Ciudadanías experimentales
Experimental citizenships

Ricardo Toledo Castellanos 1

Maestro en Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano
Magíster en Filosofía de la Universidad Del Rosario
Profesor-investigador de tiempo completo y coordinador del área de Historia del Arte en el Departamento de Artes Visuales y en la Maestría en Creación Audiovisual, y editor general de la revista Cuadernos de música, Artes Visuales y Artes Escénicas (MAVAE) de la Pontificia Universidad Javeriana

Cómo citar: Toledo Castellanos, R. (año). Ciudadanías experimentales. Desbordes, vol. (número), pp. DOI: https://doi.org/10.22490/25394150.3692

Toledo Castellanos, R. (). Experimental citizenships. Desbordes, vol. (Number), pp. DOI: https://doi.org/10.22490/25394150.3692

Este trabajo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Attribution 4.0.

This work is under the Creative Commons Attribution 4.0 license.

Resumen

El texto de este documento reúne reflexiones desarrolladas en varias investigaciones alrededor de problemáticas ligadas a la necesidad tan humana de abrir espacio para la existencia. Desde mi tesis de maestría hallé en el término heideggeriano Abrir mundo2 un nombre para ese asunto. Englobadas en la noción de Ciudadanías Experimentales, presento una serie de propuestas de resistencia al modelo de ciudad en tanto estructura de jerarquía y marginación que sirve prioritariamente a la acumulación de riqueza. Se desarrollan aquí reflexiones y prácticas desde proyectos de investigación y creación artística que contribuyeron a poner en evidencia vacíos y contradicciones de instancias de gobierno y de mercado cuando pretenden la captura de prácticas vitales no ceñidas a sus valores e intereses.

Introduzco la problemática del desplazamiento espacial de los pobres en la ciudad capitalista a partir de observaciones históricas en imágenes de las ciudades de Potosí y París. A continuación, desarrollo ciertos principios del estar-en-el-mundo a partir del proyecto de investigación-creación La ciudad como matriz de territorios3 , alrededor de la vivienda informal autoconstruida y el proyecto de creación Museo del Andén4 , donde expongo cómo los miembros del grupo de trabajo aprovechamos procedimientos artísticos como estrategias de mediación y activación de relaciones de intercambio derivadas de la economía informal en espacios públicos. Al cierre, el acercamiento a la obra Atlas del centro de Bogotá (2019), del grupo de artistas Colectivo Circular me permite consolidar la noción de ‘ciudadanías experimentales’ al reunir rasgos de su proceso de producción, dialogante y nómada.

Palabras clave
Autopoiesis, informalidad, autoconstrucción, control, ciudad, resistencia, arte.

Abstract

This work brings together some reflections developed in various investigations about the problems linked to the very human need to open space for existence.

On my master's thesis I have found in the Heideggerian term Open world a name for that matter.
Included in the notion of Experimental Citizenships, I present a series of proposals for resistance to the city model as a hierarchy and marginalization structure that primarily serves the accumulation of wealth. Reflections and practices are developed here from research projects and artistic creation that contributed to highlighting gaps and contradictions of government and market instances when they seek to capture vital practices that are not limited to their values ​​and interests.

I introduce the problem of spatial displacement of the poor people in the capitalist cities from historical observations in images of the cities of Potosí and Paris. Next, I develop certain principles of being-in-the-world from the research-creation project The city as a matrix of territories, around self-built informal housing and the creation project Museo del Andén, where I expose how members of the working group we take advantage of artistic procedures as mediation strategies and activation of exchange relations derived from the informal economy in public spaces. At the end, the approach to the work Atlas of the center of Bogotá (2019), by the group of artists Colectivo Circular allows me to consolidate the notion of ‘experimental citizenships’ by bringing together features of its production process, dialogical and nomadic.

Keywords: autopoiesis, informality, self-construction, control, city, resistance, art.

La ciudad5

La estructura de poder que instauró la ciudad moderna ha requerido, con voraz apetito, sujetos docilizados que alimenten con su esfuerzo los sistemas que la hacen existir. Las políticas que han administrado las ciudades capitalistas y modernas se fundamentan en la normalización de las existencias, para captar y absorber la mayor cantidad de sus fuerzas vitales. Como lo ha hecho patente Michel De Certeau (2007, pág. 211), desde su consolidación colonial la lógica de la producción capitalista “engendra su espacio discursivo y práctico, a partir de puntos de concentración” (escuelas, fábricas y especialmente ciudades) y paralelamente rechaza la existencia de los lugares que no crea.
Karl Marx (2000, pág. 243) planteó que el asesinato y esclavización de población indígena en las minas de oro y plata en América, la conquista y el saqueo de las Indias Orientales y la transformación de África en una reserva de caza comercial de pieles negras fundaron los procedimientos propios de la producción capitalista. El sociólogo Aníbal Quijano (2007) define la colonialidad como un elemento constitutivo específico del patrón mundial del poder capitalista, que se fundó en la clasificación racial-étnica, operante “en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia cotidiana y a escala social”, y comenzó su alcance mundial a partir de América (pág. 93). Esta visión se estableció como trasfondo espaciotemporal de la dominación y prácticas complementarias como el despojo territorial, la explotación (de esclavos, siervos, labradores, peones, obreros) y la invisibilización de sujetos subalternizados como mujeres, ancianos, niños, o relaciones no normalizadas por las normas culturales patriarcales y eurocentradas.  
A partir de dos imágenes de ciudades, me referiré en seguida a dos momentos de la relación Cuidad-domino, que nos permitirán rastrear formas y principios que perviven en una ciudad como Bogotá.
- La ciudad de Potosí, ubicada en la falda del Cerro Rico en Bolivia marca un paradigma del avance de la acumulación y la explotación capitalista en sus albores en la época de la Colonia. En el siglo XVII las minas allí ubicadas llegaron a generar la más alta producción de plata del mundo, impulsando el auge económico del Virreinato del Perú. Potosí llegó a tener más habitantes que ciudades como Madrid, Londres o París. A finales del siglo XVI el aumento en la demanda de imágenes en talleres de Potosí, Quito y Cusco permitió implantar el imaginario religioso católico con ciertas conexiones simbólicas con divinidades autóctonas y permitió también reclutar mano de obra sumisa en las capillas.

Figura 1

Figura 01. Gaspar Miguel de Berrío. Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, 1758 182 x 262 cm. Museo colonial Charcas, Universidad Francisco Xavier de Chuquisaca.

El borramiento social y político de sujetos colonizados como mineros y sirvientes indígenas fue constitutivo de la cotidianidad y la normalidad en la ciudad colonial. La pintura Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, obra del pintor colonial Gaspar Miguel de Berrío (Figura 01), muestra detalladamente la conformación espacial de la ciudad, con una ubicación determinada para los indígenas (cerca de las minas y lejos de los centros sociales y ceremoniales), los blancos (dependiendo de su alcurnia y poder económico más cerca o lejos de la plaza), los mercados y las viviendas de unos y otros (Figura 02), las rutas de la ciudad y los accesos a las faldas del Cerro Rico.

Figura 2

Figura 02. Gaspar Miguel de Berrío. Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, detalle.

En la pintura de Berrío se hace patente la asignación espacial de los pobladores indígenas ausentes de la vida social de la cuidad en lugares eminentemente funcionales, o bien dirigiéndose a las minas, o bien confinados como sirvientes al interior de las casas. Según Santiago Castro-Gómez (2010), las políticas del territorio implementadas por el Imperio español, con el fin de convertir a las colonias “y sus pobladores en una cualidad objetiva, mensurable y, por ello mismo, controlable” (pág. 230) estriaron el espacio “mediante una estricta reglamentación de todos sus flujos” (pág. 248). Los mapas hicieron énfasis en las actividades económicas de la población y el potencial comercial de los recursos naturales (2010, pág. 236), desde la visión imperialista que localizó los centros de producción en las colonias y los lugares de recepción en Europa. La crítica marxista a las formas de expansión y explotación coloniales que consolidaron modernidad y capitalismo contribuyó a poner a la vista el orden clasificatorio de la colonialidad y su operatividad social.
- El plano de París de 1853, por Firmin Gillot (Figura 03), indicaba tanto las calles inauguradas como las que estaban en construcción en plena gestión del barón Haussmann (prefecto de París entre 1853 y 1870). En el grabado se visibiliza la redistribución espacial de funciones y derechos que definió la ciudad con la modernidad. En el plan de modernización que trazó Haussmann, se manifestó el ordenamiento jerarquizado de los flujos y ubicaciones de los sujetos en la nueva concepción de ciudad.

Figura 3

Figura 03. Firmin Gillot (1820-1872), Grabado de F. Delamare: Plan de Paris, con indicación de las calles nuevas y de los travajos en ejecución, 1853 49.6 x 34.0 cm. Brown University Library.

