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El impacto del análisis del conflicto en los resultados de la operación Barkhane en Mali*
Impact of conflict analysis on Barkhane Operation results in Mali
Análisis Jurídico – Político, vol. 4, núm. 8, pp. 51-81, 2022
Universidad Nacional Abierta y a Distancia

Análisis Jurídico – Político
Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Colombia
ISSN: 2665-5470
ISSN-e: 2665-5489
Periodicidad: Semestral
vol. 4, núm. 8, 2022

Recepción: 20 Mayo 2022

Aprobación: 13 Julio 2022

Los autores que publican con la revista Análisis Jurídico - Político aceptan los siguientes términos: Los autores ceden los derechos patrimoniales a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia – UNAD de manera gratuita, dentro de los cuáles se incluyen: el derecho a editar, publicar, reproducir y distribuir tanto en medios impresos como digitales y otorgan a la revista Análisis Jurídico - Político el derecho de primera publicación el trabajo licenciado simultáneamente bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License la cual permite a otros compartir el trabajo con un reconocimiento de la autoría de la obra y la inicial publicación en esta revista, sin fines comerciales.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El aumento de los niveles de violencia en Mali, a pesar de las múltiples operaciones de paz y contraterrorismo, han mostrado la inefectividad de las acciones. Entre las razones que se intersecan en el fracaso, hay elementos de fallo en el análisis del contexto. A lo largo del artículo se plantea el impacto que esto ha tenido. Usando la metodología de caso de estudio, este artículo busca identificar las limitaciones en el análisis del contexto y explorar cómo han influenciado la planificación estratégica y los resultados. El argumento principal es que la narrativa que posiciona a los rebeldes islamistas en el centro del conflicto ha eclipsado la mayor parte de los recursos para la resolución de los conflictos, sin ser la problemática central. Al mismo tiempo, la interacción entre islamistas y contraterroristas ha facilitado un enquistamiento y escalada del conflicto.

Palabras clave: contraterrorismo, Mali, narrativas, resolución del conflicto.

Abstract: The increasing levels of violence in Mali despite multiple peace and counterterrorist operations have proven that the strategies used were ineffective. Between the intersecting reasons underlying this failure, there is a question of how context analysis shapes the operations and their outcomes, and the pre-conditions set by social narratives around certain actors. Through a case study analysis, this dissertation seeks to identify limitations in the context analysis and explore how they have influenced the strategy setting and its outcomes. The key result is that the narrative around the Islamist rebels has eclipsed a considerable number of resources for conflict-resolution despite not being the central problem, while the interaction between counterterrorism and Islamism facilitates the escalation of violence.

Keywords: counterterrorism, Mali, narratives, conflict resolution.

1. Introducción

La República de Mali es un país sin salida al mar, localizado en la parte central de la región del Sahel, un cinturón semiárido que se extiende desde el océano Atlántico hasta el Cuerno de África. Desde 2011, el país está inmerso en una crisis multidimensional que acoge diferentes conflictos, lo que, junto al subdesarrollo económico, lo ha llevado a una crisis humanitaria con más de 401 736 personas desplazadas (Agencia de la ONU para los Refugiados [ACNUR], 2021), y la proyección de que 840 763 personas sufran las consecuencias más graves de una crisis alimentaria en 2022 (Le réseau de prévention des crises alimentaires [RPCA], 2021; Oxfam Intermon, 2021).

La escalada de violencia empezó cuando los tuareg —grupos tradicionalmente nómadas asentados en el norte del país— se aliaron con rebeldes islamistas y declararon la independencia de la zona histórica del Azawad. Tras ello, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar Dine y el Movimiento para la Unidad y la Jihad en el África Occidental (MUJAO) —quienes eran parte de la coalición— expulsaron a los tuareg y ocuparon ciudades estratégicas (France 24, 2014). El mismo año, debido a disputas internas en la gestión de la crisis del norte de África, un golpe militar derrocó al Gobierno de Amadou T. Touré. Desde ese momento, ha habido un crecimiento constante de la violencia intercomunitaria, el bandidaje, además de cuatro golpes de Estado, tres de ellos en 2020 y 2021. La decisión de la Junta militar de hacer la transición en cuatro años ha resultado en sanciones y la suspensión del país de la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (CEDEAO). Es esta situación crítica la que nos lleva a reflexionar sobre los fallos tras la inseguridad en Mali.

El país ha sido, de forma histórica, el centro del comercio transahariano, así como del tráfico de drogas y el contrabando; esto, debido a la porosidad de sus fronteras, las dificultades en la gestión fronteriza y su geolocalización en frontera con otros siete Estados. La situación ha facilitado la toma de control por parte de grupos yihadistas de estas fronteras, lo que a su vez ha permitido su financiación (Cantens y Raballand, 2016). Asimismo, antes de la escalada, el país ya mostraba un sistema de gobernanza frágil, constantes violaciones de derechos humanos por las fuerzas de seguridad y falta de acceso a los servicios esenciales y la infraestructura. Todo ello derivando al debilitamiento de la relación entre los ciudadanos y el Estado.

En total, seis misiones militares de apoyo al ejército nacional han sido desplegadas en el país: 1) la misión africana AFISMA (African-led International Support Mission to Mali) (2011-2013), que ofrecía apoyo directo al Gobierno maliense en la lucha contra los rebeldes; 2) la misión francesa Serval (2012-2014), con mandato contraterrorista; 3) la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), que sigue operando desde 2013 para la implementación del Acuerdo [de paz] de Argel; 4) la operación Barkhane, que sucedió a la Serval, regionalizando el impacto y ofreciendo, además, apoyo en la capacitación de los ejércitos regionales; ambas, autorizadas por la resolución 2100/2013 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; 5) recientemente, el ejército privado ruso conocido como Grupo Wagner; además, 6) la sucesión de Barkhane por el destacamento especial Takuba. Todo ello con el apoyo de la organización regional G5 Sahel, nacida para hacer frente a la amenaza en la región, y las misiones de entrenamiento y capacitación de la Unión Europea: EUTM Mali (European Union Training Mission in Mali) y EUCAP Sahel – Mali.

