Violencia(s) en el fútbol y gestión social en la Argentina contemporánea.

La historia de la Organización Civil Salvemos al Fútbol (2006-2023)

Violence(s) in Football and Social Management in Contemporary Argentina: The History of the Non-governmental Organization Salvemos al Fútbol (2006-2023)

 

Diego Murzi[1]

 

Resumen

Este artículo tiene como objetivo presentar de manera descriptiva y analítica la historia de la organización no gubernamental Salvemos al Fútbol, creada en Argentina en 2006 para visibilizar y denunciar las violencias alrededor del fútbol. A partir de una estrategia metodológica de tipo cualitativo, que incluyó entrevistas en profundidad, análisis documental y autoetnografía, se aborda críticamente el escenario de la violencia en el fútbol argentino de los últimos 20 años, la construcción artesanal y exitosa de una asociación comunitaria “incómoda” para los actores de poder, y las tensiones entre la denuncia y el abordaje socio-comunitario al interior de la organización.

Entre los principales resultados se presentan analíticamente distintas experiencias realizadas en el marco de la organización, que van desde las denuncias judiciales a los proyectos de intervención socio-comunitaria, la creación de una base de datos de hechos de violencia, la filmación de un documental,  la participación en procesos eleccionarios de clubes, hasta la discusión conceptual sobre el racismo en el fútbol argentino. Finalmente, las conclusiones exponen los vaivenes, éxitos, contradicciones y dificultades de una asociación civil sin fines de lucro que trabaja sobre un tema controversial como la violencia en la Argentina democrática contemporánea.

Palabras clave: violencia en el fútbol, gestión social, organización no gubernamental, seguridad

Abstract

This article aims to present, in a descriptive and analytical manner, the history of the non-governmental organization Salvemos al Fútbol, established in Argentina in 2006 with the purpose of raising awareness and denouncing violence around football. Using a qualitative methodological strategy that includes in-depth interviews, document analysis, and auto-ethnography, it critically addresses the scenario of violence in Argentine football over the past 20 years, the artisanal and successful construction of a "troublesome" community association for the actors of power, and the tensions between denunciation and socio-community engagement within the organization.

Among the main results, various experiences carried out within the framework of the organization are analyzed, ranging from legal complaints to socio-community intervention projects, from the creation of a database of violent incidents to the filming of a documentary, from participation in club electoral processes to conceptual discussions on racism in Argentine football. Finally, the conclusions highlight the fluctuations, successes, contradictions, and difficulties of a non-profit civil association working on a controversial issue such as violence in contemporary democratic Argentina.

Keywords: violence in football, social management, non-governmental organization, security

 

Introducción

La violencia en el fútbol como problema público

Los hechos de violencia alrededor del fútbol no constituyen un fenómeno nuevo, sino que se registran desde los inicios de este deporte en Argentina. La primera víctima fatal relacionada al espectáculo futbolístico data de 1924, época en donde aún la práctica no estaba profesionalizada: a partir de allí, la muerte de hinchas se erigirá como un dato característico del fútbol argentino (Archetti y Romero, 1994; Alabarces, 2004). Entre 1924 y 2023 se contabilizaron 350 muertes por hechos de violencia producidos alrededor del fútbol[2], cifra que convierte a la Argentina en el país con mayor cantidad de víctimas causadas por esta forma de violencia, superando a otros países donde este deporte es un fenómeno igualmente masivo y popular -como Brasil o Inglaterra-, y también a naciones que poseen mayores índices de violencia y criminalidad -como México o Colombia[3]-.

A partir de los trabajos socio-antropológicos sobre hinchadas (Garriga, 2007; Pimenta, 2000; Cabrera, 2023) se puede afirmar que las prácticas violentas alrededor del fútbol poseen un significado para quienes las producen, pero que además el fenómeno se encuentra fuertemente conectado con procesos más amplios que exceden la esfera deportiva y que lo convierten en un objeto donde se entrecruzan tramas sociales, políticas, económicas y culturales. El desarrollo de este deporte en Argentina a lo largo del siglo XX se produjo en paralelo con otros procesos que lo dotaron de rasgos particulares que, aún en la tercera década del siglo XXI, conserva, por ejemplo, la estructuración de los clubes en organizaciones civiles sin fines de lucro (Moreira, 2005, la presencia de fuertes antagonismos barriales y territoriales (Frydenberg, 2010), su función en la construcción de un relato nacional homogéneo (Alabarces, 2002) y su impronta en el proceso de construcción de la identidad masculina para muchos varones argentinos (Archetti, 1992).

A pesar de la presencia de incidentes, víctimas y hechos trágicos ocurridos en los estadios de fútbol en los años previos a la década de 1980[4], el fenómeno de la violencia en el fútbol recién será objeto de tratamiento estatal en Argentina a partir del retorno del proceso democrático en 1983, con la sanción de la Ley nº23.184 en 1985. Esta normativa constituye el primer antecedente de legislación sobre el espacio de los estadios de fútbol, dando inicio a la regulación estatal del fenómeno de la violencia en el fútbol (Murzi, 2019). De allí en adelante, asistiremos a un despliegue de políticas públicas alrededor del problema, sostenido en el tiempo, que instalará definitivamente este fenómeno en la agenda pública y gubernamental. A mediados de la década de 1990, a partir de la definitiva instalación de la “seguridad” como un tema central de las agendas sociales y políticas (Saín, 2002; Rangugni, 2009), y con el trasfondo de constantes y repetidos incidentes alrededor de los estadios, la violencia en el fútbol comienza a ser presentada por los discursos mediáticos dentro del espectro de peligros y riesgos que dan forma a la categoría de “inseguridad” (Kessler, 2008; Ludvigsen, 2022).

Esta lectura, al ser incorporada por los actores de gobierno, trajo aparejadas dos consecuencias importantes respecto al tratamiento estatal sobre la cuestión. Por un lado, que el problema de la violencia en el fútbol empezara a ser concebido bajo las mismas lógicas que las del delito común, lo que llevó a encontrar un sujeto productor de riesgo en la figura de las barras bravas, señaladas indefectiblemente como actores punibles y perjudiciales (Alabarces, 2004), quienes vendrían a damnificar con su mera presencia a un colectivo pacífico (los “hinchas comunes”, los “espectadores”, todos los demás actores no-barras).