El ‘Plan de París’ se justificó como la solución a las problemáticas de hacinamiento y  desaseo en los sobrepoblados barrios antiguos de estructuras medievales. Mejoras tales como la construcción de alcantarillados y acueductos, la iluminación de gas en las calles, la creación y remodelación de parques se dieron en paralelo -y complemento- a la expulsión de los habitantes y la expropiación de sus propiedades y terrenos de aquellos barrios antiguos considerados indeseables. Las expropiaciones se justificaron principalmente para demoler antiguas edificaciones, abriendo así espacio a grandes plazas, con monumentos o edificios de referencia, con intersecciones de vías, y conexiones de acceso a estaciones de tren. Tecnología moderna como los ferrocarriles y el alumbrado exterior con lámparas de gas otorgaron a la burguesía en auge el placer estético y sensación de comodidad en espacios exteriores.
Los desplazamientos y derribos abrieron paso también a grandes boulevares bordeados por bloques de viviendas de gran uniformidad y calles con numerosos árboles, conectados a  estaciones de ferrocarril para facilitar la rápida circulación de personas y mercancías. Con la renovación, se crearon nuevos espacios en los que la burguesía hizo ostentación de su nueva riqueza, creando una economía floreciente. Para Walter Benjamin (2005) el gusto de Haussmann por las perspectivas abiertas a través de calles rectas
Corresponde a la tendencia, una y otra vez observable en el siglo XIX, de ennoblecer las necesídades técnicas mediante una planificación artística. Los centros del dominio mundano y espiritual de la burguesía encontrarían su apoteosis en el marco de las grandes vías públicas (Benjamin, 2005, pág. 47)

Es así que el nuevo diseño contribuyó a cimentar la mutua interdependencia entre el imperialismo (napoleónico) y el capitalismo financiero. Las expropiaciones despertaron una fuerte ola de especulación alrededor del valor de los terrenos (Benjamin, 2005, págs. 59-60), ahora ennoblecidos y estetizados por grandilocuentes construcciones modernas, requirieron también la expulsión de los pobres hacia las periferias, lejos de los centros de gobierno y concentración económica, conectados con la ciudad central por calles estrechas y laberínticas. Es así como en 1860 el prefecto Haussmann ordenó la demolición de la antigua muralla de los Fermiers Généraux para crear 20 nuevos distritos.
Pero hay más. Tras el emblema de “embellecimiento estratégico" (Benjamin, 2005, pág. 60), los bulevares respondieron al pedido de Napoleón lll, de administrar y diseñar la ciudad de tal modo que nunca volvieran a ocurrir sublevaciones de obreros ni les fuera posible a éstos bloquear las calles con las barricadas que les dieron capacidad de presión frente al poder. Estas modificaciones radicales abrieron los flujos de la ciudad con grandes avenidas por las que las tropas se movían con mucha agilidad, anticipando y controlando posibles sublevaciones como las pasadas insurrecciones populares de 1832 y 1848. Las anchas y largas calles en perspectiva facilitaban los movimientos de tropas y les permitirían disparar cañonazos sobre las muchedumbres amotinadas. La estrategia era elocuente: entorpecer, borrar o desactivar políticamente a los obreros mediante el alejamiento de los lugares estratégicos. El desgaste espacial será tal que las masas rebeldes sufrirían dispersiones y su energía beligerante se iría desgastando en el tortuoso camino hacia los centros de poder.
Subjetividad y política son capturadas gracias a la enajenación por medio de vectores de localización diferencial de seres, servicios y derechos en espacios asignados de la ciudad. Según el geógrafo Henri Lefebvre (1976) la acumulación de capital sobrevive gracias a su capacidad de ocupación y producción de espacio. Para reducir a los trabajadores a meros instrumentos de producción,  el dominio requiere la organización y subordinación de diversos flujos vitales (deseo, imaginación, lenguaje) a las reglas institucionales del poder. No obstante, esto implica que la constante producción y reproducción de pautas de exclusión y control de la ciudad despierta a su vez reacciones existenciales en forma de  maneras experimentales de habitarla.
En América Latina las luchas por el sustento, ligadas a la apertura de espacialidades para la existencia, contienen dos aspectos fundamentales: la resistencia a la exclusión económica y política y la gestión autónoma del presente y futuro. Está en juego la existencia de zonas autónomas de la producción como la aplicación de conocimientos tradicionales sobre la tierra, el clima y el alimento, los procesos artesanales y domésticos de salvaguarda y selección de semillas, el uso de técnicas ancestrales de relación con la tierra y variadas formas de autogestión del destino propio como la autoconstrucción.  Para el ensayista político Raúl Zibechi (2008, pág. 20), el control de los pobres urbanos es el principal objetivo que se han trazado gobiernos, organismos financieros globales y fuerzas armadas. La especulación constitutiva de la economía de mercado actual absorbe toda expresión de valor, cantidad o medida de bienes,  territorios y seres, en beneficio del cálculo de ganancia contra inversión, al interior del código único del valor monetario.
Los movimientos de resistencia territorial no solo están enfrentando la expropiación de un valor, sino enfrentando la cadena completa de producción de capital en la que el trabajador desterritorializado no es otra cosa que un insumo que se vende como fuerza de trabajo en  un flujo descodificado de capital que la compra (Deleuze & Guattari, 1985). Por eso afirma Harnecker (2003) que la lucha por la tierra es también “una lucha constante contra el capital, la expropiación y la explotación” (págs. 179-180). Raúl Zibechi afirma que con la defensa de territorios (ancestrales, barrios de invasión, ocupaciones de latifundios) hacen emergencia nuevas prácticas y teorías sobre el cambio social (tanto los movimientos indígenas como los movimientos de comunidades de periferias urbanas de América Latina). Las demandas territoriales explícitas formuladas en la década de 1990 por los movimientos indígenas dieron inicio a nuevas formas de resistencia a los modos de acumulación por desposesión, que en la actual fase neoliberal del capitalismo “avanza desterritorializando campesinos y pueblos indios, pero también sectores populares urbanos que se ven avasallados por la misma lógica que se le aplica al colono: abren nuevos territorios para sobrevivir, de los que luego son expulsados por el capital para especular” (Zibechi, 2008, pág. 243).
Lo que entra en cuestión en las luchas territoriales en curso es el predominio de la hegemonía eurocéntrica del capitalismo que desterritorializa los pueblos y las culturas para territorializarse, anulando progresivamente los diversos modos culturales, imponiendo una única posibilidad de percepción de la realidad (Quijano, 2007, pág. 123). De ahí que las luchas actuales por el territorio están tejidas con la resistencia a la especulación monetaria que ha venido minando cada vez más aspectos de la vida para incorporarlos al cálculo monetario. El capitalismo de sobreproducción y consumo intensivo requiere hacer de la sociedad una red de producción de objetos, afectos y espacialidades, operativas y funcionales, para sus fines, por ende al ganar un territorio se va ganando la posibilidad de existencia de los demás, y con ella la devolución “del control de las instancias básicas de su existencia social: trabajo, sexo, subjetividad, autoridad” (Quijano, 2007, pág. 125).
Sobre los logros subjetivos de las ocupaciones de terrenos baldíos de latifundios, por comunidades organizadas en el movimiento de Los sin tierra de Brasil, la investigadora brasileña Martha Harnecker resalta que ocupar un latifundio es una acción vivencial rica que forma al Sin tierra, produciendo cambios profundos en la forma de ver el mundo, que le impulsan a impugnar las circunstancias que constriñen su búsqueda de una buena vida. El logro de un territorio propio implica un gran cambio vital que conlleva romper con una tradición de obediencia y servilismo y vencer los sentimientos de miedo y conformismo (Harnecker, 2003, pág. 179). Estas y otras producciones exsitenciales activas, creativas y resistentes conforman lo que comprenderemos como ‘Ciudadanías experimentales’. Las pautas para habitar la ciudad, que éstas inauguran, se originan en la intimidad y se hacen políticamente concretas como entusiasmo y capacidad de lucha que produce o ensancha los márgenes emocionales, éticos y técnicos del existir. La apropiación y creación de territorios suele darse de acuerdo con prácticas espaciotemporales extrañas al aparato estatal/corporativo que innovan técnicas para superar el control.
La autoconstrucción produce aperturas en medio del control para configurar subjetividades resistentes a las voces hegemónicas de la política y la economía. Por su lado, las casas y barrios autoconstruidos parecen anunciarnos la esperanza de mundos otros por venir. Por eso mismo los voceros de las luchas territoriales insisten en la importancia de la recuperación y salvaguarda de rasgos culturales autónomos como condición para la continuidad de las comunidades, en el seno de proyectos estatales que sean capaces de promover la convivencia plural y democrática.

Figura 4

Figuras 04 y 05. Construcciones corporativas en confrontación espacial con grandes zonas de autoconstrucción que resisten a la desaparición, Soacha 2012. Fotografías tomadas por el autor.

Las fronteras de Bogotá y municipios absorbidos por su crecimiento, como Soacha, confrontan permanentemente dos maneras de pensar la ciudad periférica: una compuesta por los conjuntos de casas de interés social construidas por el Estado, con técnicas modernas y basadas en la acumulación vertical y detrás, arrinconada por esta, la otra, compuesta por los barrios fundados por procesos de invasión y edificados por procesos de autoconstrucción (Figuras 04 y 05). De variadas formas la comparabilidad resalta el carácter higienizado y homogéneo que reserva la arquitectura estatal para los pobres urbanos,  frente al desorden que era la construcción orgánica y sin planificación de casas armadas paulatinamente y pobladas por las huellas de sus procesos en sus fachadas.

Figura 6

Figura 06. Edificaciones de vivienda social y barrios autoconstruidos al fondo, Bogotá, urbanización Molinos 2, sector de Santa Librada dic 2012. Fotografía tomada por el autor.