En total se han desplegado 16 600 efectivos extranjeros para el refuerzo de la capacidad de acción del ejército de Mali (European Council of Foreign Relations [ECFR], 2021; Dumas et al., 2021; Ministière des Armès Français, 2022). Sin embargo, la violencia ha continuado en aumento, los rebeldes islamistas se han movilizado por otras áreas y la falta de seguridad ha fomentado la aparición de milicias de autodefensa y expandido la inseguridad a través de violencia inter e intracomunitaria.

Mali es un caso de estudio excepcional para la conmemoración de Un Programa de Paz, por ser un Estado donde coexisten diferentes tipos de conflictos e inseguridades, y donde se han aplicado diferentes mecanismos para la resolución de conflictos, la estabilización y el mantenimiento de la paz. Los elementos presentes clasifican el caso como un nuevo tipo de conflicto y algunos de los mecanismos para su resolución responden a aquellos propuestos por Boutros Boutros-Ghali en 1992. Sin embargo, las estrategias y herramientas no han sido suficientes para terminar con la escalada de inseguridad. No solo está en Mali la misión con más muertes de cascos azules, sino también ejemplos diferentes de las limitaciones de las operaciones de paz, entre ellas su propia naturaleza reactiva; además de poner de manifiesto dicotomías del contraterrorismo y su propio rol dentro de la paz liberal.

Este artículo busca comprender el análisis francés del problema y reflexionar sobre cómo el objetivo central de neutralizar a los grupos islamistas ha moldeado los resultados de la operación. La razón por la que se escoge la operación Barkhane es por su componente contraterrorista y porque ha sido uno de los contribuyentes más significativos en Mali, tanto en el liderazgo de las operaciones como en la capacitación de los ejércitos locales. Francia también promovió la narrativa antiterrorista, puesto que el país hizo campaña para recibir apoyo, financiación y sostenimiento operativo y logístico, dado que visibilizar la problemática terrorista no había sido antes una prioridad.

El caso de estudio se divide en dos partes. La primera, “limitaciones en el análisis del conflicto”, se centra en la identificación de elementos que no concuerdan, su verificación, la reconstrucción de la narrativa y una breve discusión sobre su impacto en la estrategia. La segunda, analiza la operacionalización, la implementación y las externalidades de la operación Barkhane, además de una discusión sobre la narrativa que envuelve la cuestión. El artículo cuenta con la pauta de análisis, una revisión literaria que, además, nos ofrece una comprensión del contexto y de diferentes elementos del conflicto, el caso de estudio y análisis de las variables y las conclusiones.

2. Pauta de análisis

Este artículo sigue una aproximación multimétodo descriptiva desarrollada a través de un caso de estudio. Para el análisis se usan fuentes primarias y secundarias, complementadas con entrevistas no estructuradas. El marco teórico está basado en las teorías de resolución de conflictos, el constructivismo y las teorías sistémicas. Con ello, se explora primero la narrativa espaciotemporal que enmarca las crisis de Mali y la construcción del enemigo para identificar posibles limitaciones en el proceso. Una vez concluido, hay un análisis de la operacionalización del caso Barkhane con un foco en el autorrefuerzo de las dinámicas de conflicto. Finalmente, se reflexiona sobre las causas históricas y materiales que derivan de las dinámicas que se presentan.

Nuestra hipótesis es que uno de los elementos no materiales que contribuyen a la escalada de la violencia en Mali es causada por el impacto negativo del análisis del conflicto en la delineación de la estrategia. Es decir, se defiende que ha habido errores en la comprensión del problema, lo cual ha derivado en estrategias contraproducentes. El artículo no niega los elementos materiales como parte de las causas de la escalada, pero se centra en el impacto de la dimensión psicocultural.

El texto reflexiona, precisamente, sobre cómo un análisis de conflictos erróneo puede repercutir en los resultados de una estrategia y aumentar el conflicto en lugar de disminuirlo. También, sobre cómo las narrativas sociales determinan el análisis de conflictos, definido como “el estudio sistemático de los conflictos en general y de los conflictos individuales o grupales en particular” (Snodderly, 2011). Se trata de una herramienta que proporciona una indagación estructurada sobre las causas y la trayectoria potencial de un conflicto, para poder comprender mejor los procesos de resolución.

La comprensión y el estudio de los conflictos crea una narrativa que corresponde a las creencias y los supuestos que constituyen la forma de percibir la realidad. Como las narrativas no se ajustan forzosamente a la realidad, el análisis del conflicto puede errar en función de la narrativa que la enmarca. Esto es especialmente agudo en el caso del terrorismo en el contexto de la guerra contra el terror, que deslegitima y deshumaniza las motivaciones de los grupos armados, negando el diálogo y la diplomacia, ya que estos grupos no siguen las normas de la teoría de la guerra justa.