La violencia en los círculos de fútbol es, naturalmente, un fenómeno complejo. Sin embargo, de todos los actores involucrados, existe una opinión instalada que designa a las barras bravas como único culpable. Se toma este nombre en Argentina para los grupos organizados de aficionados que controlan las gradas y sus circuitos. Constituidas alrededor de finales de los años 1950 (Archetti y Romero, 1994), las barras bravas han evolucionado junto con el carácter cada vez más mercantil del fútbol (Murzi, 2021). Portadoras de una imagen ligada a la delincuencia, la violencia y la corrupción, perseguidas por la Justicia y demonizadas por los medios, las barras bravas pasan a personificar, a partir de los años 1980, el concepto de “violencia en el fútbol”.

El escenario descripto generó que la seguridad en los estadios se convirtiera en una demanda insatisfecha de la ciudadanía hacia los actores políticos, dándole status de “mercancía política”, como la entiende Michel Missé (2011) para todos los niveles de gobierno. Esa demanda pide garantizar el orden/la seguridad/la paz en los estadios, condensada en la fórmula “que vuelva la familia”, apelando a un pasado pacífico para contraponerlo al supuesto caos y desorden del presente.

La criminalización de las barras bravas, la creciente visibilidad mediática del problema y las demandas de la sociedad civil hacia los actores de gobierno en relación con la violencia en el fútbol hizo que, para mediados de la década de 2000, el fenómeno de la violencia en el fútbol se constituyera sin dudas en un problema público en Argentina. Poseía relevancia social, atención mediática, importancia política y consideración gubernamental.

Pero además, como señalamos, Argentina tiene la triste distinción de ser uno de los países donde el número de muertes relacionadas con el fútbol siempre se ha situado entre los más altos del mundo. Para el año 2006, el promedio anual de muertes en el fútbol era de siete personas, contando los 20 años precedentes (Segura, Murzi y Nassar, 2019. Esto significa que moría aproximadamente una persona cada menos de dos meses por causas relacionadas con la violencia en el fútbol. Y esas muertes tenían la particularidad de quedar en su mayoría impunes, debido a códigos de silencio entre barras, protección política de los victimarios o simplemente desidia del sistema judicial (Bergés & Nizzardo, 2015). Es en este contexto que en el año 2006 se crea la organización civil Salvemos al Fútbol [SAF].

En este sentido, el objetivo de este artículo es realizar una breve historia de la organización, a la vez descriptiva y analítica, entendiendo que se trata de un actor fundamental para la comprensión del fenómeno de la violencia en el fútbol durante el siglo XXI en Argentina. Asimismo, la historia de la ONG constituye una experiencia de gestión social de un problema vinculado a lo deportivo como la violencia, que tiene pocos antecedentes en el mundo (Murzi y Segura, 2014; Segura, Murzi y Yoshida, 2017, Constandt et al., 2023). Sin financiamiento de ninguna institución ni del Estado, SAF se mantuvo desde sus inicios únicamente con el aporte económico de sus socios y el trabajo voluntario de un puñado de personas que invirtieron tiempo y energía en denunciar, visibilizar y combatir la violencia que tiene lugar alrededor del fútbol.

El enfoque metodológico que sostiene este texto es de tipo cualitativo, y el diseño de investigación escogido fue flexible. Según Mendizábal, la flexibilidad de este tipo de diseños

se vincula con la actitud abierta, expectante y creativa del investigador cualitativo a la hora de crear conceptos, hipótesis, modelos y teoría desde los datos empíricos. El carácter inductivo y emergente que caracteriza a este enfoque predispone al investigador a estar abierto a lo inesperado, a modificar líneas de investigación y el tipo de datos que se buscan, haciendo revisiones constantes de los conceptos utilizados para abordar lo que dicen las palabras de los entrevistados y lo observado. (Mendizábal, 2006, p. 68)

Fueron utilizadas tres estrategias de recolección de datos. En primer lugar, la búsqueda documental de material generado por la asociación (artículos, sitio web, publicaciones en redes sociales, libro, revista, etc.). En segundo término, la realización de entrevistas en profundidad con miembros pasados y actuales de la organización. En total se realizaron 12 entrevistas estructuradas y semi estructuradas. Una vez obtenido el registro, realizamos un análisis de contenido cualitativo[5] que puso el énfasis en la captación de significados, la definición de la situación o el punto de vista del actor. En tercer lugar, la autoetnografía, dada la participación del autor de este texto en la organización durante más de 15 años, ocupando distintos cargos y posiciones. Esa posición de miembro activo durante buena parte de la historia de la asociación ha facilitado el acceso a historias, personas y materiales a los que, de otra manera, hubiese sido muy complejo acceder. En ese sentido, aparece como principio epistemológico la reflexividad, que implica

indagar reflexivamente de qué manera se co-produce el conocimiento a través de sus nociones y sus actitudes y desarrollar la reflexión crítica acerca de sus supuestos, su sentido común, su lugar en el campo y las condiciones históricas y socioculturales en que el investigador lleva a cabo su labor. (Guber y Visacovsky, 1998, p. 26)

El texto se organiza en dos partes, divididas cronológicamente entre primera y segunda etapa de la existencia de la asociación. El mojón que utilizamos para dividir una de otra es el alejamiento a fines de 2012 de su fundadora y presidenta hasta ese entonces, Mónica Nizzardo, que implicó además un cambio de enfoque sobre el problema de la violencia por parte del discurso institucional de la organización.

 

La creación de la ONG Salvemos al Fútbol y su primera etapa (2006-2012)

La ONG Salvemos al Fútbol surge en un momento de auge de las organizaciones de la sociedad civil en Argentina, tanto en su cantidad como en su visibilidad y reconocimiento (Smulovitz, 2007). Diversas hipótesis explican el crecimiento del llamado “tercer sector” en Latinoamérica, aunque hay dos que son dominantes: aquella corriente que lo explica debido a la incapacidad del Estado y del Mercado para cumplir adecuadamente con sus funciones (Delamata y Armesto, 2005), y aquella que lo asocia a los procesos de democratización que fueron necesarios en sociedades que atravesaron extensos períodos de gobiernos autoritarios (Bifarello, 2000). En Argentina, la primera hipótesis explica el auge de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC sus siglas) orientadas hacia la cuestión social que proliferaron en la segunda mitad de los años 1990, y que tenían como meta paliar los efectos destructores de las políticas neoliberales sobre el tejido social. Mientras que la segunda hipótesis explica el surgimiento de las OCS que se dedicaron a visibilizar, denunciar y trabajar en el plano del acceso a derechos, sobre todo en aquellos espacios de representación ciudadana que se vieron deteriorados o directamente obturados por las sucesivas dictaduras.