La fotografía del barrio Molinos 2 (Figura 06) expone esta confrontación que se da en Bogotá y América Latina. Delante se yergue el sector de construcción estatal de vivienda de interés social y al fondo los barrios informales con sus casas de autoconstrucción que está siendo rodeada y desplazada por las fuerzas de normalización arquitectónica, económica y política de los pobres. También presenciamos la confrontación estética entre el orden y planificación que derivan en la homogeneidad y toda esta irregularidad desordenada de esas casas, hechas sin la planificación del Estado, singulares, orgánicas y expresivas, al parecer condenadas a la normalización arquitectónica, económica, política y ética.
Ninguna lucha territorial ha planteado independencia completa sino autonomía. La autonomía es posible en el seno de un territorio, a través del desarrollo de proyectos fundados en expectativas y fuerzas expresivas de las mismas comunidades, y es promovida en experiencias y relatos que expresen la singularidad (narraciones míticas, memorias de procedencia, historias familiares).

La casa6

En América Latina la lucha por un lugar propio donde producir las condiciones de apertura para la existencia, ha sido correlato de la configuración de subjetividades resistentes a la cooptación de las fuerzas vitales para fines externos al vivir. La relación entre el constructor-habitante y su hogar, tiene su raíz en una clave ontológica de la existencia humana que definió el filósofo Martin Heidegger: la existencia humana está íntimamente ligada a la posibilidad de habitar el mundo.
La extensión de la modernidad capitalista se fundamenta en este orden representativo que comprende a la naturaleza como un depósito de recursos a la espera de ser contabilizados, clasificados y extraídos, y a las masas humanas como una fuente ‘natural’ de mano de obra abundante y lista para su utilización ventajosa (esclavizada o disponible en el mercado laboral a bajo precio). Esto se ha hecho viable gracias a la enajenación de la territorialidad y la subjetividad de amplios sectores de la población, que se hace concreta por medio de vectores de localización diferencial de seres, servicios, derechos y formas en espacios asignados de los territorios, las imágenes y las construcciones.
El paro campesino del 2013, desestimado por el en ese entonces presidente de Colombia Juan Manuel Santos (se hizo famosa su sentencia "El tal paro, no existe"), fue abordado por medio del borramiento mediático de las acciones y por el descrédito de sus motivaciones. Respuestas desmesuradas e ilegales de miembros de las fuerzas de policía y Escuadrón móvil antidisturbios (ESMAD) que llegaban hasta las casas de los campesinos a atacarlas, fueron denunciadas por medio de videos tomados por las mismas personas agredidas o por testigos indignados.

Figura 7

Figuras 07 y 07a. Agosto de 2013, Tibasosa (Boyacá). Fotogramas de video tomado por testigos mientras uno de los agentes de la policía que agreden a un hombre en la terraza de su casa les apunta su arma. Tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=qQck0tl_mJk

Un video que nos sirve de ejemplo registró a un grupo de cuatro policías rodeando a un hombre y buscando algo entre un montón arrumado en la terraza de una casa, a veces agrediéndolo y golpeándolo, mientras otros rodeaban la casa, ante los gritos de los testigos situados, a cierta distancia, al frente (Figuras 07 y 08). Resulta patente gracias a la circulación en redes de internet, que un número abundante de policías atacaron los hogares o allanaron los domicilios de campesinos y habitantes de barrios populares, fuera de las calles y carreteras donde ocurrieron las protestas. Es también evidente la condición de que las casas y las personas agredidas pertenecen a los sectores que en Colombia son llamados “estratos sociales bajos”. Se trata de actuaciones ilegales por parte de los agentes de la fuerza pública, contra derechos fundamentales de los ciudadanos como la inviolabilidad del domicilio7 , pero eso no es todo.
Los casos de familias hostigadas en sus hogares por policías revelan la crisis de legitimidad del ejercicio del poder económico, político y militar, que atraviesa el mundo entero y ha llegado a niveles de inhumanidad tan profundos en Colombia y América Latina. Uno de los pilares de dicha crisis tiene que ver con la criminalización de los pobres y el ejercicio de violencia que contribuye a sedimentar su disciplinamiento y presencia servil en el sistema social.
Las protestas campesinas impugnaban -entre otras cosas- la obligatoriedad de usar semillas genéticamente modificadas patentadas por empresas multinacionales que han presionado al gobierno para que prohíba la resiembra luego de la cosecha (acusándolos de ‘pirateo’ de semillas) y haga obligatoria la adquisición de abonos y plaguicidas a precios fijados por las empresas productoras.
Hay una relación expresiva profunda entre constructor-habitante y su casa-hogar que es constitutiva de la existencia humana. Atacar las casas de los pobres que han mostrado actitud deliberante conlleva la intención de sometimiento de sus voluntades resistentes y su autoestima social, desde la región íntima en el ánimo familiar. Construir la casa viene precedido por el sueño de fundar un hogar, una morada, un sitio estable que emane el calor acogedor que nos permita habitar en el mundo, y se va concretando con la conversión de materiales en zonas de la existencia. Es así como en la construcción de un hogar la materia, el cemento y la arena, la madera, el metal, cada ladrillo o teja devienen expresivos, y cada muro, cada viga, cada ventana se cargan de historias y anhelos o constatan sueños cumplidos. Este carácter expresivo permite establecer paralelos entre la edificación de un hogar y la creación de una obra de arte, en tanto ésta conlleva la determinación de sus bordes, la construcción de su territorio y sus soluciones técnicas, para producirse como extensión finita capaz de sostenerse de manera consistente.
Este aspecto “vivo” de la casa manifiesta una importante fuerza materna contenida en los espacios autoconstruidos, de ahí tal vez su aptitud para ir creciendo conforme a la existencia y llegada a su desarrollo final; no le queda más destino que su sentido patrimonial, es decir, ser semilla para el crecimiento de las existencias que siguen, los hijos. Es un hecho notorio que las historias ligadas a las casas son guardadas y narradas por las mujeres, y, por el contrario, sus esposos, hijos o hermanos guardan cautela y se mantienen vigilantes de la información aportada por ellas8 . Desde el punto de vista materno, prima el valor de uso y simbólico de la casa (armada de relatos y sostenida por historias), pero desde un punto de vista patriarcal, la casa es un valor de cambio, una inversión. Así, la casa autoconstruida, vista como expansión de flujos maternos, funda una cosmovisión (…) en la que las relaciones (y no las cosas) juegan un papel central, que incluye otra forma de conocer, de vivir, de sentir. La fuerza motriz principal de este mundo otro nace de los afectos: el amor, la amistad, la fraternidad. (Zibechi, 2008, p. 127).
Ese mundo posible abierto por la autogestión, cambiante conforme a valores y ritmos de la existencia, desplaza y rodea a su manera el mundo reticulado por los vectores del valor de cambio, lo enfrenta con una lógica de “expansión, dilatación, difusión, contagio, disipación, irradiación, resonancia” (Zibechi, 2008, p. 129). Por su lado, las casas y barrios autoconstruidos parecen anunciarnos la esperanza de mundos otros por venir. La casa autoconstruida por etapas es el índice más elocuente del ensanchamiento y estructuración autopoiética de la subjetividad, y manifiesta la existencia activa y resistente en muchos síntomas de los cuales resaltaremos algunos a continuación.

Figura 8

Figura 08. Casas de autoconstrucción, Soacha, 2012 / Figura 09. Casas de autoconstrucción, Fontibón, 2014. Fotografías tomadas por el autor.

1. Ancladas a la tierra por bases firmes, las casas expresan con su presencia misma las acciones de resistencia de sus moradores. La casa de autoconstrucción, resistente en su anclaje al espacio y en su modo de prevalecer, expresa con sus materiales y formas la apertura de mundos posibles para la existencia (Figuras 09 y 10), y resiste también al flujo de privilegios y acumulación con que el capitalismo cierra espacios a quienes no pueden pagarlos. Inscrita también en el tiempo, la casa está abierta al futuro, y tiene en sus bordes anclajes para agregarle partes y espacios cuando las cosas estén mejor; como obra de la existencia también expresa la esperanza que imagina posibles ‘mundos otros’ en los que el ritmo de la realidad y el de los sueños vayan más cercanos.

2. En relación complementaria, un síntoma recurrente en variadas fases del proceso de autoconstrucción de los hogares de América Latina es la reserva de excedentes de varillas de metal en los remates superiores de las columnas de concreto (Figuras 11, 12 y 13), claramente dejados como anclajes para futuras ampliaciones, cuando los ahorros, algún golpe de suerte, la mejora de las condiciones del trabajo u otra buena noticia permitan que la realidad alcance a los sueños. Estas varillas, que apuntan hacia el cielo como antenas de futuro, podrían llamarse, más que ninguna otra imagen de nuestras ciudades, esperanza.

Figura 2

Figuras 10, 11 y 12. Índices de Esperanza en casas de sectores Bosa, Soacha, Santa Librada y Usme (Bogotá). Fotografías tomadas por el autor.

3. Por encima de juicios estetizantes que ven en las casas populares el estadio naif de la técnica o simple mal gusto, la casa autoconstruída por etapas es una casa expresiva. La presencia de huellas de las distintas etapas de la construcción en paredes, ventanas y puertas, capas de pintura o estilos y técnicas en boga en el momento es síntoma de aquellas contingencias históricas en tensión con las reacciones existenciales que las superaron. Para la investigadora Sonia Muñoz (1994, págs. 89-91), en los barrios populares autoconstruidos, los “procesos permanentes de refuncionalización de espacios y objetos” van relacionados con condiciones estructurales de los terrenos (contingencias geológicas, clima o  disponibilidad de servicios), condiciones económicas de las familias (muchas veces abocando a la construcción de locales o habitaciones para alquilar) o condiciones de la relación familiar misma (parientes que llegan, regreso de hijos, nacimientos).