Como toda producción humana, este escrito no está libre de preconcepciones. El lector podrá observar la tendencia de la autora al análisis a través de la teoría de sistemas y el constructivismo, y no descartar otros paradigmas teóricos, sino más bien extraer los elementos de cada uno que nos ayuden a explicar la realidad. Emily Durkheim (1964) identifica la sociedad como un organismo biológico en el que todas las partes del sistema encajan intrínsecamente de forma similar a la del sistema corporal humano. En consecuencia, los resultados de los sistemas pueden transformarse al reorganizar las interacciones, añadiendo o restando los recursos, los actores o cambiando las reglas (Ashoka, 2020). Esta teoría da sentido al trabajo de aquellos que se centran en la resolución de conflicto, pues evidencia la potencialidad del conflicto de ser transformado (Katzenstein et al., 1996; Adler y Barnett, 1996, 1998; Onuf, 1989; Ruggie, 1998). Además, el lector podría percibir cautela en la aceptación de ideas universalizadas, fruto del debate interno constante de quien usa las lentes de la decolonialidad. Esta observación no debería suponerle a la persona más escéptica una razón para descartar los argumentos, solo la oportunidad de percibir la cuestión desde otro prisma.

El artículo se ha realizado mediante el análisis de contenido de tres tipos de fuentes: fuentes primarias, como publicaciones, informes o declaraciones; entrevistas no estandarizadas; y publicaciones académicas. El motivo de usar entrevistas no estructuradas permitirá tratar tres temas críticos con suficiente libertad para profundizar en la función de los conocimientos particulares que los entrevistados muestren tener.

2.1. Marco teórico y metodología

Los supuestos teóricos que dirigen este análisis son múltiples, basados principalmente en la teoría de la resolución de conflictos y, concretamente, en el trabajo de Hansen et al. (2004), quienes adaptan la teoría del conflicto social prolongado de Edward Azar. Este, es descrito como el tipo de conflicto que se origina cuando se niega a los grupos comunales su identidad distintiva (en cuanto a características étnicas, religiosas, lingüísticas u otras culturales) o la satisfacción de sus necesidades de desarrollo. Estos conflictos se caracterizan por ser intensos, lo que genera que el curso natural de la interacción entre las partes tienda a reforzar y profundizar el conflicto en lugar de reducirlo y resolverlo.

Como ya se ha especificado, el elemento central del artículo es el rol del análisis del conflicto en el caso de estudio de Mali. Como lo define Rubin et al. (1992), nos centraremos en la definición planteada del origen, desarrollo y ciclo vital del conflicto, y de los factores que condujeron a su escalada, como las actitudes, los comportamientos, las situaciones, los objetivos y los valores que influyen en la interacción entre los individuos.

Algunas asunciones conducirán el artículo. Entre ellas, que el conflicto ha tendido a la expansión y a la escalada debido a la competición entre actores, la mala comunicación, la hostilidad, los juicios erróneos y la percepción equivocada del otro, siguiendo las teorías de Kriesberg (1998). También, que la percepción de cualquier acto viene determinada por la imagen que el individuo tiene del acto y la percepción del contexto, y, por ende, que las narrativas sociales aceptadas pueden sesgar la comprensión de los eventos.

El conflicto es un proceso multifacético de influencia mutua, impulsado por necesidades y temores colectivos (Kelman, 2011), en el que un encuadre militarista puede facilitar la perpetuación de las fuentes del conflicto y el ciclo de la violencia; en especial, entre grupos identitarios (Rothbart y Korostelina, 2011) porque no aborda estas necesidades y temores. La interacción se rige por un conjunto de normas y se guía por un grupo de imágenes que crean una dinámica de escalada que se autoperpetúa (Kelman, 2011). La deshumanización del enemigo —fomentada por la narrativa— dificulta la aplicación de dinámicas que promueven la paz, lo que a su vez contribuye en la creación de barreras psicológicas que puedan resolver el conflicto (Ross y Ward, 1995). Este tipo de dinámicas tiende a reforzar las percepciones históricas y de justicia, y fomenta una resistencia a las pruebas que desconfirman estas imágenes, lo que crea profecías autocumplidas (Bronfenbrenner, 1961; White, 1965). Tales profecías autocumplidas están marcadas por la normativización de las interacciones y sostenidas por la deslegitimación discursiva y la deshumanización (Kelman, 2011).

3. Revisión literaria

No hay excesiva literatura dedicada a estudiar el análisis del contexto en Mali y su impacto en la estrategia general, aunque hay menciones en diferentes autores sobre errores importantes en la construcción del puzle. La mayor parte de la literatura estudia las dinámicas del conflicto, los actores, el contraterrorismo y las operaciones de paz. Algunos de los textos se encuentran enmarcados en debates teóricos amplios que buscan explicar ciertas cuestiones. En esta línea, Pollichieni (2021) identifica cuatro escuelas de pensamiento alrededor de la cuestión de Mali. La primera la aproximación “Sahelistán”, focalizada en las similitudes entre Afganistán y Mali. La segunda, los estudios de violencia política, focalizados en la amenaza híbrida que representan los grupos armados. La tercera, centrada en el fracaso del Estado, que argumenta que la violencia y la anarquía son resultado de la falta de estructuras sólidas de gobernanza. Finalmente, la última tendencia se enfoca en la lógica de la violencia tanto por los rebeldes como por el Gobierno de Mali y sus aliados.

Para este artículo, se ha dividido la revisión literaria con base en tres elementos: las causas de la violencia, la lógica del yihadismo y las estrategias, implementación y fracasos de las operaciones de contraterrorismo y de mantenimiento de la paz.

3.1. Causas de la violencia

En 2013, Shaw trató de explicar la transmisión de la violencia desde Libia a Mali a través de una versión readaptada de las teorías de Lake y Rothchild sobre escalada y difusión/contagio, que terminó siendo no concluyente. Desde ese momento, muchos otros académicos han tratado de explicar los orígenes de la violencia en la región norte y, más tarde, en la región central. Puede destacarse a Walther (2017), quien exploró las especificidades de la situación de seguridad contemporánea en el Sahara-Sahel. Encontró cinco fuentes de violencia regional: la violencia del Estado, las milicias estatales aliadas, las tensiones étnicas entre pastores y agricultores, las rebeliones y los movimientos yihadistas. Tobie (2017) estudió la violencia desde una perspectiva local y las narrativas divergentes en torno a las razones tras la violencia en la región. Finalmente, Baldaro (2018) identificó las dinámicas de clientelismo entre los señores de la guerra en el Norte y el Gobierno Mandé como semilla de rebeliones cíclicas y lo conceptualizó como dependencia inversa.