La agenda de las OCS que atendieron cuestiones de derechos fue amplia y variada: desde cuestiones ambientales hasta derechos del consumidor, pasando por acceso a espacios verdes o problemas de tránsito vehicular. Sin embargo, las más relevantes y las que más proliferaron desde inicios de los años 1990 fueron las que se dedicaron a cuestiones relacionadas con la seguridad ciudadana y el acceso a la justicia. Como explica Smulovitz (2007), “el tema de la inseguridad y la violencia policial ha dado lugar a un gran número de asociaciones civiles y asociaciones vecinales” (p. 32), de distinta orientación y con distintos puntos de vista (CELS -creada en 1979-, CORREPI, El Ágora, Fundación Axel Blumberg, Madres del Dolor, entre las más relevantes). El monitoreo de la violencia policial, la defensa de los derechos humanos, las transformaciones de la legislación penal o el funcionamiento del sistema de justicia son algunos de los objetivos que perseguían o persiguen esas asociaciones.

Pero, si hay una característica que distingue a las OCS dedicadas a cuestiones de seguridad ciudadana, como sostiene Smulovitz, es su fuerte participación en los procesos de elaboración de políticas públicas de seguridad a lo largo de los últimos años. En la Argentina de la post dictadura, los gobiernos han tendido a consultar a las OCS que se ocupan de la seguridad de manera recurrente, convirtiéndolas en actores de peso del campo de la seguridad. Durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) han sido consultadas y convocadas organizaciones tan disímiles ideológicamente como el CELS y la Fundación Axel Blumberg, lo que habla del papel preponderante de las OCS como interlocutores para los actores políticos de la época (Calzado, 2015). En esos intercambios también puede leerse la “tendencia populista” de la política criminal contemporánea que señala David Garland (2005), para quien las leyes y las políticas públicas de seguridad son cada vez más permeadas por la influencia de la opinión pública.

La ONG Salvemos al Fútbol nace al calor de esos antecedentes, y se inscribe en el grupo de las OCS que trabajan para garantizar el acceso a derechos. SAF es innegablemente un producto del clima de época que describimos anteriormente (Delgado, 2010), ya que su función central va a ser el reclamo hacia los tres poderes del Estado, la visibilización de los hechos de violencia y corrupción alrededor del fútbol, y el acompañamiento y reivindicación de las víctimas de la violencia en las canchas.

Salvemos al Fútbol fue creada a partir de la iniciativa de Mónica Nizzardo, por entonces dirigente y encargada de prensa de Atlanta, club de la tercera división del fútbol argentino. Durante el año 2005, Nizzardo había sido víctima de ataques por parte de miembros de la barra brava de su club dentro de la institución, tras lo cual renunció a su cargo y denunció formalmente a las personas que atacaron. Docente primaria, actriz de teatro y ex tecladista de bandas de heavy metal, Nizzardo era poseedora de una personalidad muy frontal y combativa, que, en un ámbito dominado por el secretismo, los “códigos” y la doble moral como es el mundo del fútbol, rápidamente la convirtió en un personaje disruptivo y temerario.

Durante el proceso legal que la enfrentó a los barras de Atlanta, Mónica conoció a Liliana Suárez, la madre de Daniel García, un joven asesinado durante enfrentamientos entre hinchas argentinos en la Copa América 1995 de Uruguay. La actividad de Liliana en búsqueda de justicia para su hijo fue incansable. Pero más de 10 años después del crimen, no existía aún un proceso judicial activo, y la mayoría de los sospechosos, miembros de la barra de Deportivo Morón que tenían vínculos de intercambios con el intendente del municipio de Morón, no estaban ni siquiera procesados.

La alianza entre Nizzardo y Suarez habilitó rápidamente la idea de crear una estructura legal para luchar contra la impunidad de los crímenes relacionados con la violencia en el fútbol -en 2006, más del 90% de las víctimas de la violencia en el fútbol ocurridas hasta entonces permanecían impunes- (Bergés & Nizzardo, 2015). Esa idea terminó de cristalizarse cuando recibieron el apoyo de Mariano Bergés, abogado penalista que fuera el Juez de instrucción más joven en acceder a ese cargo en la Ciudad de Buenos Aires (Nizzardo, 2015). A cargo de varias causas de impacto mediático durante el ejercicio de su mandato -procesó al entonces presidente de Boca Mauricio Macri y al diputado y sindicalista Luis Barrionuevo debido a los enfrentamientos entre hinchas de Boca y Chacarita en 2003-, Bergés había renunciado a su puesto en Tribunales en 2004 y se hallaba trabajando en el ámbito privado.

Siendo Liliana Suárez la cara visible de un grupo de familiares de víctimas de la violencia en los estadios, Bergés, la pata jurídica, y Nizzardo, una todoterreno que recorría juzgados y medios de comunicación diariamente, Salvemos al Fútbol rápidamente se posicionó como una referencia respecto al fenómeno de la violencia en el fútbol. La ONG se conformó como asociación civil legalmente, y una organización subsidiaria de SAF pero sin personería jurídica se fundó al interior de su seno: Familiares de Víctimas de la Violencia en el Fútbol Argentino [FAVIFA], presidida por Liliana Suárez e integrada por familiares que habían perdido a sus seres queridos en incidentes en los estadios (por ejemplo, Norma, la madre de Matías Cuesta, asesinado de un piedrazo por hinchas de Talleres de Córdoba en Caballito durante ese mismo año, 2006).

Salvemos al Fútbol fue durante los primeros tiempos un espacio por el cual circulaban no solo personas que querían denunciar hechos de violencia, sino ciudadanos que se sentían atraídos por la temática o que deseaban comprenderla. De esa manera, además de hinchas y socios de los clubes, participaron también abogados, periodistas, politólogos, estudiantes y cineastas, entre otros perfiles. Y pese al número reducido de miembros formalmente asociados, que oscilaba entre los 8 y los 16 durante las asambleas generales entre 2006 y 2012, la asociación recibía cientos de correos, mensajes en el sitio web (www.salvemosalfutbol.org) y llamados de personas que manifestaban su apoyo, su solidaridad o que buscaban ayuda de algún tipo.