Figura 13

Figura 13. Muros con huellas de distintas etapas en casas de autoconstrucción, barrio El Refugio, Fontibón, 2015. Fotografía tomada por el autor.

En las paredes que la van delimitando quedan grabadas marcas de las luchas por la prevalencia: cicatrices de grietas, cambios de diseño, materiales y técnicas disponibles en el momento de ejecución de cada tramo, y otras marcas derivadas de la historia de vida (Figura 14), cada una de sus etapas está estrechamente vinculada a los momentos de la vida en que era un sueño y en que fue posible. Convertido en territorio de la existencia, el hogar hace expresivos sus materiales, procesos y formas.

Figura 14

Figura 14. Casa de autoconstrucción en el sector de La Capilla, Bogotá, 2016. / Figura 15. Casas de autoconstrucción en el sector La Esperanza, Tunja, 2016. / Figura 16. Casa de autoconstrucción en el sector de Cerros Orientales, Bogotá, 2014. / Figura 17. Casas de autoconstrucción en el sector Plaza Norte, Tunja, 2015. Fotografías tomadas por el autor.

4. El último rasgo sintomático resaltado es la presencia de volados de la fachada al paso de un piso al siguiente, que invaden gradualmente el espacio exterior de la calle (Figuras 15, 16 y 17). En América Latina se ha consolidado una forma típica de edificación que se va ensanchando un poco hacia la calle del primer piso al segundo, un poco menos del segundo al tercer piso, o a la terraza -cuando no lo hay- y mantiene de ahí en adelante más o menos el mismo aumento cuando hay más pisos.

Figura 18

Figura 18. Casa de autoconstrucción, Bosa, 2014 / Figura 19. Autopista sur, Soacha, 2012. / Figura 20. Casa de autoconstrucción en el barrio El codito, Bogotá, 2016. Fotografías tomadas por el autor.

Las medidas estimadas de esta ley de crecimiento comienzan en el volado del paso de la primera a la segunda planta, oscilando entre 80 cm y 110 cm, siguen en el volado de la segunda a la tercera (cuando la hay), oscilando entre 30 cm y 50 cm y cuando hay más pisos, se estabilizan en esta medida o dejan de crecer (Figuras 18, 19 y 20). El crecimiento secuencial va conformando una especie de estilo colectivo que se va sumando de casa en casa, convertido en pauta constructiva de cuadras y barrios completos (Figuras 21 y 22).

Figura 21

Figura 21. Casas de autoconstrucción, Soacha, 2016. / Figura 22. Barrio Las Lomas, visto desde el barrio 20 de Julio, 2012, Bogotá. Fotografías tomadas por el autor.

Interpretaciones simplistas de este síntoma ven oportunismo que toma espacio público para fines privados. Sin embargo, los postulados desarrollados aquí indican que el proceso constructivo de la casa, cuando es expresiva, sigue el movimiento inicial de expansión proyectada a formas ideales, que va de la fuerza íntima del yo a la imagen del cuerpo, y luego a la apertura concreta del estar en el mundo. Ya que nace y se expande expresando la existencia, la casa de autoconstrucción nunca pierde su carácter de proyecto ni su ley de crecimiento.
Como un artista contempla su obra durante el proceso, para agregarle o suprimirle elementos, cada uno de nosotros contempla su vida para incorporar aspectos constitutivos que, en el caso de los autoconstructores, se expresan en cada momento del avance de sus casas. Las alternativas que se abren proponen formas de  salir de las cooptaciones serviles y la desactivación política, resistiendo a la mutación acelerada de los afectos, los gustos, las sensaciones mediante la conservación del ritmo propio. Estas formas de ser, experimentales y expresivas, llaman con todas sus fuerzas la postulación de nuevas culturas y políticas que liberen las existencias. Estas políticas tendrian que partir de principios que no sustenten la utilidad de la vida en fines externos al vivir y tengan vocación para acompañar la construcción de aquellos espacios del mundo con aptitud para proteger y expresar el ensanchamiento de la potencia del vivir de sus habitantes.
Si una casa sigue conservando su carácter de territorio proyectivo, cobra consistencia sin tener que erradicar las huellas de sus estados anteriores, proyectándose como centro  a partir del cual salir a la búsqueda de sentido de todo otro espacio del mundo, es decir, toda casa donde se logre consolidar el sentimiento de protección y de donde brote la posibilidad de ensanchamiento de las fuerzas vitales mediante estructuras consistentes pero negociables, se convierte para su morador en el centro del universo entero.

El Andén9

El Museo del Andén es un proyecto de creación que ha propuesto aprovechar diversas pautas de la creación artística como estrategias de mediación y activación de relaciones de intercambio cotidianas, derivadas de la venta informal en el sector aledaño a la Pontificia Universidad Javeriana. Con el propósito de construir y comunicar una memoria a pie de calle que contribuya a traer a presencia su faceta humana, haciendo patentes las singularidades, rostros, nombres, historias de vida y saberes acumulados de los vendedores informales el proyecto los asumió como patrimonio inmaterial urbano.

