiantil consolidada y altamente propositiva en lo pol tico (p. 33), pero 1918 trae el fracaso de la organizaci n del Segundo Congreso Nacional de Estudiantes. Se destaca entonces la labor de la revista San Ev Ank y del CLEDF, que en septiembre hace gala de sus capacidades de reorganizaci n y de sus estrategias de autogesti n no solo para reunir fondos (marcando autonom a con respecto al gobierno que los financiaba) sino, de igual modo, tambi n para escoger aut nomamente sus delegados internacionales, pese a un largo vaiv n en los procesos de elecci n.
El segundo cap tulo analiza la llegada de la delegaci n mexicana y el acercamiento de Pellicer a los j venes intelectuales colombianos (entendidos desde una proximidad a Pierre Bourdieu) (p. xxv), pues, tras dos meses de viaje v a Nueva York-La Habana-Col n, Pellicer, en efecto, no llegaba solo: en su delegaci n se encontraban el pol tico Gerzayn Ugarte, el cr tico Eduardo Col n y el poeta Jos Juan Tablada (quien en su viaje por tierras colombianas trazar a no solo los primeros haik s en espa ol, sino tambi n algunos de los primeros poemas visuales modernos en esta lengua).[4] Ahora bien, yendo m s all de la ceremoniosa acogida de la delegaci n por parte de la prensa local (El Tiempo, La Rep blica, El Nuevo Tiempo y La Cr nica), se examina el choque entre el discurso antiimperialista mexicano/estudiantil y la posici n del entonces presidente Marco Fidel Su rez (quien apoy oficialmente la pol tica intervencionista de Estados Unidos con la doctrina respice polum: Mirar hacia el norte ), y se resalta el papel de un peri dico que recibi con bombos y platillos (p. xix) al delegado estudiantil: Voz de la Juventud. Publicaci n analizada en detalle en este libro (sobre todo en sus redes y en su cercan a al discurso del Partido Republicano), aunque pronto desaprobada por la Escuela Nacional de Comercio (colaborar en ella provocaba la expulsi n), de ella se nos indica que, jalonada por el joven Germ n Arciniegas, reun a desde junio de 1917 al estudiantado, encontrando en el mexicano al par perfecto y dando inicio al establecimiento de una red intelectual de ptimos resultados [ ] por la conservaci n de los valores democr ticos en el continente ) (p. xxi).
Se examinan, entonces, las cartas familiares en las que el mexicano no deja de lamentarse de la educaci n en Colombia ( El estado general de la Instrucci n P blica, es casi desastroso ) (p 52), record ndonos el particular m todo empleado en el Colegio Mayor del Rosario, al cual llega para continuar sus estudios: lecciones de memoria . Asistimos as al recibimiento de Pellicer como socio honorario de la Sociedad Voz de la Juventud (5 de febrero) y a su conferencia sobre el centenario de la Batalla de Boyac (7 de agosto de 1919), y se nos hace un recuento detallado de su trabajo como dinamizador de la Primera Asamblea de Estudiantes Bogotanos y de la tercera etapa de Voz de la Juventud (marzo a septiembre de 1919, n meros 11 a 24), que iba recogiendo las memorias del estudiantado. Como bien indica C sar Augusto Ayala Diago en el pr logo: Todas sus iniciativas estaban relacionadas con la conquista de espacios (p. xiv), y por ello: Se interesaron en crear sus medios propios o en acercarse a aquellos con los que se identificaban (p. xxi). El cap tulo nos brinda, adem s, un an lisis de la resistencia generada por el gobierno conservador colombiano y por la Iglesia cat lica.