De esta manera, las voces de SAF y FAVIFA comenzaron a circular por los medios de comunicación y los foros de hinchas, tanto en Buenos Aires -su base de operaciones-, como en el interior y exterior del país. En sus primeros años de existencia, SAF tuvo una actividad muy profusa, que incluyó, entre otras cosas, la realización de denuncias judiciales a barras, dirigentes y funcionarios; la convocatoria de movilizaciones públicas de reclamo frente a la AFA; la producción de una obra de teatro y de un largometraje sobre la temática de la violencia en el fútbol (Tesoriere, 2009); el reconocimiento de la Legislatura porteña por la actividad realizada; el dictado de talleres en escuelas secundarias; la edición de una revista en idioma inglés; la colocación de una plaqueta en homenaje a las víctimas de la violencia en el fútbol en la Plaza de Tribunales; la participación en convenciones globales de hinchas (en Escocia y en Turquía), la edición de un libro y el soporte y acompañamiento a víctimas y familiares de víctimas.

Figura 1

Manifestación de Salvemos al Fútbol en la puerta de la Asociación del Fútbol Argentino

 

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Nota. Año 2009. Fuente: Fotografía propia tomada por el autor.

 

Sin embargo, donde más repercusión tuvo la ONG en sus primeros años de existencia, y luego continuaría teniendo, es en la participación en los medios de comunicación como “voz experta”. Ante cada episodio de violencia grave en el fútbol, Salvemos se convirtió en un punto de referencia para la información, incorporado como una fuente de consulta inmediata para los medios. Sin embargo, tal como señala Erick Neveu sobre los medios, estos "no son un simple soporte en el cual se proyectan los discursos de los actores movilizados, ellos son parte de la interacción" (2008, p. 102). Como señalamos en la introducción, para mediados de la década del 2000 la violencia en el fútbol ya estaba instalada como un problema público en Argentina y era concebida por la agenda mediática con los mismos parámetros que los del delito común. Salvemos al Fútbol aparece en ese escenario para ocupar un espacio vacante: visibilizar ese reclamo hacia el Estado y los actores políticos.

Consideramos que hubo tres acciones que pueden ser definidas como las más relevantes de SAF durante sus primeros seis años de vida -lapso donde Mónica Nizzardo ocupó la presidencia- en términos de repercusión mediática y de impacto a nivel de la sociedad civil. En primer lugar, la continuación y ampliación de la lista de víctimas de la violencia en el fútbol -que hasta los años 1990 había recopilado el periodista y sociólogo Amílcar Romero-, que se convirtió en un espejo y en una evidencia cuantitativa del fenómeno de la violencia en el fútbol, a la vez que un producto fetichizado por la prensa. A partir de la publicación de ese listado (Salvemos al fútbol, 2024), Salvemos al Fútbol le puso nombres y cifras al problema de la violencia, y desde entonces, el listado es constantemente referenciado por la gran mayoría de los artículos de prensa que hablan de la temática. La identificación, compilación y publicación del listado de víctimas operó también como una forma de memoria sobre esos fallecidos, en su mayoría jóvenes de sectores populares con muertes no esclarecidas, “muertos que no importan” como las definen Gayol y Kessler (2018). El listado de víctimas cobró fuerte relevancia social debido a que no existían (ni existen) datos oficiales sobre hechos de violencia en el fútbol en Argentina: así, la cuantificación de víctimas aparece como un indicador de la magnitud del problema de la violencia en el fútbol.

La segunda acción relevante de SAF en su primera etapa fue la participación activa, sostenida y militante de oposición al presidente del club Newell’s de Rosario, Eduardo López, quien en 2008 ocupaba el cargo desde hacía 14 años sin haber llamado a elecciones en los últimos dos períodos. La gestión de López estuvo signada por la corrupción (por ejemplo, nunca hizo públicas las recaudaciones de los partidos), el vaciamiento de la actividad social del club y de deportes pequeños, el poder otorgado a la barra brava para el manejo de cuestiones del club y el uso de la violencia y la intimidación como mecanismos de gestión política (Del Frade, 2008). Desde principios de 2008, Salvemos al Fútbol apuntaló y ayudó con actividad judicial y mediática a un grupo de socios auto convocados que reclamaban la democratización del club, proceso que duró todo aquel año. Mediado por aprietes y amenazas múltiples de la barra que apoyaba a López, sobre los auto convocados y sobre miembros de SAF (Bergés, 2015), ese proceso concluyó con el llamado a elecciones en diciembre, que finalmente terminó con el mandato de López en Newell’s. Una vez fuera del poder, López enfrentó varias causas judiciales en su contra que lo persiguieron hasta el momento de su muerte.

La tercera acción consistió en un proceso similar al de Newell’s, aunque con menos intensidad, ocurrido en Independiente de Avellaneda. SAF fue contactada a inicios de 2009 por un grupo de socios opositores a la gestión del entonces presidente Julio Comparada, quien estaba acusado de tener fuertes vínculos mercantiles con la barra brava del club. A lo largo del proceso electoral, donde ese grupo de socios participó con el nombre de Independiente místico, SAF jugó el rol de auditor ciudadano. Las elecciones celebradas el 18 de diciembre de 2011, donde compitieron Baldomero Álvarez (ex intendente del municipio de Avellaneda), Noray Nakis (delfín del histórico presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona) y Javier Cantero, representante de Independiente místico, no estuvieron exentas de tensión, amenazas y momentos difíciles (Nizzardo, comunicación personal, 03 de agosto de 2015). Finalmente, Cantero se impuso con el 55% de los votos, superando a estructuras que contaban con el apoyo del gobierno provincial, de aparatos sindicales y de la AFA (Cantero, 2014). Luego, la historia de Cantero como presidente de Independiente marcaría un capítulo aparte en la historia de la seguridad deportiva en Argentina.

En suma, lo que reflejan esas tres acciones es la influencia que tuvo Salvemos al Fútbol en la construcción del escenario de la violencia en el fútbol como problema público; asimismo, los cambios que en el interior de los clubes hizo posible de alguna manera el discurso enarbolado por la ONG. El derrocamiento de López y la victoria de Cantero fueron posibles gracias a la base de sentido que el discurso de SAF vehiculizó, en particular sobre la corrupción, los manejos discrecionales, los poderes enquistados y la violencia como forma de gestión. Y, el listado de víctimas en particular, fue una herramienta que le puso número, nombre y rostro al fenómeno de la violencia en el fútbol, traduciendo el fenómeno definitivamente como un problema político.