Algunas de las razones identificadas como raíces del problema han sido la falta de acceso a la justicia, parcialmente debido a la corrupción endémica. La población prefiere usar métodos de justicia informal, tendiendo a la agravación de los conflictos (Shipley, 2017). Se suma un sistema legal pluralista que reta el monopolio del Estado en el desarrollo legislativo; lo que, junto a las barreras para acceder a los servicios, ha catalizado conflictos comunitarios (Servaas Feiartag, 2016; Hiil, 2018; Lawyers Without Borders, 2020). Otras razones identificadas por la academia conciernen a la gobernanza, en concreto a la falta de mecanismos democráticos que limiten el poder (Shipley, 2017), además de la falta de instituciones descentralizadas con influencia, que bien han sido contempladas en diferentes acuerdos de paz (Schmauder, 2020). Se suman las prácticas disfuncionales de los cuerpos de seguridad, tanto en el reclutamiento, el adiestramiento y el mantenimiento de los y las oficiales (Imrap y Interpeace, 2016). Se reporta su participación en prácticas corruptas, violaciones de derechos humanos e, incluso, crímenes de guerra, lo que alimenta la radicalización y el reclutamiento (Dufka, 2020).

3.2. Lógicas del yihadismo

Centrados en las lógicas de la violencia yihadista encontramos a Guichaoua (2016), quien analiza las dinámicas de construcción de paz en la región del norte. También, a Haugegaard (2017), quien argumenta que las motivaciones de los yihadistas están más vinculadas a los problemas locales y al crimen organizado, que al fanatismo religioso. Benjaminsen y Ba (2019) explican que los pastores se adentran en los grupos yihadistas debido a razones político-ecológicas vinculadas a la corrupción del sistema judicial y al servicio forestal. Bencherif et al. (2020) explora como la estrategia de ataques remotos usada por los terroristas les hace más resilientes frente al gobierno y a sus aliados. Finalmente, Pollichieni (2021) usa la teoría de Benjamin Lessing en la lógica de la guerra criminal, encontrando una correlación parcial en el desplazamiento entre lobby violento al paradigma de la corrupción violenta. Lo argumenta como razón principal de la estrategia de JNIM (Jama’a Nusrat ul-Islam wa al-Muslimin) para atacar principalmente a los agentes de seguridad. La literatura muestra que, aunque los grupos yihadistas usen la bandera de Al Qaeda o el ISIS, son mayormente combatientes locales centrados en los problemas locales o sirviendo a organizaciones que proveen de seguridad y servicios sociales.

3.3. Estrategias, implementación y fracasos de las operaciones

A pesar de la historia de insurgencias en la región, no ha habido ninguna estrategia funcional capaz de limitar la insurgencia. En este sentido, hay literatura focalizada en las operaciones AFISMA, Serval, Barkhane, y la MINUSMA. En este artículo nos centramos en la argumentación que autores y autoras ofrecen para explicar el fracaso de las dos últimas operaciones mencionadas. Shaw (2013) y Degrais et al. (2018) identifican la descoordinación entre aliados. Mesa (2013), Shaw (2013) y Pollicheni (2021) apuntan a la interconexión entre grupos criminales y rebeldes. Mesa (2013), Liang (2015) y Levobich (2019) refieren a la ineficacia de la estrategia francesa y sus externalidades. Existe también una creciente literatura que refuta la idea de una yihad global y señala dicha concepción como razón tras el fracaso de las operaciones contraterroristas, ya que sesga la comprensión del problema y, por ende, equivoca la teoría de cambio (Down y Raleigh, 2013;Liang, 2015). Charbonneau (2017) añadió el impacto del traslapo entre las operaciones Barkhane y MINUSMA, causado por la definición del enemigo. Finalmente, Karlsrud (2015) de Coning y Peter (2019) señalaron que las Naciones Unidas estaban fallando en sus objetivos principales, en especial en la protección de los civiles, lo que socavaba su legitimidad y le convertía en contingente en el conflicto.

4. Caso de estudio: narrativas conflictivas, la operación Barkhane y la escalada de la violencia

4.1. Las limitaciones en el análisis del conflicto

Un análisis preciso y compartido de las razones de un conflicto es un elemento necesario para el éxito en la resolución de conflictos (Grasa y Mateos, 2014). En el caso de Mali, el análisis preliminar del contexto en 2011 identificó dos actores distintos. En primer lugar, los rebeldes tuaregs, quienes habían protagonizado la fase anterior de la escalada, a principios de los 2000. En segundo lugar, las organizaciones yihadistas en la coalición, quienes se identificaban como actores no legítimos.

Tras el 11S, se inicia un proceso de demonización de los grupos islamistas, aunque poco tiempo antes estos mismos grupos eran financiados por los Estados del Norte y servían a distintos intereses. Tras el inicio de la guerra contra el terror, se convierten en actores ilegítimos, con quienes no se puede negociar, lo que niega la diplomacia preventiva, práctica y/o creativa que pueda tener a la resolución del conflicto. En su lugar, se propone una estratégica militarista centrada en la neutralización de los actores.