Como lo propuso Emmanuel Lévinas, el otro no es solo un “dato” estático, sino que se impone frente al yo con su alteridad, con una irreductibilidad infinita que sin embargo aparece en su singularidad como un rostro.  En el comercio, esto se evidencia en las maneras en que la mercancía absorbe la voluntad productiva del trabajador, reduciéndolo a un mero intercambio monetario, pero la presencia que el rostro despierta en nosotros sería la resistencia, en tanto se abre el camino para el reconocimiento y la responsabilidad. Para Lévinas (1987) la presencia del otro abre en nosotros la responsabilidad sobre él, “nosotros llamamos rostro al modo en el cuál se presenta el otro, que supera la idea del otro en mí” (pág. 208), “sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago” (Lévinas, 2000, pág. 80). Esta capacidad de reconocerse en el otro y de esta forma identificarse dentro de una comunidad, es un elemento constituyente de la vida.
Por otra parte, Jacques Derrida plantea que el sentimiento de hospitalidad conduce a una aporía, entre lo condicional (las leyes) y lo incondicional (el sentido de lo justo): la hospitalidad de lo justo, que acepta la incondicionalidad irreductible del otro, disloca y pervierte las leyes de la hospitalidad jurídica, ofrecidas por convención en el respeto. La actuación de fuerzas del Estado para favorecer los privilegios construidos por intereses privados pone en juego, de manera urgente, el problema de la hospitalidad, ya que el sentimiento de solidaridad se basa en la conciencia de la situación del otro, (distinto a nosotros) cuya interioridad es tal vez el problema más complejo y al tiempo más inherente al ser humano. Los “otros” no tienen que pensar como nosotros para ser acogidos por nuestro deber de responsabilidad. Al respecto anota Derrida (2000):
…La invención política, la decisión y la responsabilidad políticas consisten en encontrar la mejor legislación o la menos mala. Ese es el acontecimiento que queda por inventar cada vez […] en una situación concreta, determinada (pág. 6).
Cuando ejercitamos la hospitalidad en situaciones concretas somos una verdadera comunidad que, en el reconocimiento de su carácter histórico, conoce que la pervertibilidad de sus leyes implica su perfectibilidad. “Recíprocamente, las leyes condicionales dejarían de ser leyes de la hospitalidad si no estuviesen guiadas, inspiradas, aspiradas, incluso requeridas, por la ley de la hospitalidad incondicional” (2000, pág. 83), que construye pilares afectivos de la democracia.
Si bien un presupuesto de la democracia es que su producto más valioso es la incondicionalidad (igualdad ante la ley, igualdad ante los derechos) en la participación, en una democracia sustentada por el mercado, el consenso frente al uso del espacio termina condicionado a la protección de los intereses adquiridos en el mismo mercado. Se suele asumir acríticamente que la preservación del espacio público es parte de la protección de la democracia, no obstante, la disputa entre el derecho al trabajo y el derecho al espacio público se carga de valores ideológicos que obedecen a las leyes del mercado, esto sugiere poner en cuestión si el uso del espacio público es un problema político o un aspecto de la lucha de clases.
La desindustrialización en la que el país ha venido sumiéndose desde los inicios de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, ha implicado que exista un importante margen de desempleo, sobre todo urbano. Las generaciones que llegaron del campo a la ciudad buscando trabajo o desplazados por la violencia, sumadas a la falta de educación y por ello al acceso a trabajos calificados, o la incapacidad del Estado de suplir la demanda de empleo, hace que la informalidad en todos sus frentes no solo cobre sentido, sino que sea una alternativa viable para la subsistencia. La ironía es que el Estado reconoce esta forma de trabajo, junto con sus problemáticas, y por lo tanto no la incluye en los índices de desempleo; pero al mismo tiempo la persigue bajo la figura de “invasión del espacio público”.
La Constitución de 1991 consagra que en el marco de lo público las decisiones deben ser participativas y compartidas, y su resultado pretendería buscar el mejoramiento del hábitat, sus usos y la calidad de vida de los involucrados bajo la realidad inmediata; con sus ventajas y desventajas, acuerdos y desencuentros. Es decir, una ciudad concertada en la producción y apropiación del espacio público por medio de un pacto social. En concreto, para los vendedores informales la situación es compleja porque están cobijados por la Constitución en su figura del ‘derecho al trabajo’ (Artículo 25), en directa sincronía con la Ley 388 de 1997 que de forma ambigua y amplia dictamina que se debe defender el espacio público y su finalidad para el uso común. 
A pesar de que el encuentro entre el derecho al trabajo y el derecho al espacio público en una ciudad como Bogotá siempre ha estado poblado de tensiones, la entrada en vigor del Nuevo código nacional de policía y convivencia (Ley 1801 de 2016) en 2017 exacerbó los vacíos y contradicciones de las nociones de ciudad y las normas asociadas a éstas, suscitando una recrudecida persecución policial a los vendedores ambulantes. Los contenidos del numeral 4 y los parágrafos 2 (numeral 4) y 3 del artículo 140 de dicho código, que establecen la prohibición de ocupar el espacio público en violación de las normas vigentes y establecen multas, decomiso o destrucción de las mercancías y utensilios en caso de reincidencias (Congreso de la República de Colombia, 2016, pág. 127), han sido especialmente problemáticos pues se han prestado a excesos por parte de los agentes de policía y a la vez fueron objeto de una demanda de inexequibilidad ante la Corte Constitucional. Estos hechos dieron pie a la sentencia C-211/17, en la cual se plantea
…que la preservación del espacio público no es incompatible con la protección que, a la luz de la Constitución, cabe brindar a las personas que, amparadas en el principio de buena fe, se han dedicado a actividades informales en zonas consideradas como espacio público y frente a las cuales, al momento de aplicar las medidas correctivas, se tendrán en cuenta los principios de proporcionalidad y razonabilidad, en los términos de la jurisprudencia constitucional. (2017) 
La sentencia de la Corte declaró la “exequibilidad condicionada” a dichos contenidos del código, dictaminando que cuando los vendedores informales                      
…estén en condiciones de vulnerabilidad y se encuentren amparados por el principio de confianza legítima, no serán afectados con las medidas de multa, decomiso o destrucción del bien, hasta tanto las autoridades competentes hayan ofrecido programas de reubicación o alternativas de trabajo formal. (2017)
Los vendedores y otros actores implicados en el intercambio informal han experimentado un cambio drástico en su modo de vivir y trabajar desde que la calle 42 fue declarada “espacio recuperado” por las autoridades. Sumado a esto, la ampliación de estas restricciones a la carrera 7 y calle 45 han forzado a varias personas a rebuscarse estrategias de ingreso económico. Esto sugiere una serie de preguntas: ¿Quién hace parte de la comunidad local?, ¿ésta se constituye únicamente dentro de los límites de la propiedad o vínculos formales?, ¿cuáles son esos límites?, ¿quiénes hacen parte del intercambio informal?, ¿qué pautas y relaciones se establecen en los intercambios informales?
Si bien los esfuerzos distritales y de algunos propietarios locales insisten en la salvaguarda del espacio público para el uso autorizado, está pasando que la ciudad deriva en un conjunto de servicios para el disfrute y aprovechamiento de quienes los compran (alquiler, concesión, impuestos), y se pierde de vista la noción de derecho a la ciudad, dirigido a que el disfrute y acceso se otorgue a quien los necesita
La alta transitabilidad de los espacios circundantes a la Universidad Javeriana los hace aptos para establecimientos comerciales como fotocopiadoras, restaurantes, cafés etc. y también ventas informales de diversos artículos como accesorios, comidas, llamadas telefónicas, que resuelven necesidades de la comunidad, dando lugar a un espacio social dinámico. En el tránsito repetido y rutinario, como el que se produce en los alrededores de un campus universitario, es muy posible reconocer rostros, intercambiar unas palabras con las personas que han concebido en la calle otras formas de sobrevivir y que posiblemente tienen otros saberes y formas de entender la civilidad. Las calles circundantes de la Universidad Javeriana han logrado evadir el carácter anónimo de la avenida de ciudad, para construir una identidad ligada a la escenificación de la vida pública.
El desarrollo de la problemática sugiere también la incorporación de nociones de carácter político-contextual, relacionadas con la administración de lo público en la ciudad de Bogotá. En el texto ‘El espacio público como ideología’, Manuel Delgado (2011) plantea que el espacio público no es una categoría universal, sino una categoría política. El problema, señala el autor, radica en que, en las ciudades occidentales neoliberales, el concepto de espacio público se decantó por materialización de lugar en donde las diferencias (sociales, económicas, raciales, étnicas, etc.) se ven superadas y todas las personas son iguales y libres: el espacio público, por lo tanto, sería la encarnación por excelencia de la democracia. No obstante, esto es una ilusión que esconde los intereses de las clases dominantes y sus mecanismos de explotación, que desconocen voluntariamente las fuerzas actuantes en los espacios bajo una simulación de neutralidad. Detrás del espacio público se esconde una ideología burguesa, ciudadanista, desde la cual al final los criterios de acción son morales y habilitan la capacidad de juzgar determinadas prácticas sobre el espacio como inapropiadas o, incluso, subversivas. Delgado concluye que el espacio público como ideología es el sometimiento del territorio a los intereses de unas minorías hegemónicas.
En el marco de las luchas sociales, el patrimonio cultural funciona como un dispositivo por medio del cual los grupos subalternos adquieren derechos y poder de negociación frente al Estado (Vignolo, 2013), en tanto legitima su causa, pone en valor sus argumentos y permite hacer visibles las problemáticas. Ahora, el patrimonio cultural es una construcción social, por lo tanto, es relativo y flexible, con múltiples agentes de validación, siendo los museos una de las formas más eficientes de activación (Prats, 1997). Así, el reto actual es canalizar la vida ordinaria, que es la esencia misma de la cultura, hacia la patrimonialización (algo que ya ha venido haciéndose con las plazas de mercado y otros valores locales).
Así, corrientes teóricas y prácticas, como la nueva museología y la museología social, han visto la necesidad de que los museos y el patrimonio cultural sean mecanismos protagónicos de la reformulación de las sociedades de las que forman parte. Estas corrientes plantean que las instituciones culturales siguen siendo agentes y dispositivos, pero pueden cambiar los fines a los que sirven, deviniendo en origen de empoderamiento y lucha, antes que en catalizadores de los intereses de las hegemonías. Ejemplos puntuales en temática e impacto pueden ser el Museo de los Desplazados con epicentro en Madrid, el Maré Museu en Río de Janeiro, el Museo de los Quilombos y las Favelas Urbanas (Muquifu) en Belo Horizonte, el Museo de Siloé en Cali o el Schwules Museum (Museo Gay de Berlín).
Los museos, las caras más oficiales del patrimonio cultural, son, por lo tanto, escenarios de tensión y de debate entre la permanencia y el cambio, la identidad y la diferencia, entre el poder y sus resistencias (Chagas, 2008). Es decir que la activación patrimonial, fuera o dentro del museo, tiene consecuencias reales en los grupos o comunidades, haciendo que el Estado mida cuidadosamente en qué momento otorga esas distinciones y reconocimientos, y que los movimientos sociales se muestren vehementes en su lucha por la inclusión patrimonial. El patrimonio puede ser construido por un poder político informal, “alternativo, la oposición, y, curiosamente, con más intensidad (aunque no solo) cuando esta oposición no puede luchar abiertamente en la arena política del Estado, en las instituciones, y se mueve en situaciones de clandestinidad” (Prats, 1997, pág. 34). En el concreto caso colombiano, la Constitución colombiana de 1991 define la cultura como fundamento nacional, bajo las nociones de multiculturalidad y plurietnia, haciendo de las prácticas culturales un derecho. El manual del 2010, que acompañó el Decreto, ayuda a identificar el patrimonio a salvaguardar (Min Cultura, 2010): “todo aquello que alcance a ocurrírsenos como parte de eso que entendemos como “nuestra identidad”” (Ministerio de Cultura, 2010, pág. 13) puede ser patrimonializado, producciones humanas y relaciones sociales, p. ej. tradiciones, usos sociales, prácticas, organizaciones sociales, etc.
Desde el proyecto de investigación-creación Museo del Andén, el problema de las ventas informales a pie de calle se ha planteado no solo como una cuestión del ‘derecho al trabajo’ versus el ‘derecho al espacio público’, sino para reconocer a los actores sociales de la disputa más allá de la normativa, permitiendo señalar incongruencias y vacíos y a la vez proponer un espacio de diálogo en busca de soluciones transitorias, intermedias, concertadas. Para esto, la iniciativa ha buscado maneras desde el arte en que se pueda poner en práctica el principio de Lévinas de la presencia del otro. Esa presencia-acontecimiento puede ser detonada por medio de acciones artísticas que impliquen proximidad y responsabilidad sobre ese otro, o así nos gusta creerlo. La aproximación es de carácter ético, en la que el otro nos afecta y nos importa, Lévinas propone que no es un problema de conocimiento sino, más bien, un problema de reconocimiento.
Las acciones desarrolladas por el proyecto responden a problemáticas que afectan el trascurso vital de este grupo de vendedores y proveedores de servicios del sector circundante de la Pontificia Universidad Javeriana. En el marco de las acciones del Museo del Andén el reconocimiento a los vendedores (Fernando Rodríguez, Ferney Daza, Francisco Javier Daza, Gabriela Salazar, Guillermo León Ramírez, Gloria Sastoque, Jacqueline Sastoque, Jenny Gómez, y Óscar Gómez) implicaba sus nombres, rostros y memorias vitales lo que nos direccionó a que toda acción debía encaminarse al acercamiento a los vendedores y el reconocimiento de su presencia. 
El museo no pretendió abogar o solucionar la situación, se planteó como un acompañamiento a esta parte de la comunidad universitaria desde lo simbólico. Nunca infringiendo normas institucionales, sin dejar de mostrarnos críticos con aquellas que no parecieran ser del todo consecuentes con la realidad inmediata. Nuestro proyecto partió de preguntarnos si es posible asumir el intercambio informal (desde lo económico hasta lo simbólico y afectivo), y sus producciones derivadas, como patrimonio cultural inmaterial. La hipótesis establecida es que es viable bajo la figura de un museo (agente de activación) que opte por estrategias artísticas como mecanismo de mediación entre dicho intercambio y el patrimonio. El aporte del Museo del Andén no fue práctico en el sentido jurídico o económico; sabíamos que el cambio depende de procesos éticos y políticos propios de los actores, así como de las relaciones que estos tejen entre sí, con otros gremios y con la institucionalidad.
El Museo del Andén no pretendió resolver, de manera asistencialista, las problemáticas, sino contribuir mediante la expresión artística a la visibilización -presencia- de sus afanes vitales, sus luchas y sus aportes a la construcción de comunidad de la calle que habitan. En la historia reciente se puede identificar en diferentes momentos el papel del arte como herramienta implicante y visibilizadora de otras vidas y situaciones que, en el transcurso de los días, nos pasan desapercibidas. En estos procesos de creación se plantean una serie de tensiones entre una creación individual y colectiva, entre el artista como genio individual o como catalizador de su contexto.
Es claro que el arte se concreta al ser percibido, experimentado por un espectador que será el que termine de dar forma a la intención del artista, citando a Duchamp (1957) “el acto creativo no lo realiza solo el artista; el espectador pone a la obra en contacto con el mundo exterior descifrando e interpretando su cualificación interna y así añade su contribución”. En la historia reciente se pueden identificar momentos en que esto ha sido más claro para artistas y teóricos del arte, no ubicando al espectador al término de la  obra si no en el proceso de creación mismo, como en el Neoconcretismo brasileño de los años sesenta, en un contexto social convulsionado por diferentes guerras y dictaduras, artistas como Lygia Clark y Helio Oiticica produjeron piezas relacionales que adquirían sentido al ser experimentadas por el público, en muchas ocasiones fuera de los circuitos institucionales y por medio de prácticas tradicionales de algunas comunidades, creando espacios de relación que diferían de las realidades políticas promovidas por el poder.
Toni Negri (2000) define el arte como la síntesis de la expresión colectiva de la proaducción, resultado de una actividad que se construye en la abstracción del mundo (pág. 47). El arte busca el acontecimiento para construir una nueva realidad que renueve el ser de quienes se implican (2000, pág. 14) en una multitud diversa, conflictiva y singular. A partir de estos contextos históricos muchas manifestaciones artísticas han seguido circulando entre lo político y el activismo, resignificando constantemente las nociones de artista, obra y arte.
Consecuentemente con las nociones articuladoras del proyecto -presencia y hospitalidad- el proceso de acercamiento y profundización a la problemática se desarrolló desde la investigación-acción, que forma parte de la investigación cualitativa. Nos interesó su carácter de esfuerzo hermenéutico emprendido por personas, grupos o comunidades que llevan a cabo una actividad colectiva en bien de todos, consistente en una práctica reflexiva social en la que interactúan la teoría y la práctica con miras a establecer cambios apropiados en la situación estudiada y en la que no hay distinción entre lo que se investiga, quién investiga y el proceso de investigación (Restrepo-Gómez, 2005, pág. 159).
Es así como las prácticas de presencia se han hecho concretas con el desarrollo de eventos de visibilización de las crónicas vitales -en la calle y en espacios de la universidad-, codiseñados, consultados y concertados entre el grupo de creadores-investigadores del proyecto y vendedores ambulantes, proveedores de servicios y otras personas que acompañan o interpelan el paso de los alrededores de la Universidad (Figuras 23 y 24).