En paralelo, SAF llevó adelante una fuerte actividad de denuncias judiciales a los organismos públicos encargados de la seguridad en los estadios, tanto nacional como provinciales. Esos organismos, creados entre los años 2003 y 2005, se erigieron desde su fundación como los poseedores del saber legítimo estatal sobre la gestión de la violencia en el fútbol, y estuvieron encabezados por funcionarios civiles y policiales (Murzi, 2021). En 2009, Salvemos al Fútbol denunció a la SUBSEF, organismo nacional de seguridad deportiva, por incumplimiento de roles de funcionario público, y también a la Asociación del Fútbol Argentino y a la Selección Nacional por facilitar el acceso de grupos violentos a los estadios.

 

La producción social de conocimiento científico y la tensión entre punitivismo y prevención

Desde nuestra perspectiva, el rol de la ONG Salvemos al Fútbol fue de gran importancia en la visibilización y en el debate público sobre el fenómeno de la violencia en el fútbol a partir de 2006. Pero, además, la organización fue pionera en generar conocimiento científico cuantitativo sobre el fenómeno de la violencia en el fútbol.

En el año 2008 se crea dentro de SAF una pequeña estructura de investigación (el Departamento de Investigaciones - DISAF) conformada por profesionales de las ciencias sociales y liderada por el sociólogo Santiago Uliana, cuyo objetivo era generar conocimiento científico sobre el fenómeno de la violencia en el fútbol. Recodemos que en aquel momento ya existía un buen número de trabajos académicos realizados en Argentina, principalmente desde la perspectiva etnográfica (Garriga Zucal, 2007 Moreira, 2005; Gil, 2007 y otros), aunque también desde la investigación sociológica (Archetti y Romero, 1994), cuya figura aglutinante y de referencia era Pablo Alabarces (2002, 2004 y otros). La novedad del DISAF fue que trabajó casi exclusivamente desde una perspectiva cuantitativa, a partir de la generación de estadísticas sobre las muertes en el fútbol, que fueron el insumo principal de sus informes (Uliana et al., 2013 y 2014). El punto de partida o perspectiva teórica sobre la cual se construyeron los datos estadísticos se basó en considerar a las muertes –en tanto resultado extremo de un acto de violencia– como un indicador para dar cuenta de la violencia en los estadios y alrededores, en tanto “picos de atención” sobre un problema público en ciernes, tal como lo define en su texto clásico Anthony Downs (2017). De esta forma, las luctuosas situaciones que involucran víctimas en los estadios funcionaban como un termómetro indirecto de las violencias asociadas al fútbol.

La generación de datos estadísticos sobre muertes en el fútbol del DISAF sirvió para traducir la problemática de la violencia en un lenguaje más accesible para los medios de comunicación y los actores políticos. Y también para complementar con una mirada macro los análisis etnográficos que se estaban produciendo desde las ciencias sociales.

Hasta aquí hemos hablado de SAF como un todo homogéneo, como un actor individual exento de contradicciones. Esa forma de presentar a la ONG ha sido funcional a nuestro relato, en el que tratamos de dar cuenta del rol de la asociación para el escenario de la violencia y el campo de la seguridad deportiva. Pero, como toda institución, o incluso todo grupo humano formado por distintos individuos, las diferencias de perspectivas, de opiniones y de posturas no estuvieron ausentes. En este sentido, los diagnósticos y las medidas para abordar la violencia fueron objeto de intensos debates en el seno de la asociación. Mientras que Mónica Nizzardo, fundadora de SAF, y otros miembros consideraban que era necesario prohibir en los estadios a toda persona identificada con una barra brava, otros integrantes abogaban por posturas más interpretativistas que priorizaban el diálogo. Esas dos posiciones llegaron a generar fuertes debates y acusaciones entre los miembros, e incluso documentos cruzados que fueron publicados en el sitio web.

En ese sentido, una de las grandes controversias de SAF, al menos durante los años que Nizzardo estuvo al frente (2006-2012), fue que su discurso público no pudo escapar del sentido común dominante sobre el “problema barrabrava”. Muchos de sus miembros, debido en parte a sus biografías, pero también por posturas ideológicas sobre la violencia, el delito, el castigo y la seguridad, consideraban a los barras como enemigos sociales que debían ser prohibidos de los estadios y encarcelados. Muchas veces, las discusiones internas en la ONG tuvieron como eje, por ejemplo, si era ético hablar con miembros de las barras o no. Nizzardo se mostraba absolutamente en contra y, en una ocasión, incluso declinó la invitación a un evento oficial al saber que posiblemente asistiría una persona que había pertenecido a una barra. En ese punto, su discurso coincidía con el dominante en los medios de comunicación, que consideraba a las barras como sujetos punibles y perjudiciales a los que solamente les cabía el castigo por su pertenencia a una barra (Alabarces, 2014). La adecuación del discurso de varios miembros de SAF con el promovido por los medios de comunicación reproducía lo que Bourdieu (1996) denominaba “la circulación circular de la información”: contenidos de los medios de comunicación que expresan lo que la mayoría de las personas dicen y, por ende, desean que sea dicho, operación discursiva que reproduce inevitablemente el statu quo.

La principal crítica que puede hacérsele a SAF durante esos primeros años de actividad se deriva de esto que señalamos. Producto del espíritu libre y horizontal de funcionamiento de la asociación, nunca existió una postura institucional sobre los temas que estaban en debate (la seguridad, el castigo, etc.). Existían, sí, grandes ideas a las que todos adherían (la búsqueda de justicia, la oposición al histórico mandamás de la AFA Julio Grondona, la condena de los hechos de violencia), pero luego, a la hora de hablar públicamente, cada miembro podía expresar sus ideas personales libremente. En este sentido se generaron muchas contradicciones en el discurso público de la ONG. Si pensamos con Garland (2005) que las sensibilidades sociales sobre el crimen y el castigo se generan tanto en la experiencia propia del delito como en las representaciones construidas por los medios de comunicación, podemos entender que esas sensibilidades sean mayormente punitivas (Rodríguez Alzueta, 2015). En el caso de Mónica Nizzardo, atacada y desplazada de su trabajo por miembros de una barra brava, o de madres como Liliana Suárez, quienes habían perdido a sus hijos asesinados por hinchas identificados con las barras, su discurso estaba evidentemente permeado por los hechos de su biografía, e iban en línea con el discurso dominante de los medios de comunicación.