A través de la disección de la literatura se pueden encontrar matices diversos en el trasfondo histórico y contextual, lo que modifica la comprensión de las dinámicas del conflicto y las operaciones de estabilización. De este ejercicio emerge nuestra hipótesis: el análisis del conflicto carecía de elementos clave, y el marco de la “guerra contra el terror” podía sesgarlo con base en las narrativas establecidas.

En una de las entrevistas, Nossiter (marzo, 2022) plantea que es muy probable que hubiera errores en el análisis —en especial de comprensión profunda del contexto—, pero que un análisis mucho más detallado hubiera sido costoso y lento. Sin embargo, una aproximación a las dinámicas sociales del país y las zonas fronterizas, y las posibles dinámicas de retroalimentación hubieran provisto de elementos para construir una estrategia más centrada en la prevención y la resolución de conflicto, y menos en combatir un solo enemigo. Sin embargo, “la reacción forma parte de la propia naturaleza de la gestión de conflictos” (comunicación personal a Tobie, marzo de 2022).

El análisis del conflicto es solo una de las causas que se entrecruzan y que han contribuido al fracaso en Mali. Dado que el análisis se desarrolló tanto en origen como durante la intervención, y que la cuestión capturó la atención de los investigadores que señalaron la complejidad de las dinámicas del país y la región, se podría haber invitado a replantear la estrategia de forma más profunda. Aquí nace una reflexión siguiendo la lógica de la teoría del cambio del sistema: si la estrategia para la transformación del sistema consiste en eliminar a un actor, pero no hay una comprensión profunda del mismo y de su papel, el resultado diferirá del esperado. En la siguiente sección se exploran algunas dinámicas que se pasaron por alto durante el análisis del contexto y que podrían haber influido en los resultados de la intervención.

4.1.1. Puntos ciegos en la narrativa geográfica

Cuando un grupo de rebeldes declaró la independencia del Azawad de forma unilateral, el análisis se centró en dos cuestiones. En primer lugar, la dinámica histórica entre el Gobierno central Mandé y el grupo étnico Tuareg asentado en la región semiárida del norte (Baldaro, 2018;Nomikos, 2021). A pesar de que el análisis incluía las crisis de seguridad, políticas y humanitarias más amplias como elemento central de la cuestión, no había un mandato específico para estudiar las consecuencias probables o los posibles escenarios del caso. Con el paso de los años y la aparición de la literatura, empezaron a aparecer las lagunas.

La percepción de los acontecimientos está determinada por las historias, percepciones y prejuicios colectivos. Así, en el contexto de la guerra contra el terror, la implicación de los grupos que actuaban bajo el paraguas de Al Qaeda centró los esfuerzos hacia la mayor amenaza percibida, abandonando el análisis en profundidad de la dinámica social del país. Esto se mantuvo a nivel de la ONU, a pesar de las primeras advertencias de violencia intercomunal en el centro (Di Razza, 2018). Sin embargo, a partir del análisis de las fuentes secundarias, se infiere la existencia de varias dinámicas que contribuyen a la escalada de violencia y que ponen a prueba la plausibilidad de nuestro mecanismo causal. Estas se describen a continuación.

En primer lugar, Mali central es una región fértil, un bien escaso en un país a las puertas del desierto del Sahara y en pleno cinturón del Sahel. En el contexto de una economía no industrializada, los grupos étnicos compiten por las tradiciones socioeconómicas y el control de los recursos (Crisis Group, 2016;Tobie, 2017). En el contexto de la ausencia de Estado, la corrupción en los servicios esenciales y los abusos excesivos del ejército y la policía (Di Razza, 2018; Adam y Moderan, 2021), no hay espacio para la resolución pacífica de las disputas en el marco de la aplicación de la ley. Surge un mecanismo alternativo de resolución de disputas que a veces aumenta las tensiones intercomunitarias.

En segundo lugar, los Acuerdos de Argel firmados en 2015 no incluyeron a todos los actores de la dinámica del conflicto, lo que redujo el alcance del acuerdo y sus posibilidades de éxito. Como resultado, los actores excluidos transformaron sus estrategias para lograr los objetivos políticos tras darse cuenta de que solo los grupos que utilizaban directamente la violencia como medio de protesta veían atendidas sus necesidades y recibían concesiones. En consecuencia, las estrategias “no previeron las implicaciones de seguridad y desarrollo para las regiones centrales de Mali, ni se ajustaron a la evolución del conflicto” (Harris y Devernmont, 2020).

En este contexto, los agricultores, comerciantes y ganaderos de Mali Central constituyeron milicias de autodefensa con el objetivo de resolver disputas comunales o protegerse de la violencia interétnica (Nomikos, 2021). Sin embargo, estas milicias se han dirigido a poblaciones basadas en identidades étnicas o religiosas. Esto es el resultado de la composición étnica de los grupos yihadistas y de las tensiones económicas ya presentes entre los pastores nómadas fulani y los agricultores dogón y bambara (Harris y Devernmont, 2020; Global Center for the Responsibility to Protect, 2021).

El último elemento para considerar es el impacto que tienen las medidas antiterroristas en este ciclo de violencia. La cuestión se analizará con detalle más adelante. Sin embargo, la contribución de Di Razza (2018) muestra cómo la demonización de los extremistas como enemigos absolutos tiene una doble acción: primero, contribuyendo a las tensiones y conflictos interétnicos; segundo, colaborando a que los funcionarios justifiquen acciones extremas que acaban repercutiendo en los no combatientes y que se apartan de las normas de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, sumando al ciclo de la violencia. El sesgo cognitivo denominado estereotipado es culpable de este proceso de asimilación: si los miembros de las comunidades peuhl tienen relación con los yihadistas, y los yihadistas son demonios y enemigos absolutos, las comunidades peuhl son demonios y enemigos absolutos, y la violencia está justificada.