El tercer cap tulo analiza, por su parte, mediante un examen de los informes y cartas enviados a la Federaci n de Estudiantes de M xico, correo familiar y personal, y prensa de ambos pa ses (El Gr fico, El Nuevo Tiempo, El Tiempo, El Espectador, Voz de la Juventud, Correo Liberal, Gil-Blas, El Siglo. Diario Liberal de la ma ana, La Cr nica y Diario Nacional para Colombia; y Revista de Revistas, Heraldo y El Monitor Republicano para M xico), la mutua influencia intelectual y pol tica (p. xxvi) resultado de la relaci n de Pellicer con los j venes intelectuales colombianos, y nos brinda un recuento de las reuniones estudiantiles y los aportes y movimientos discursivos del mexicano: una mezcla de bolivarianismo y latinoamericanismo muy af n a un antiimperialismo latente que ir fortaleciendo y brindando unidad a la causa estudiantil (si por un lado los colombianos no olvidaban lo ocurrido con Panam en 1903 debido a la intervenci n de Estado Unidos, los mexicanos tampoco olvidaban la ocupaci n de Veracruz por parte de dicho pa s desde mediados de 1914). Sin olvidar, por tanto, a un enemigo en com n, se nos refiere, entonces, el eco nacional de la asamblea bogotana (que adem s de motivar el apoyo de El Tiempo y provocar que la C mara de Representantes saludara a M xico en el aniversario de su independencia, empieza en aquel momento una escalada sin precedentes que la llevar a la creaci n de una serie de comisiones tem ticas, de una federaci n y de una serie de congresos nacionales en la d cada del veinte: despliegue que, como se nos muestra, tiene aqu sus or genes a despecho de la tan analizada d cada del veinte), pero tambi n el eco de la delegaci n mexicana, cuya labor pol tica en la prensa y en la organizaci n del estudiantado facilit que el discurso antiimperialista tuviera una mejor recepci n en la ciudad (p. 87) (a las conferencias de Pellicer, quien dicta otra en septiembre sobre la independencia de M xico y es ahora, tambi n, socio honorario de la Sociedad Literaria Jorge Isaacs, el autor agrega la cercan a de Col n a Voz de la Juventud y a Luis L pez de Mesa y las conferencias de la revista Cultura, pero tambi n la muerte de Amado Nervo como un acontecimiento ampliamente sentido por la prensa en Colombia).
Mostrando c mo el discurso de unidad cobraba forma, el autor nos detalla luego dos elementos clave de la organizaci n estudiantil en medio de las Conferencias de Par s: el cambio en su rgano de difusi n desde su n mero 21 (el 16 de agosto de 1919 Voz de la Juventud inicia una nueva etapa cambiando su formato y n mero de p ginas para permitirse gritar que la juventud es la verdadera int rprete del legado bolivariano ) (p. 96) y su presencia en dos movilizaciones en las que participa ya, ampliamente, en la cantidad y en el momento adecuado para ser tenidos en cuenta como una emergente fuerza pol tica (p. 107): la ocurrida el 16 de agosto a ra z de la suspensi n del pago de los 25 millones de d lares del tratado Thompson-Urrutia (6 de abril de 1914) a los que se hab a comprometido Estados Unidos por provocar la separaci n de Panam ; y la ocurrida el 16 de septiembre a ra z del esc ndalo por el telegrama suplicante de Marco Fidel Su rez (quien demostraba, una vez m s, estar de rodillas ante los intereses estadounidenses).
Aunque puede ser excesivo afirmar que: Para 1918 Colombia no contaba con antecedentes importantes de organizaci n estudiantil a gran escala (p. 55),[5] s es cierto que, al tratarse de esta generaci n colombiana (la llamada de los nuevos ), la unidad estudiantil que apenas nac a se vio de repente fortalecida por un Pellicer que, tras su labor efectiva como delegado de la Federaci n de Estudiantes de M xico (no sin dificultades tambi n detalladas en este libro), parte con un homenaje a Sim n Bol var en diciembre de 1919 (por el 89 aniversario de su muerte) y un discurso de despedida en febrero de 1920, con la delegaci n mexicana pronta a partir hacia Venezuela. Hab an quedado andando ya, sin embargo, dos proyectos de ley (sobre est mulos y canje) (pp. 109-110), Germ n Arciniegas hab a sido declarado secretario perpetuo y la Asamblea hab a sido instalada (el 15 de octubre de 1919) con la asistencia del mism simo ministro de Instrucci n p blica y futuro presidente de la naci n Miguel Abad a M ndez, aunque, como se nos refiere en este libro, la pol tica exterior de este y de los dos siguientes gobiernos estar siempre en conflicto con el movimiento estudiantil, lo cual permite percibir muy bien la agudeza de las contradicciones en los campos pol tico y educativo hasta la ca da de la llamada Hegemon a conservadora (1886-1930) en Colombia, que tuvo en la d cada del veinte su ltima sacudida: movimiento en el que el estudiantado amplio y unido actor con voz y pie, ahora consciente de sus capacidades, en el espacio discursivo y p blico fue crucial (p. 122).
El volumen viene complementado por un ndice biogr fico en el que se relaciona un total de 46 figuras (escritores, pol ticos y poetas, entre otros, de ambos pa ses, en su totalidad hombres) (pp. 151-164), muy til para situarse en el periodo cubierto por esta investigaci n,[6] cuyos aportes vienen, en definitiva, a continuar subrayando la necesidad de estudiar las redes de una historia intelectual vinculante y transnacional de la joven intelectualidad latinoamericana (p. 132), sobre todo desde fuentes primarias como sus discursos p blicos, sus publicaciones peri dicas y su correspondencia, o reconstruyendo los viajes de algunas de sus figuras, enfoque poco presente en los trabajos cl sicos colombianos sobre las d cadas referidas, que de este modo se ven, una vez m s, complementados, afinados o incluso, tambi n, reevaluados en algunos de sus puntos.