Las repercusiones del trabajo de SAF atrajeron la atención de medios de todo el mundo, y varios de sus miembros aparecieron en reportajes a lo ancho de todo el globo. Sin embargo, luego de seis años de intenso trabajo y esfuerzos personales -la ONG nunca tuvo financiamiento, y los miembros aportaban su trabajo de forma gratuita-, eran perceptibles los signos de agotamiento. Como lo explica Neveu (2008), “las situaciones de movilización intensas tienen también como efecto desplazar las fronteras entre vidas públicas y vidas privadas, y estructurar toda la experiencia vivida alrededor del conflicto” (p. 75). La actividad de Mónica Nizzardo en SAF fue de un involucramiento tal que en un momento dado su departamento personal pasó a ser la sede de la ONG. Esa inversión de energía vital en el trabajo de la asociación la llevaría a renunciar a fines de 2012 y alejarse drásticamente de la temática.

 

La segunda etapa de Salvemos al Fútbol (2013-2023)

En diciembre de 2012 y mediante una carta, Mónica Nizzardo abandonó la ONG Salvemos al Fútbol por voluntad propia. En ese texto señalaba estar “agotada y frustrada” de que el problema de la violencia en el fútbol no evolucionase, y que siguieran reproduciéndose los mismos lazos de connivencia entre barras y funcionarios políticos y policiales. En este sentido, la renuncia de Nizzardo puede leerse en conjunto con el declive de la “lucha” del entonces presidente de Independiente Javier Cantero, quien luego de ganar las elecciones en 2011 trazó como principal faro de gestión la erradicación de la barra brava de su club. Con esa disputa, Cantero logró enorme visibilidad mediática y social en un primer momento, para luego consumirse en episodios dantescos, falta de apoyos y problemas de todo tipo que terminaron con Independiente descendiendo a segunda división por primera vez en su historia (Cantero, 2014). Así, Nizzardo y Cantero, desde espacios de la sociedad civil (una ONG y un club), se toparon con los límites que posee la denuncia como mecanismo de cambio social y como herramienta de interpelación a los poderes estatales en la Argentina contemporánea.

A partir de la renuncia de Nizzardo, SAF comenzó a virar hacia un discurso más analítico, más amplio y menos punitivo (pero también de menor impacto sobre la sociedad civil), cuando otros actores fueron cobrando protagonismo, en particular profesionales de las Ciencias Sociales. Primero Liliana García y luego Mariano Bergés oficiaron como presidentes de la asociación, y luego se incorporó Belén Nassar como gestora y responsable de la comunicación, en un contexto general en donde la violencia en el fútbol ya era un fenómeno con aristas diferentes al de 7 años atrás cuando se fundó la ONG.

En primer lugar, si bien las muertes de hinchas continuaban a la orden del día, una nueva dinámica se instaló como foco principal de los conflictos que terminaban con fallecidos: las peleas por poder y dinero al interior de las propias barras (Cabrera, Czesli y Garriga, 2016). Las muertes incluidas en el listado pasaron a ser mayormente de hinchas asesinados por sus compañeros de tribuna, muchas veces por motivos alejados del fútbol y cercanos a las economías informales e ilegales donde participan las hinchadas (Cabrera, Garriga y Murzi, 2019). Esto tuvo una consecuencia visible en el impacto social y mediático de las muertes, que fueron asociadas a peleas criminales y no a la “fiesta del fútbol”, restándoles importancia social y vigor como hechos de alta conmoción. Así, las muertes comenzaron a perder centralidad en la tracción del problema de la violencia en el fútbol, en detrimento de hechos que afectaran el desenvolvimiento del espectáculo, más allá de que no implicasen víctimas fatales. El episodio del “gas pimienta” en 2014, cuando un hincha de Boca lanzó gas desde la tribuna hiriendo a futbolistas de River, y sobre todo el ataque con piedras sobre el micro de Boca cuando llegaba al estadio Monumental de River para disputar la final de la Copa Libertadores en 2018, fueron episodios que merecieron mucha más atención, cobertura y análisis que cualquier muerte del fútbol durante la década del 2010 (Murzi, 2021).

En segundo lugar, la evolución de las agendas públicas de reflexión sobre la violencia, motorizadas por los movimientos feministas, ampliaron el foco de prácticas y conductas que comenzaron a ser identificadas como “violencias”. Con el efecto magnificador de las redes sociales y los medios digitales, los hechos que ingresan a la categoría “violencia en el fútbol” dejaron de limitarse a la violencia física (peleas, muertes, ataques, etc.) y se expandieron hacia nuevas formas de violencia, simbólica y discursiva, como el racismo, la discriminación, la homofobia, el antisemitismo y la xenofobia. Fenómenos presentes desde siempre en el mundo del fútbol pero que pasaron a ser identificados como violentos y extemporáneos por los discursos mediáticos (Hang, 2022).

En este último sentido, el viraje interpretativista y más alejado de lo punitivo que emprendió Salvemos al Fútbol respecto a sus posturas públicas y a su agenda de trabajo interna, coincidió con el clima de época (Woods y Butler, 2020). En su nueva etapa, la ONG desplegó una serie de ejes de trabajo que se materializaron en producciones, vinculaciones y posturas públicas. El primero de esos ejes fue motorizado por la necesidad de trabajar con el fútbol desde la intervención social, y no solo desde la denuncia judicial o el comentario como lo venía haciendo la ONG. La intervención se dio fundamentalmente en dos espacios: brindando talleres de reflexión y concientización sobre violencias en escuelas, clubes y otros espacios sociales, y con trabajo social en las inferiores de los clubes con fútbol profesional. Esta última veta comenzó a desarrollarse a partir del trabajo del antropólogo Federico Czesli y del autor de este texto, y supuso diferentes experiencias en clubes como Nueva Chicago, Estudiantes de la Plata, Argentinos Juniors, Huracán y Excursionistas, todos de Buenos Aires. El abordaje del trabajo con futbolistas en formación pasó por la idea de vulnerabilidad (Czesli y Murzi, 2016), situación en la que se encuentra buena parte de esos jóvenes que persiguen la gloria del fútbol profesional. En 2018, la detección de varios casos de abuso sobre jóvenes futbolistas del club Independiente mostró al gran público esas vulnerabilidades y la precariedad de las estructuras formativas argentinas (Molina, 2018).