En conclusión, la reducción rápida del ámbito geográfico del problema al norte de Mali podría explicar la tendencia creciente de la violencia, puesto que no considera las dinámicas sociales en toda su complejidad. Sin embargo, más concretamente, pasan por alto el impacto que podrían tener los yihadistas y otros actores externos (Tobie, 2017). Por lo tanto, tienden a la subestimación durante la evaluación de la inteligencia, pasando por alto posibles escenarios de casos que predicen cómo el conflicto interétnico en la zona trifronteriza podría facilitar el reclutamiento de las comunidades étnicas marginadas, lo que contribuye al mismo tiempo a una rápida escalada de las tensiones étnicas.

4.1.2. Las limitaciones en el análisis histórico

La explicación del trasfondo histórico enmarca la cuestión resultante de tres acontecimientos clave: en primer lugar, las insurgencias cíclicas derivadas del reparto del poder, cuyo brote anterior se produjo a principios de la década de 2000. El segundo, el deterioro de la situación de seguridad en el Magreb, cuando los grupos rebeldes argelinos declararon una alianza con Al Qaeda (Walther, 2017). En tercer lugar, la caída de Gadafi en Libia facilitó el regreso armado de los combatientes tuareg a la región del Azawad. El último factor desestabilizador se identificó como el golpe de Estado resultante de los desacuerdos internos entre el Gobierno y el ejército (Wing, 2013; Laub y Masters, 2015).

A pesar de los diez años de intervención, parte de la academia asumió como causas fundamentales: i) un proceso cíclico de contestación del poder que comenzó en 1960, durante la descolonización; ii) un problema de gobernanza; iii) y la discriminación que sufren los tuaregs negros, que se ha agravado a lo largo de las décadas (Scott Shaw, 2013; Zounmenou, 2013; Freedomhouse, 2019). Sin embargo, durante esta sección, argumentamos que se pasaron por alto dinámicas críticas al limitar el alcance temporal de la crisis.

El acontecimiento principal que provocó la reorganización del sistema saheliano fue la intervención occidental en Libia, que dio lugar al regreso de combatientes del ejército de Muamar Al Gadafi al norte de Mali. Como resultado, el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad formó una coalición de rebeldes y declaró la independencia unilateralmente. Edoardo Baldaro (2018) afirma que el norte del país “se convirtió en un campo de batalla, oponiendo al ejército maliense y sus aliados y una coalición heterogénea formada por combatientes tuaregs, yihadistas extranjeros y locales, y miembros de cárteles de la droga y grupos criminales”. Finalmente, tras un mes de lucha, en marzo de 2012, la coalición conquistó la región, lo que provocó un golpe militar contra el expresidente Amadou Toumani Touré.

Baldaro (2018) menciona que se originó un debate controvertido entre académicos y expertos, durante la fase de análisis. La mayoría de ellos identifica el conflicto como resultado de factores exógenos o un intento yihadista de crear un califato en África. Otros lo consideraron un conflicto esperado, resultado de dinámicas internas y externas, pero sobre todo de las disfunciones internas, las desigualdades sociopolíticas y la dinámica conflictiva del Norte. Se identificaron las disputas como el resultado de la comprensión de que el país había avanzado hacia la democracia liberal después de las elecciones de 1992 (Guilloteau y Nauche, 2013; Baldaro, 2018). Sin embargo, según Boubacar Ba (2016), el desarrollo institucional y democrático fue una ilusión.

Tras los acontecimientos de marzo de 1991, Mali entró en una fase de democracia pluralista, [...] un pluralismo político mal definido y una escasa participación ciudadana en las diferentes elecciones presidenciales, legislativas y locales. El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo proclamado por la ley fundamental, cedió progresivamente su lugar al dejar hacer generalizado. [...] Los acontecimientos de 2012 terminaron de hacer visible toda la cizaña acumulada durante años en el sistema de gobernanza. (Boubacar, 2016)

Boubacar explicó que la situación del país no puede entenderse sin una mirada profunda al proceso de democratización de 1991 y sus fracasos. No entender la crisis de gobernanza y no equilibrar adecuadamente los esfuerzos entre la gestión del conflicto y el desarrollo institucional —en especial la prestación de servicios y la justicia— repercute en los resultados de la intervención militar. Por ejemplo, Crisis Group (2021) explica cómo la intervención militar sin una estrategia adecuada de desarrollo institucional supuso el regreso de los grupos armados a las “zonas liberadas”. La controversia sobre si Mali era una democracia sobre el papel y la situación institucional real del país es significativa. Baldaro, en su análisis post mortem, muestra que Mali ya era una zona de estatalidad limitada antes de 2012 debido a la desvanecida presencia de las autoridades centrales y a la desterritorialización de los espacios sociales, que comenzó con la tercera república y culminó en 2013 con la aparición de autoridades paralelas.

El marco histórico también afectará a la forma en que se perciben los actores, y en el caso de Mali, la cuestión se enmarca en la guerra contra el terror, a pesar de la dinámica de larga duración. Walther (2017) explica cómo el Gobierno de Mali ha sufrido un continuo de violencia, ya que veinte grupos armados entraron en conflicto con el Gobierno entre 1990 y 2016. Sin embargo, a pesar de que la crisis era una constante, más que los brotes de violencia puntuales y de contar con la presencia de Al Qaeda desde principios de la década de 2000, la cuestión solo atrajo la atención internacional a raíz de las revoluciones árabes. Del mismo modo, a pesar de que la región del Sahara-Sahel ha experimentado varias oleadas de yihadismo a lo largo de los siglos, repetidos golpes de Estado, tráfico transahariano y manifestaciones políticas (reprimidas), el periodo de grave inestabilidad solo se declaró después de que Al Qaeda secuestrara a un grupo de treinta turistas occidentales en el 2003 (Walther, 2017) tras el inicio de la guerra contra el terror.