Figura 23

Figuras 23 y 24. Reuniones de vendedores informales con estudiantes, profesores y directivos, en la Facultad de Artes de la Universidad Javeriana, febrero y marzo de 2017. Fotografías archivo Museo del Andén.

Desde el comienzo hemos mantenido conversaciones de niveles que van desde el cotidiano hasta el informativo hace cerca de tres años con Fernando Rodríguez, vendedor ambulante; Guillermo León Ramírez, proveedor de servicio de compañía a los usuarios de taxis y ex indigente y su esposa Doña Gabriela Salazar, propietaria de una chasa de venta (Figura 25).

Figura 21

Figura 25. Guillermo León Ramírez y Gabriela Salazar, 2017. Fotografía archivo Museo del Andén.

Las inserciones artísticas al espacio han acudido a técnicas y procedimientos de lenguajes mixtos de las artes visuales, conjugando video-documentos cortos, fotografías, piezas gráficas, instalaciones en espacio público y performance. Se ha buscado aprovechar el poder expresivo y la conciencia de formalización espacio temporal de estas formas de expresión para suscitar la conciencia de presencia entre agentes diversos de los espacios a intervenir.
Distribuir pines y banderines con el logotipo del Museo del Andén fue una de las primeras acciones desarrolladas por el equipo de trabajo. Con ellos se buscó que todos los integrantes y simpatizantes del proyecto, al usarlos voluntariamente, pudieran visibilizar su afinidad con la propuesta como mecanismo de mutuo reconocimiento.

Figura 26

Figura 26. Pin distribuido entre la comunidad. / Figura 27. Jaquelin Sastoque con el pin del Museo del Andén en su chaza. Fotografías archivo del Museo del Andén. / Figura 28. Fernando Rodríguez con el pin del Museo del Andén. Fotograma tomado del video Saberes #5 - El Museo del Andén, producido por el Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=m5pXBiYb5VQ&t=2s

Los pines y banderines se configuraron como dispositivos de cohesión y solidaridad, que permitieron, además, que los integrantes detonaran conversaciones explicativas con desconocidos y curiosos con las que se fuera propagando la filosofía del museo (Figuras 26, 27 y 28). El pin se distribuyó entre quienes manifestaron por diversos modos sentirse activamente involucrados y los banderines sirvieron para identificar los puestos de ventas asociados al proyecto.
Si bien la Alcaldía de Bogotá justifica la persecución a los informales en que pueden ser delincuentes o al menos producen focos de inseguridad, buscamos que la comunidad circundante de la universidad obtuviera sus propias conclusiones a partir del trato directo con ellos (presencia). Una de las acciones consistió en realizar y alojar en el sitio web del museo (www.museodelanden.com) videos de alrededor de un minuto de duración con testimonios y aspectos de su humanidad, de viva voz, con cada uno de los miembros del Museo del Andén dedicado a la informalidad, buscando abrir rasgos de sus singularidades (sus risas, anhelos, afanes, proyectos, gustos) a los visitantes de la página y a quienes los reconocieran.
En el marco de la exposición Habitar & Resistir (Figura 29),para el Museo del Andén se planeó una acción participativa que titulamos Viceversa, realizada el 14 de agosto de 2017, en la que los interesados pudieron hacer una compra a los miembros del museo ubicados en la calle, pero desde la misma galería, que dista unos 300 metros del vendedor más cercano.

Figura 21

Figura 29. Presentación de la acción Viceversa, exposición Habitar & Resistir, agosto de 2017. Fotografía archivo Museo del Andén.

Se propuso que quien lo deseara comprara productos del andén desde el espacio expositivo, por medio de un enlace solidario de personas, quienes pasaron la orden, el producto y el dinero por medio del “voz a voz y el mano a mano”, hasta efectuar la venta. Para ello se hizo una cadena humana, conformada por convocatoria abierta, que llevaba el dinero junto con el pedido de mano en mano y traía de regreso lo solicitado junto con el cambio.

Figura 21

Figuras 30, 31, 32, 33, 34, 35 y 36. Fotogramas del registro en video de la acción Viceversa, 14 de agosto de 2017, Universidad Javeriana, Bogotá. Video producido por Mónica Torregrosa, disponible en: https://museodelanden.com/portfolio/viceversa/.

Esa acción permitió reunir a unas 70 personas quienes hicieron difuso el lugar de la compra porque nadie tuvo en su mano el dinero y los productos al mismo tiempo, y porque el vendedor y el comprador nunca se vieron (Figuras 30-36). La acción se convirtió en una especie de ‘teléfono roto’, altamente significativo en la medida en que involucró a estudiantes de distintas carreras, profesores, personal de servicios y padres de familia, en la pregunta por los afanes, planes de vida y lugares en la ciudad para los vendedores informales. Esto implicó, por ejemplo, que en la galería del edificio de la Facultad de Artes se entendiera que al final de esa cadena hay unas personas que, como lo explicitaba el panel expositivo de la exhibición, hacen parte de su comunidad inmediata; y así se entabló un contacto con ellos, que aun a tan larga distancia, estuvieron unidos por personas que de manera libre quisieron reconocerlos. 
La acción Presencia, realizada entre el 18 de septiembre y el 20 de octubre, consistió en un juego, parecido a un ‘álbum de monas’, que comenzó con la distribución entre la comunidad universitaria de un mapa de las ubicaciones cotidianas de cada uno de los puestos de venta en los alrededores de la universidad (Figura 37), con los nombres y los retratos dibujados de cada uno de los vendedores miembros del museo, con la instrucción de que los buscaran para saber algo de sus vidas y pedirles que pusieran un sello en un espacio asignado para esto en el mapa.