Asimismo, el dispositivo de charlas y talleres con diferentes actores del fútbol (futbolistas, entrenadores, hinchas) y con población general (alumnos de escuelas primarias y medias) se convirtió en la forma privilegiada de intervención social de la ONG, y la que les permitió a sus miembros problematizar los alcances de las violencias en el fútbol, muchas veces naturalizadas e invisibilizadas. En esos talleres prontamente se incorporaron las discusiones sobre géneros y masculinidades, un tema central de la agenda de violencias a partir de la década de 2010 (Hang y Moreira, 2020).

Otra novedad para Salvemos al Fútbol en su nueva etapa fue la adjudicación de proyectos del gobierno municipal de la Ciudad de Buenos Aires para realizar trabajo social desde el deporte en barrios marginalizados del distrito. Durante su primera etapa, SAF se había mantenido al margen del financiamiento estatal, como señalamos. Luego de discusiones internas, a partir de 2013 se decidió que la nueva veta de intervención social no podía realizarse sin financiamiento institucional, y así la ONG comenzó a participar de convocatorias a proyectos para las organizaciones de la sociedad civil. Entre 2014 y 2018, fruto de esos financiamientos, SAF brindó clases y talleres de fútbol en distintos barrios vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires, replicando experiencias de otras organizaciones de países como Ecuador o México (Trejo y Buarque de Hollanda, 2015). Asimismo, la experiencia de trabajo social con barras llevado a cabo por el Programa “Goles en Paz” en Colombia, también sirvió como referencia desde mediados de la década de 2010 en adelante.

Figura 2

Realización de talleres sobre fútbol en Villa Lugano, Ciudad de Buenos Aires.

 

Nota. Año 2017. Fuente: Belén Nassar.

En línea con la lógica de pensar las violencias de manera ampliada, entendiendo con Riches, que “lo que se define como violencia es la disputa por los sentidos entre la tríada: víctima, ejecutor y testigos” (1988, p. 65) y que “estas disputas por la significación vinculan a actores que desde distintas ópticas pugnan por imponer sentidos y significados” (ídem), la ONG comenzó a producir material de circulación libre sobre un fenómeno creciente como el racismo. Así, en colaboración con la organización inglesa Football Against Racisme in Europe lanzó una serie de documentos sobre el racimo que tuvieron amplia circulación: “Cosas de negros: Racismo, xenofobia y discriminación en el fútbol argentino” (2020). En esos documentos, confeccionados entre otros por el Dr. en Ciencias Sociales Javier Bundio y por el Lic. Javier Szlifman, se problematiza la historia de los africanos en el futbol argentino y se pone de manifiesto la manera en que muchas violencias se ocultan bajo el “folklore” en las narrativas del fútbol argentino.

Sin embargo, el hecho de trabajar más sobre las cuestiones culturales de la violencia no postergó la injerencia de la ONG en su actividad judicial ni en su rol de actor de la seguridad deportiva. Respecto a la primera, SAF, a través de su presidente, el abogado Mariano Bergés, intervino activamente en la causa judicial ligada al asesinato de Leonardo Boladían y Walter Palacios, dos hinchas del club Newell’s Old Boys de Rosario en 2013. Los dos hombres viajaban en una camioneta junto a otros hinchas de Newell’s, desde Rosario hacia la Ciudad de Buenos Aires, cuando fueron interceptados por una motocicleta y agredidos a balazos (Diario La Capital, 12 de enero de 2017). Tras un proceso judicial de tres años en el cual Bergés ayudó a los familiares de las víctimas, se concluyó con la sentencia de 30 años de prisión al autor de los disparos. El proceso fue complejo dado que hubo poca o nula colaboración de los organismos de seguridad y la policía rosarina. Así lo reflejaba el comunicado de la ONG tras la sentencia, en 2017:

quedó un sabor amargo a los familiares de las víctimas -muertos y heridos-. Es que pese a los pedidos en tal sentido, no se los recibió durante más de dos años por las autoridades provinciales o municipales. No debe olvidarse que se imputó también a los responsables del organismo a cargo de la seguridad en el fútbol, y a la policía provincial, por el errado y poco eficiente operativo policial. También se imputó a funcionarios de la Intendencia de Rosario, toda vez que justo ese día, y a esa hora, los domos que deberían guardar las imágenes de lo sucedido, no funcionaron. ¡Cuándo no! (SalvemosalFútbol.org, 07 de febrero de 2017)

Más allá del reclamo al Estado que trasmite ese comunicado, se puede señalar como un hecho positivo que la causa haya llegado a juicio y el juicio terminado en condena de los responsables. Recordemos que cuando la ONG se creó, más del 90% de los muertos del fútbol quedaban impunes, y que una de las metas de la asociación era hacer justicia sobre las víctimas. En el caso de Boladián y Palacios el episodio compartía muchos de los elementos de otros episodios que no llegaban a ser resueltos por la Justicia, de allí que podamos ver como un triunfo de SAF la condena efectiva a los autores de los crímenes de estos hinchas de Newell’s.

En la misma senda de motorizar cambios a través de denuncias, SAF realizó dos de impacto en los años 2017 y 2018: una al Jefe de la Policía Federal por encubrimiento de un barrabrava, y otra a la AFA por falta de garantías para la realización de un superclásico en la ciudad de Mendoza.

También, la que llamamos “segunda etapa” de la ONG incluyó reuniones con autoridades de la AFA para discutir el problema de la violencia, algo que en la “primera etapa” era impensado debido a la presencia de Julio Grondona en la casa madre del fútbol argentino. Presidentes de la AFA como Luis Segura, y funcionarios importantes como Pablo Toviggino, tuvieron reuniones con la asociación, aunque lo que primó fue la eterna postura de AFA de considerarse víctimas del problema y no parte de él (Murzi, 2021).

Por último, en relación con la gestión de la seguridad, la asociación generó un documento de alta circulación y repercusión hacia el final del mandato presidencial de Mauricio Macri, cuando publicó El problema de la violencia en el fútbol hoy. Diagnósticos, datos y reflexiones para pensar la seguridad deportiva en la Argentina (Murzi y otros, 2019). Allí se hizo una evaluación crítica del escenario de la seguridad deportiva estatal entre 2016 y 2019 basado en datos cuantitativos, una herramienta propia, dado que no existen datos oficiales del fenómeno. Con la construcción de su propia base de datos, SAF logró realizar análisis nuevos y originales sobre el problema, que rápidamente fueron recogidos por actores políticos y estatales.