En conclusión, un análisis en profundidad de la cuestión desde 1991 habría mostrado las deficiencias estructurales que facilitarían la rápida extensión del gobierno yihadista sobre determinadas zonas y el limitado impacto de las estrategias antiterroristas. Asimismo, una comprensión más profunda de la dinámica de los grupos armados en lugar de etiquetarlos bajo el término “terroristas islámicos” probablemente habría enmarcado a estos grupos no como actores ilegítimos, lo que ocurrió debido a la guerra contra el terror. Esta cuestión se analizará con más detalle en la siguiente sección.

4.1.3. Desentrañando el yihadismo: ¿quién está detrás del terrorismo en Mali?

Existen discrepancias en la comprensión de los actores del conflicto y en la forma de abordar sus peculiaridades. Más concretamente, se debate si los grupos armados que actúan bajo la bandera de Al Qaeda, ISIS o JNMI pertenecen a una “yihad global” o responden a dinámicas locales particulares (Down y Raleigh, 2013; di Razza, 2018; Crisis Group, 2021; Pérouse de Montclos, 2021; Rikke Haugegaard, 2017). Además, los actores olvidados que se dejaron de lado durante el acuerdo negociado inicial también se vieron afectados. La comprensión primaria de los actores determina la estrategia a seguir, que tendrá un impacto global en la dinámica del sistema y en los resultados.

Al hablar de la securitización de Mali, debemos preguntarnos: ¿seguridad para quién? Los datos de ACLED (Armed Conflict Location and Event Data Project) muestran cómo el número de asesinatos y de violaciones de derechos humanos contra civiles cometidos por las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales aumenta junto con el de los grupos yihadistas. Si el Estado pone en peligro a las comunidades en lugar de protegerlas, aceptar la protección de grupos alternativos puede resultar natural. La línea entre combatientes y civiles, o entre legítimos e ilegítimos, es delgada, especialmente después de diez años de conflicto, y los altos niveles de aceptación social impulsan el reclutamiento.

Human Rights Watch (2017) mostró cómo el modus operandi de las milicias yihadistas buscaba la aceptación de las comunidades locales en lugar de atacarlas, lo que Di Raza (2018) utilizó para cuestionar su papel depredador. Ahmad Al-Faqi Al-Mahdi, condenado por la Corte Penal Internacional por la destrucción de un edificio religioso histórico en Tombuctú, lo ilustra: antes de proceder a la destrucción de los mausoleos, realizó varios esfuerzos para explicar las consecuencias de mistificarlos y evitar su destrucción. Cuando finalmente decidió autorizar la demolición, su testimonio mostró una gran atención a los detalles en los esfuerzos por preservar las relaciones con la población. Además, el testimonio mostraba la atención a los pobres —que constituía una circunstancia atenuante— y los objetivos de apoyo a las comunidades.

Estos grupos también se presentan como liberadores y protectores de las comunidades marginadas. Dos ejemplos presentados por Di Razza fueron cuando el MUJAO informó de la expulsión del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) de Gao debido a los abusos que estaban perpetrando. O bien, al proteger a las aldeas fulani de los supuestos abusos cometidos durante la reconquista de Mali y las operaciones antiterroristas dirigidas por Francia. De manera complementaria, los yihadistas dotan a algunas comunidades de instituciones de justicia e instalaciones económicas y ponen en marcha “proyectos de impacto rápido”.

Según di Razza (2018), el etiquetado de las milicias yihadistas como terroristas irracionales se traduce en la “valoración general fluida de los grupos extremistas”, a veces sesgada y objeto de fácil manipulación. No se pretende refutar el efecto sobre objetivos civiles o los efectos colaterales cuando se preparan ataques contra las fuerzas dirigidas por Francia, la MINUSMA o el ejército maliense. Sin embargo, es necesario comprender las motivaciones y los motores concretos de personas que “pueden ser parte del proceso de paz por la mañana, criminal(es) por la tarde y terrorista(s) por la noche”. El informe final del grupo de expertos presentado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas menciona que “una misma familia puede contar con miembros pertenecientes a partidos del proceso de paz, a grupos extremistas, a partidos políticos legítimos y a las fuerzas armadas malienses”. El informe también señala que “los individuos a menudo trabajan para los grupos armados o les prestan sus servicios por razones principalmente económicas u oportunistas más que ideológicas”.

El tratamiento unificado de actores muy diferentes como terroristas en el marco de la yihad global no reconoce las dinámicas particulares de las distintas zonas y regiones y, lo que es más importante, la compleja interrelación entre los actores. En consecuencia, no hay espacio para el tratamiento individualizado de estas cuestiones, sino solo para la acción militarizada, que ha dado escasos resultados. A pesar de que el expresidente Boubacar Keïta tenía la intención de dialogar con las milicias yihadistas, Harris y Devernmont (2020) señalan la presión ejercida por Argelia (que comparte frontera con el norte de Mali) y Francia para seguir la doctrina de “no negociamos con terroristas”.

En conclusión, categorizar a los diferentes actores violentos como legítimos e ilegítimos y enmarcarlos bajo la idea de una “yihad global” afecta a la comprensión de las razones de la radicalización y a las necesidades y motivaciones concretas de los actores. Como resultado, es posible que no se aborden adecuadamente los problemas de fondo, dejando las posibilidades de paz en manos del éxito militar. Esto podría derivar a una situación como la ocurrida en Afganistán, con los talibanes, tras veinte años de esfuerzos antiterroristas y de construcción de la paz dirigida por paradigmas liberales.