Figura 27

Figura 37. Mapa para ser llenado por los jugadores, junto a los premios / Figura 38. Mapa lleno y con el sello del Museo del Andén / Figura 39. El pintor y profesor Nicolás Uribe, al recibir los premios luego de cumplir con las visitas. Acción Presencia, 18 de septiembre al 20 de octubre de 2017. Fotografías archivo del Museo del Andén.

Se invitó a los jugadores a que, completados todos los sellos, se acercaran a la Facultad de Artes, donde les fue puesto un sello del Museo del Andén (Figura 38) y les fue entregado un premio consistente en una golosina tradicional colombiana y disponible en prácticamente todas las ventas callejeras (llamada Chocorramo), una libreta de apuntes con la imagen del museo en su portada, un pin para apuntar en su ropa o en su maleta y una calcomanía con el logo del museo, planteando a los jugadores que a partir ahora se convertían en “miembros honorarios del Museo del Andén” (Figura 39).
Recogiendo la experiencia de diálogo constante, que nos permitió reconocer saberes, posturas y rasgos singulares, buscamos lanzar a la circulación un testimonio durable del reconocimiento de sus presencias en el espacio. La acción final, llamada El mundo desde el Andén, contemplaba la entrega de una pieza gráfica plegable que consistió en un mapa anotado con historias y observaciones del territorio desde los puntos de vista de los vendedores informales miembros del museo (Figura 40). El conjunto ofrecía a la comunidad ampliada (Vendedores y otros agentes de la informalidad, transeúntes, pacientes del hospital, directivos y funcionarios, estudiantes y padres, profesores de la universidad Javeriana) una ‘radiografía’ experiencial realizada por el Museo del Andén a propósito de su territorio ‘natural’ (Figuras 41, 42 y 43).

Figura 21

Figura 40. Pieza gráfica El mundo desde el Andén, diseñada con la colaboración de Juana Bravo. 

Figura 41

Figura 42

Figura 43

Figuras 41, 42 y 43. Detalles de la pieza gráfica El mundo desde el Andén, diseñada con la colaboración de Juana Bravo. 

Figura 44

Figuras 44 y 45. Jenny Gómez / Jaqueline Sastoque, distribuyendo la pieza gráfica El Mundo desde el Andén. Fotogramas tomados del video Saberes #5 - El Museo del Andén, producido por el Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=m5pXBiYb5VQ&t=2s

La única manera de obtener el mapa era solicitándolo directamente a uno de los vendedores miembros del Museo del Andén (Figuras 44 y 45), por esto las instrucciones constituían parte de la acción (Figuras 46 y 47).

Figura 46

Figuras 46 y 47. Panel informativo con la invitación y las instrucciones de participación en la acción El mundo desde el andén (las instrucciones eran: 1. Diríjase a uno de los vendedores informales que se encuentran entre las calles 39 y 45 y en el túnel Calidoso, que tengan en su chaza el logo o la bandera del Museo del Andén que los identifican como miembros del museo; 2. Hable con ellos sobre cualquier asunto; 3. Por último pida el mapa de “El mundo desde el andén” y se lo proporcionarán.

Con la pieza gráfica invitamos a la comunidad universitaria se permitiera recorrer la acera, de la mano de quienes la han vivido intensamente, la investigan y la experimentan, para recoger la experiencia de diálogo constante, que a nosotros mismos nos permitió reconocer saberes, posturas y rasgos singulares. Con esta última pieza buscamos lanzar a la circulación un testimonio más durable del reconocimiento de sus presencias en el espacio.

La experiencia compartida de acercamientos, negociaciones, angustias compartidas ante las persecuciones, las necesidades domésticas, las tensiones entre diversos componentes de sus experiencias vitales, nos permitieron reconocer un grupo de aspectos de su presencia, que vale la pena listar:
- La venta informal es un beneficio para aquellas personas que no pueden cumplir con un horario fijo debido a algunos inconvenientes de la vida. En el caso de Jacqueline (madre cabeza de familia) porque su único hijo tiene una discapacidad cognitiva y debe estar en constantes terapias y citas médicas que no podría cumplir. En el caso de Gloria, porque su mamá estuvo enferma mucho tiempo con movilidad limitada. Agradecen este oficio porque les ha permitido dar educación a sus hijos, en algunos casos como el de Fernando poder pagar la universidad de ellos. Otros agradecen haber construido una casa para su familia. En el caso de Doña Gabriela dice que a su edad nadie le da empleo y esta forma de trabajo le permite vivir honrada y tranquilamente. Para Guillermo ha significado el reencuentro con la familia y la superación de la indigencia.
- Cuando el proyecto se activó ya existía una red de solidaridad con los vendedores, manifiesta en todo el apoyo que algunos profesores les proporcionaron a Guillermo y Gabriela para que compraran su chaza, y en la solidaridad que demostraron los otros vendedores al enseñarle a Gabriela qué vender en ese sitio. Así, el museo ayudó a afianzar o evidenciar esa solidaridad ya existente. Este factor lo comprendimos en las charlas informativas con representantes de instituciones como el Museo Nacional de Colombia, miembros del Ministerio de Cultura de Colombia y funcionarios de la Universidad Javeriana.
- El conocimiento de la venta de productos es complejo y parte de la experiencia propia o legada. El consumo de los productos puede variar en cuestión de metros, como lo señalan Jacqueline y Jenny, quienes estando a unos 10 metros la una de la otra, ya notan pautas diferenciales. Así, vender arriba o abajo del túnel tiene implicaciones, como que del costado de la Javeriana las personas salen y buscan comida, mientras que abajo la gente está de paso y su consumo es más de servicios o cosas pequeñas para llevar (mentas, cigarrillos, minutos, etc.). El conocimiento experiencial del lugar no es algo que pueda ser obviado o desdeñado.
-  La hospitalidad, que en un comienzo se pensó se daría en dirección de la Universidad hacia los vendedores, resultó ser algo que ya estaba activo en la otra dirección. En muchas ocasiones los vendedores se convierten en apoyo para los estudiantes, en ocasiones prestan dinero para transporte, les cuidan sus pertenencias o los acompañan mientras llega su transporte, en estos casos los estudiantes se sienten cuidados por ellos. Jaqueline tiene su cuaderno en el que consigna a quiénes les fía cuando acuden a ella, dice que sus clientes no le fallan y que esa es su estrategia para mantenerlos fieles.

La calle

La familiaridad con la que el citadino habita su ciudad le impide apreciar el permenente contrapunto entre dos tensiones subyascentes, por un lado la sedimentación de formas de control a las que está supeditada su vida, y por el otro lado, la velocidad con que estas mutan y se agazapan para capturar nuevas instancias de su ser. Lo característico de la ciudad consiste en su variación continua, no obstante, los sistemas que la han producido basan su poder en la sedimentación y permanencia -estasis- en lugares fijos, desde los cuales promover la ampliación del dominio y control de territorios y pobladores.
El geógrafo Henri Lefebvre (1976) ha demostrado en su investigación modos en que la acumulación de capital sobrevive gracias a su capacidad de ocupación y producción de espacio. Tal como se consolidó en la historia europea,  las clases en el poder se han servido del espacio como un instrumento de dominación que dispersa a los obreros de los espacios de decisión y a la vez los localiza en lugares funcionales. Para reducir a los trabajadores a meros instrumentos de producción,  el dominio requiere la organización y subordinación de diversos flujos vitales (deseo, imaginación, lenguaje) a las reglas institucionales del poder. Bogotá, cuidad grande, ruidosa y abrumadora, extiende permanentemente sus límites absorbiendo espacialidades externas (periferias rurales) e internas (barrios, comunas y hogares), y contenidos de la subjetividad de sus habitantes (identidades, deseos, representaciones).

Figura 48

Figura 48. Colectivo Circular: Atlas del centro de Bogotá, 2019. Fotografías cortesía de Vanessa Nieto y Colectivo Circular ( Vanessa Nieto, Natalia Mejía, César Faustino y David Guarnizo).

El proyecto Atlas del centro de Bogotá (Figura 48), realizó una investigación compuesta por recorridos y conversaciones mantenidas con un grupo de personas que basan la búsqueda de su sustento en tránsitos a lo largo del centro de Bogotá, y los artistas miembros del Colectivo Circular.
Las historias fueron publicadas en librillos junto a mapas de sus itinerancias diarias (realizados por ellos mismos) y dibujos realizados por los artistas, de sus cuerpos ataviados y equipados en pleno ejercicio de su trabajo, trayendo a expresión sus presencias simultáneas como trabajadores y como existentes en lucha por un lugar en el mundo (Figuras 49, 50 y 51). Los procesos puestos en operación durante este proyecto lograron definir y movilizar tres modalidades del pensar y actuar nómada:
1. En la expresión. La puesta en evidencia de la problematicidad, por medio de técnicas de observación, memoria y registro -derivadas del dibujo- de habitantes que en medio de un sistema de marcas y clasificaciones productivas abren márgenes de maniobra existencial. El proyecto nos trae a la vista crónicas existenciales de habitantes transitorios del centro de Bogotá. En medio de una fase especulativa de la economía de mercado, que promueve la desterritorialización absoluta de bienes, territorios y seres en el código único del valor monetario y el cálculo de ganancia contra inversión, la labor diaria de quienes cargan sus herramientas y materiales, esperando a desplegarlas en los momentos oportunos y replegarlas cuando aparezcan señales de amenaza, produce aperturas que renuevan el mundo. 