 

Conclusiones

En la Argentina de las últimas décadas, las organizaciones no gubernamentales han cobrado gran importancia y en ocasiones resultaron fundamentales como instancias mediadoras entre la sociedad civil y el Estado. A lo largo de años marcados por el achicamiento o la legitimidad del Estado, las ONG han asumido con frecuencia la tarea de señalar y denunciar aquellas situaciones y procesos que afectan negativamente a la comunidad. Dentro del mundo del fútbol argentino, Salvemos al Fútbol asumió este rol desde su creación en el año 2006, con el objetivo de hacer visibles situaciones irregulares, violentas o ilegales que tuvieran lugar cotidianamente en los clubes y en los estadios y cuyos principales damnificados son los hinchas. A lo largo del artículo presentamos una historia breve, sintética, y, como toda reconstrucción de acontecimientos, arbitraria. Como cierre recuperaremos tres ideas mencionadas en el texto que dan cuenta de las encrucijadas internas de una organización social en el marco de una problemática compleja como la violencia, desplegada en el deporte más popular del país.

En primer lugar, volveremos sobre las tensiones que provoca en una OSC la pregunta por las fuentes de financiamiento. Más aún, en una asociación cuyo propósito no es “vendible” en el mercado, y que incluso disrumpe y amenaza a economías informales e ilegales y molesta al statu quo imperante en un mundo conservador como es el fútbol. Salvemos al Fútbol nunca fue financiada por el Estado ni por otras instituciones, locales ni globales, más allá de algunos proyectos puntuales ganados en convocatorias abiertas en donde el dinero sirvió exclusivamente para llevar a cabo dichos proyectos. SAF siempre funcionó “a pulmón”, por el trabajo voluntario y desinteresado de sus miembros, quienes incluso han puesto dinero de su bolsillo para costear servicios o actividades de la organización. Mariano Bergés ha asesorado gratuitamente a familiares de víctimas de la violencia, en ocasiones viajando por su cuenta a juzgados en otras ciudades para continuar esos procesos. De allí que la discusión por el financiamiento, o por el “aporte” de dinero de algunos actores haya generado idas y vueltas morales en más de una ocasión. ¿Puede una organización que denuncia hechos de corrupción de dirigentes y funcionarios recibir dinero de la Asociación del Fútbol Argentino, donde trabajan las mismas personas que está denunciando? Esa pregunta se instaló entre los miembros de SAF en 2008 cuando llegó una propuesta de la AFA de aportar dinero a la asociación. La respuesta colectiva fue negativa, y se prefirió conservar la independencia antes que recibir el dinero, pero el ejemplo sirve para poner en tensión la lógica mercantil de una organización de gestión social.

El segundo elemento que queremos traer a reflexión son los distintos usos de la violencia por los diferentes actores sociales, muchas veces antagónicos al abordaje del problema que tuvo la organización. Señalamos que la violencia en el fútbol adquiere, siguiendo a Missé (2011) el carácter de “mercancía política” en Argentina, dado que puede influir en la ganancia o pérdida de capital político de los actores de gobierno. Ese status la convierte en un tema de delicado tratamiento debido a los intereses que puede dañar. Y en esa lógica, los medios de comunicación juegan un rol preponderante, no ya únicamente como difusores de contenidos, sino como actores políticos que eligen qué mostrar y qué ocultar. Los hechos de violencia en el fútbol fueron proyectados en determinados medios opositores al gobierno de turno como manera de crítica o deslegitimación a ese gobierno. Y en ese concierto de intereses corporativos, Salvemos al Fútbol experimentó a lo largo del tiempo diferentes usos y adecuaciones de su mensaje y su objetivo. Medios que buscaban la voz de la ONG para mostrar la violencia en momentos de “oposición” al gobierno de turno, luego silenciaron su interés al cambiar ese gobierno por uno más cercano a sus simpatías (o intereses). El uso político y mediático de la violencia, en tanto tema sensible de agenda pública, fue una evidencia que la ONG comprobó a lo largo del tiempo, debiendo equilibrar entre las consultas bienintencionadas y aquellas que perseguían beneficiarse sin interés real por el problema.

Y, en tercer término, una disyuntiva que atravesó la historia de la ONG, como señalamos, fue la oposición ideológica respecto al control y al castigo entre sus propios miembros. Esa tensión entre punitivismo e interpretativismo respecto al fenómeno de la violencia, y entre castigo o prevención respecto a las hinchadas, ofició como divisoria de aguas al interior de la asociación. Estaban quienes nunca se sentarían en la mesa con un barrabrava, y estaban quienes deseaban tener ese diálogo para comprender mejor los sentidos que esos hinchas le asignaban a sus prácticas y así poder modificarlas. En ese sentido, las biografías personales de los miembros de una organización muchas veces producen diferencias de criterios sobre la base de objetivos comunes: en SAF todos deseaban la pacificación de los estadios, lo que no era unánime era la vía para lograrlo.

 

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[1] Diego Murzi es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Licenciado en Sociología por esa misma casa de estudios. Es Magíster en Sociología General por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (Francia) y Post-Doctorado por la Universidad Nacional de San Martín (Argentina). Se desempeña como Investigador asistente del CONICET con sede de trabajo en la Escuela IDAES de la Universidad Nacional de San Martín. En esa institución también es docente y coordinador del Observatorio Social del Deporte y del Programa de Estudios Sociales sobre Deportes. También colabora en la ONG Salvemos al Fútbol. https://orcid.org/0000-0003-1270-7276

[2] Según datos recopilados por la ONG Salvemos al Fútbol: https://salvemosalfutbol.org/lista-de-victimas-de-incidentes-de-violencia-en-el-futbol/

[3] Según el índice Global Peace Index que se realiza anualmente (http://visionofhumanity.org/indexes/global-peace-index/)

[4] Entre ellos, la llamada “Tragedia de la Puerta 12” donde murieron 71 personas en el estadio de River en 1968, que consistió en la tragedia de mayor magnitud ocurrida alrededor de un espectáculo masivo en la historia argentina, hasta el año 2004, cuando fallecieron 194 personas en la discoteca República de Cromañón.

[5] “Es una técnica de interpretación de textos, ya sean escritos, grabados, pintados, filmados (…) se basa en la lectura (textual o visual) como instrumento de recogida de información, lectura que a diferencia de la lectura común debe realizarse siguiendo el método científico, es decir, debe ser, sistemática, objetiva, replicable, y válida” (Andreu Abela, 2011, p. 162).