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Enseñanza y aprendizaje en el contexto de la EaD. Reflexionando la práctica
La virtualidad ha protagonizado durante la pandemia una irrupción vertiginosa en los sistemas educativos de todo el mundo para garantizar la continuidad de los ciclos académicos inhabilitados para su normal funcionamiento presencial ante la llegada de la COVID-19.
Cuando hablo de virtualidad me estoy refiriendo a una realidad amplia que hoy estamos experimentando en nuestras instituciones de educación superior y en la sociedad en general, como resultado conjunto de la demorada instalación de la Sociedad de la Información y el Conocimiento y de la pandemia COVID-19.
Esto incluye las diversas situaciones educativas vividas en las universidades en este período de variados confinamientos, tanto la lenta metamorfosis del aula presencial devenida en digital, como el aula extendida, los distintos grados de hibridación de las experiencias y los programas 100% virtuales con su variedad de modelos.
Para describir esta situación tan amplia y extensa es que utilizo la metáfora del laberinto. Lo hago en distintos sentidos inspirada, en parte, por la literatura de Jorge Luis Borges que utiliza el laberinto como símbolo mostrando una idea fascinante que en mi opinión merece ser explorada.
Borges ve el laberinto de muchas formas diferentes: a veces simplemente como una imagen del universo, otras como un lugar para perderse, como una experiencia de caos o de un orden establecido.
En este caso, al hablar laberinto lo hare con una doble mirada, con esa dualidad de orden y desorden, con esa gran complejidad con que nos desafían los laberintos y que en la situación vivida durante la pandemia nos mostraron con crudeza la incertidumbre del momento.