Figura 49

Figura 49

Figura 51

Figuras 49, 50 y 51. Colectivo Circular: Atlas del centro de Bogotá, 2019. Fotografías cortesía de Vanessa Nieto y Colectivo Circular ( Vanessa Nieto, Natalia Mejía, César Faustino y David Guarnizo).

Son cuerpos ampliados que sugieren la actualización del mito de Atlas, el titán condenado a cargar el mundo, en tanto productores de mundos posibles que en cada una de sus maniobras fundan centros relativos que renuevan la ciudad.
2. En la producción. Siguiendo la pregunta clave del geógrafo crítico Henri Lefebvre, si es posible arrebatarles a las clases dominantes el instrumento del espacio, el proyecto se construyó como un ámbito colectivo en el que los estilos y capacidades singulares de cuatro artistas hacen contrapunto entre sí y con el sistema de trabajo de taller. El dibujo dejó de ser aquí instrumento para reflejar estilos y devino manifestación de la esperanza colectiva y expresión eficiente al servicio del otro, denunciando los constreñimientos espaciales cuando sirven a fines de dominio llano.
3. En la activación. La propuesta de espacialización artística propone el desplazamiento de los lugares de la enunciación y la construcción de significado, mediante una máquina de pliegue y despliegue espacial, que amplía y radicaliza la tecnología del libro (Figuras 52 y 53). Como lo propuso Michel De Certeau (2007), el acto de caminar produce una triple función ‘enunciativa’: es un proceso de apropiación del sistema topográfico por parte del peatón (del mismo modo que el locutor se apropia y asume la lengua); es una realización espacial del lugar (del mismo modo que el acto al hablar es una realización sonora de la lengua); en fin, implica relaciones entre posiciones diferenciadas…” (pp. 109-110)
El Atlas del centro de Bogotá ha buscado su público, los artistas propusieron aperturas también en las formas de edición y contacto con el público. La resolución material compendia los relatos, derivados de la interlocución con los protagonistas de las historias y las imágenes, en librillos que a su vez reposan en cajones de un dispositivo que al desplegarse se conviente en mesa, silla y sala de lectura. Cada vez que se presenta, emerge una espacialidad nueva en la que el contexto, el transeúnte, el caminante completan la enunciación o proponen nuevas desde las sugerencias del dispositivo.

Figura 52

Figuras 52 y 53. Colectivo Circular: Atlas del centro de Bogotá, 2019. Fotografías cortesía de Vanessa Nieto y Colectivo Circular ( Vanessa Nieto, Natalia Mejía, César Faustino y David Guarnizo).

La permanente producción y reproducción de formas de control de la ciudad despierta a la vez las reacciones existenciales en la forma de maneras experimentales de habitarla, desde la exterioridad como ilegalidad, mendicidad, o indigencia, o desde la interioridad, como informalidad, resiliencia, resistencia o subversión. Tanto para quienes anhelan o cuidan algo de propiedad, como para quienes viven en condiciones de indigencia, la apropiación y creación de territorios suele darse de acuerdo con prácticas espaciotemporales sutiles –o extrañas al poder– que innovan técnicas de apertura y fundación de hábitats. Todas estas formas, y otras extrañas, aún invisibles o altamente sutiles, sugieren que la estasis del poder activa formas de vida nómadas que son su contrapartida.

A modo de cierre

La formalidad no es solo una manera de contratación, sino una forma de vida, en tanto que exige una condición de normalización de hábitos, necesidades, expectativas, etc., que impiden que las personas que aun estando en capacidad de trabajar se incorporen a esa tipología de fuerza laboral. La formalidad no contempla formas de vida no formales. Como investigación sobre el espacio, la autoconstrucción progresiva y la economía informal producen subjetividades y ciudadanías experimentales que ponen en crisis las prescripciones de identidades fijas y los vectores de localización funcionales para las existencias. Más que mostrar estilo u ostentar gusto, en las casas cuyo diseño ha partido de la urgencia inicial y su crecimiento se ha dado con la marcha del proceso construcción-ampliación, se hacen perceptibles señales expresivas de los devenires y giros de la existencia.
Durante décadas las administraciones de Bogotá han estado debatiéndose ante dos posibles proyectos de ciudad, o la ciudad es un derecho que se abre a quien la necesita o la ciudad es un servicio que ofrece su disrute a quien lo compra (alquileres, arriendos, impuestos).

Figura 54

Figuras 54, 55 y 56. Fotogramas de video de denuncia, plaza de la Mariposa, San Victorino, Bogotá, mayo 6 de 2019. Policías retiran del espacio a vendedor de chicharrones y agreden a otros ciudadanos. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=gYEyn-zgstU

El vendedor informal de chicharrones a quien un grupo de policías -en el afán de vaciamiento estetizante promovido en la alcaldía de Enrique Peñalosa- arrestó con violencia excesiva mientras se aferraba a su carro de trabajo (que fue decomisado también), mientras otro policía violentaba y golpeaba a ciudadanos que les reclamaban la arbitrariedad (Figuras 54, 55 y 56), es una imagen potente de tantos habitantes marginalizados de la ciudad, a quienes la desesperación arrebata el sentido y la orientación de su estar en el mundo.
En el fondo, todas estas reflexiones han rondado una pregunta fundamental:

¿Para qué sirve la vida?

Cuando mi hija estaba en el preescolar, su maestra le pidió una tarea en la que dijera lo que pensaba de la vaca. Ella llevó un conjunto de apreciaciones propias como  “la vaca tiene cuernos, es grande, hace ‘mu’, come pasto” (nosotros ya vivíamos hacía un tiempo en el campo). Al preguntarle luego qué comentarios recibió de su tarea nos respondió que no había estado bien, porque las respuestas que se esperaban (y dieron los niños felicitados) eran del tipo “la vaca es importante porque produce leche, nos alimentamos de su carne, de su piel podemos fabricar zapatos, etc.” Dicho esto, hay que anotar que estamos ante dos alternativas de sentido existencial: ¿debemos cuidar a las abejas porque polinizan los cultivos o porque su potencia vital contiene el seguir vivas?

¿Cuál es la función de vivir?

Lo que está en cuestión en la gran cantidad de emergencias que están buscando, inventando, produciendo rutas de escape, es la liberación de fuerzas existenciales que  logren afirmar desde su propia potencia la existencia completa, de allí donde el poder las ha capturado al servicio de la acumulación.  Asumir en serio estas emergencias y las conclusiones que nos han sugerido nos permite afirmar con radicalidad que la función de vivir no es otra que el vivir mismo, no hay utilidad ulterior y no debe haberla.

Bibliografía y otras fuentes


1 rtoledo@javeriana.edu.co

2 Recientemente publicado por el Sello Editorial UNAD.

3 La ciudad como matriz de territorios, proyecto de investigación-creación desarrollado entre junio de 2011 y junio de 2012 por Mauricio Durán, Juan David Cárdenas, Juan Carlos Arias, Claudia Salamanca y Ricardo Toledo Castellanos, del grupo de investigación Pedagogía, Tecnología y Sociedad en las Artes Visuales, adscrito al Departamento de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

4 El Museo del Andén es un proyecto de creación desarrollado entre febrero de 2017 y junio de 2018 por Sonia Barbosa Ortiz, Nicolás Leyva Townsend y Ricardo Toledo Castellanos (colaboraron en su inicio los estudiantes Gabriel Henao, Sara Casadiego y Juan Pablo Figueroa), del grupo de investigación Pedagogía, Tecnología y Sociedad en las Artes Visuales, adscrito al Departamento de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

5 Varios argumentos y reflexiones de este aparte están basados en  artículos desarrollados por el autor en el proyecto de investigación “La Ciudad como Matriz de Territorios” de la línea de investigación “Artes Visuales y Sociedad” del grupo de investigación “Pedagogía, Tecnología y Sociedad en las Artes Visuales”, del Departamento de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

6 Varios argumentos y reflexiones de este aparte están basados en  el artículo ‘Autoconstrucción y autopoiesos: las casas expresivas’,  desarrollado dentro del proyecto de investigación “La Ciudad como Matriz de Territorios” de la línea de investigación “Artes Visuales y Sociedad” del grupo de investigación “Pedagogía, Tecnología y Sociedad en las Artes Visuales”, del Departamento de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

7 En el artículo 28 del capítulo de Derechos Fundamentales de la constitución política de Colombia se sugiere esta relación: “Toda persona es libre. Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino en virtud de mantenimiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley…”
En el artículo 32 del capítulo De los derechos, las garantías y los deberes: “El delincuente sorprendido en flagrancia […] Si los agentes de la autoridad lo persiguen y se refugiare en un propio domicilio, podrán penetrar el él, para el acto de la aprehensión…”

8 Ver: Toledo Castellanos, Ricardo. “Resistencia y esperanza, fuerzas que fundan un hogar”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, 8 (2), 17-48, 2013. (P. 40) . Ver también: Muñoz, Sonia. 1994. Barrio e identidad. Comunicación cotidiana entre las mujeres de un barrio popular. México D.F.: Trillas.
.

9 Esta parte contiene varios aportes de Sonia Barbosa Ortiz y Nicolás Leyva Townsend, coinvestigadores del proyecto de creación e investigación Museo del Andén.