Referencias
Cacua Prada, A. (1990). Germ n Arciniegas. Su vida contada por l mismo. ICELAC-Universidad Central.
Cohen, L. M. (2001). Comienza el debate. Colombianas en la vanguardia (pp. 1-39). Universidad de Antioquia.
De la Cruz, P. (1919, 21 de junio). Organizaciones estudiantiles. Voz de la Juventud (17-18), 1, 5.
Mart nez Mazzola, R. y Bergel, M. (2010). Am rica Latina como pr ctica. Modos de sociabilidad intelectual de los reformistas universitarios (1918-1930). En C. Altamirano (coord.), Historia de los intelectuales en Am rica Latina. Vol. 2 Los avatares de la "ciudad letrada" en el siglo XX (pp. 119-145). Katz.
Ram rez, J., Arango, S., G mez, J. C., Prieto, L. y Mac as, D. (2019). Pablo de la Cruz. UNAL-Sociedad Colombiana de Arquitectos-Alcald a Mayor de Bogot .
Salgado Pab n, S. A. (2014). Aportes para una historia de los movimientos estudiantiles en Colombia a trav s de sus publicaciones peri dicas (1917-1929). En . Acevedo Tarazona, S. A. S nchez Parra y G. D. Samac Alonso (coords.), A estudiar, a luchar! Movimientos estudiantiles en Colombia y M xico. Siglos XX y XXI (pp. 17-40). Universidad Aut noma de Sinaloa.
Salgado Pab n, S. A. (2022a, junio). Jos Juan Tablada y el movimiento estudiantil colombiano: un doble vac o historiogr fico (I). relaciones (457), 34.
Salgado Pab n, S. A. (2022b, julio). Jos Juan Tablada y el movimiento estudiantil colombiano: un doble vac o historiogr fico (II). relaciones (458), 33.
[1] Profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogot ). Tutor e investigador de la Escuela de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades (ECSAH) de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD). Coeditor de la revista Desbordes.
[2] Premio Nacional Berta Ulloa en Investigaci n sobre Historia diplom tica de M xico del INEHRM (OEA) (2017) y Premio a Mejor tesis de Maestr a en Historia panamericana del IPGH (2019).
[3] Un estudio sistem tico base para el periodo 1917-1929 puede encontrarse, por ejemplo, en Salgado Pab n (2014).
[4] Algunas precisiones extra sobre la relaci n de Tablada con el movimiento estudiantil colombiano pueden encontrarse en Salgado Pab n (2022a y 2022b).
[5] Para el caso de la d cada del diez en Colombia, es importante recordar una vez m s, puesto que se trata de un punto de referencia de considerable importancia muy poco tenido en cuenta por la historiograf a (a diferencia de la serie iniciada con el Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos de 1908 o la Reforma Universitaria de C rdoba de 1918), el nost lgico Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia, que inaugura su serie en Bogot en 1910. Organizado por la generaci n anterior (la llamada centenarista ), el libro lo refiere (p. 55) sin extenderse, pues es cierto que, a pesar de sus alcances internacionales, y justamente tambi n debido en parte a ellos, parece haber tenido un bajo impacto local y un periodo de acci n intermitente, adem s de objetivos de base distintos.
[6] Es de subrayar que esta investigaci n refiera la figura de Pablo de la Cruz (1894-1954) (pp. 92, 154), esencial para pensar, de igual modo, las redes intelectuales del periodo (esta vez con el Cono Sur), pues adem s de la experiencia mexicana aportada por Pellicer, De la Cruz aport la que obtuvo de la organizaci n estudiantil en Chile, donde estudi arquitectura en la Universidad de Chile obteniendo su t tulo en 1918. Un an lisis de su trayectoria profesional puede encontrarse en Ram rez, J. et al. (2019), aunque este pasa por alto la conferencia aportada por el arquitecto en 1919 al movimiento estudiantil reunido en Bogot , conferencia luego recogida por Voz de la Juventud (De la Cruz, 1919), pero sistem ticamente ignorada, de la cual surge, entre otras, la idea de celebrar la fiesta estudiantil en Colombia. Por otro lado, aunque excede los objetivos del libro tratar el lugar espec fico de la mujer en las movilizaciones por un cambio en el sistema educativo de la poca (tema que suele tratarse tambi n partiendo de la d cada del veinte en menosprecio de las anteriores) (ver, por ejemplo, Cohen, 2001, pp. 1-39), es claro que ya podemos pensarla como actora del movimiento estudiantil colombiano en, por ejemplo, el apoyo brindado por las hermanas de Germ n Arciniegas a este para ofrecer Voz de la Juventud entre los estudiantes (Cacua Prada, 1990, p. 60; Salgado Pab n, 2014, p. 22).