4.2. El impacto de la narrativa en la operación Barkhane (Z1)

Barkhane ha encontrado múltiples lastres en su acción a través de la lucha antiterrorista y el desarrollo de capacidades de los ejércitos locales. La literatura cuestiona las razones del fracaso de la operación a pesar de contar con un presupuesto de 600 millones de euros anuales, el aumento de personal y el apoyo material, técnico, logístico y estratégico de diferentes países de la UE y de EE. UU. No obstante, hay que reconocer que la operación ha tenido una gran capacidad de adaptación, abriendo bases en varias posiciones estratégicas según lo requería la situación (Asambleé National Française, 2021; ECFR, 2022).

La operación persiguió dos estrategias clave: en primer lugar, el debilitamiento de los grupos de conducta terrorista mediante la decapitación de los liderazgos, el combate directo y los ataques a distancia para el redespliegue de las FAMa, con el fin de securitizar las regiones y facilitar el retorno del Estado y los servicios sociales. Y, en segundo lugar, el entrenamiento de los ejércitos sahelianos a través de asociaciones operativas, equipamiento de unidades y asociación en acciones de combate a pequeña escala. Francia también presionó el apoyo de la Unión Europea que estableció misiones de entrenamiento civil (EUTM Mali) y militar (EUCAP Sahel Mali) (Assamblée National Française, 2021; Sénat - Française, 2022; Pérouse de Montclos, 2021).

Hay claros éxitos tácticos, entre los que se encuentran la neutralización de cinco líderes de diferentes organizaciones terroristas y la obtención de material de información, armamento o la captura de combatientes; lo que les posicionaba en una mejor situación en caso de negociación. Sin embargo, también ha habido varias limitaciones operativas, algunas de ellas de carácter técnico y logístico, como la coordinación y los niveles nacional e internacional y el transporte en un área de 7000 km, lo que provoca la necesidad de una rearticulación permanente. Pero los que más nos interesan aquí son los relacionados con el impacto sobre la dinámica del sistema y las poblaciones locales (Assamblée National Française, 2021).

Fuentes gubernamentales señalaron las dificultades para diferenciar a los combatientes de los civiles, lo que llevó a que los golpes fueran fallidos, ya que los miembros de los grupos armados también podían formar parte de la población o sumergirse en ella. Además, los grupos de conducta terrorista se beneficiaron de las tensiones y frustraciones intercomunitarias relacionadas con el uso de drones, la propaganda y el creciente sentimiento antifrancés, lo que les dio capacidad de adaptación. Como se mencionó en el apartado anterior, los combatientes están vinculados a los grupos armados por múltiples razones, principalmente por protección y como trabajo. Por lo tanto, cada vez que la lucha antiterrorista acaba con la vida de un combatiente, su familia y sus seres queridos viven la pérdida. Para ellos, el combatiente probablemente estaba apoyando una economía familiar o tratando de mantenerlos a salvo. Es dicotómico porque cualquier familia francesa pensará lo mismo de su ser querido, aún y ser percibido como “el malo” por parte de la población maliense —radicalizada o no—. Cuando los combatientes forman parte de la población, la lucha antiterrorista puede exacerbar el resentimiento y facilitar la radicalización y el reclutamiento.

Además, parte de la estrategia consiste en neutralizar a los combatientes para facilitar el regreso de las fuerzas de seguridad nacionales. Sin embargo, las fuerzas de seguridad son constantemente denunciadas por violaciones de los derechos humanos, agresiones sexuales o ejecuciones sumarias que acaban en la impunidad (MINUSMA, 2021), lo que contribuye a la frustración, el resentimiento, la violencia y la radicalización. La estrategia antiterrorista como respuesta militar no aborda las causas estructurales de la violencia, y no hay suficiente equilibrio con las necesidades de gobernanza y desarrollo (Adam y Moderan, 2021). En la evaluación de la operación Serval ya se valoraron las limitaciones del proceso de reconciliación, la lucha contra la impunidad y por el diálogo (Sénat-Français, 2022). El hecho de no tratar suficientemente estas dinámicas es una de las razones que motivaron la creación del destacamento especial Takuba tras la Cumbre de Pau; sin embargo, la cooperación militar sigue sin abordar las causas políticas de fondo, la gobernanza (Pérouse de Montclos, 2021) y de la seguridad humana.

En conclusión, la operación antiterrorista ha estado luchando con individuos y grupos que contaban con el apoyo de la población, lo que ha provocado la generación de resentimiento y facilitado la radicalización. Además, la estrategia de neutralizar a los grupos yihadistas de zonas concretas y facilitar la reincorporación de las fuerzas de seguridad, que tienen un largo historial de abusos contra los derechos humanos y de corrupción, dejan la situación como antes de la escalada de violencia, sin resolver las causas profundas del problema.

4.2.1. El impacto de las narrativas en la configuración de la realidad

Gran parte de la literatura analizada contiene narrativas divergentes sobre el estudio de los actores y los elementos, lo que supone una comprensión divergente de un mismo punto de análisis. La más aguda relacionada con los yihadistas es que mientras algunos identifican la perpetración en la sociedad debido a los lazos sociales con las comunidades y a la prestación de servicios esenciales (sin un juicio), otros la enmarcan como una explotación deliberada de las vulnerabilidades. Esto último refuerza el carácter maligno de los grupos, a pesar del simple hecho de que están prestando a la población los servicios que el Estado nunca ha podido prestar, lo que llevó a la aparición de dinámicas de conflicto en primer lugar. Dicho de otro modo, da soluciones a las causas profundas del conflicto. Entender este hecho como bueno o malo depende de la posición en el mundo, no de un análisis imparcial e incontestable de la realidad. Tratar de avanzar hacia este tipo de análisis e innovar en la gestión del terrorismo podría abrir puertas a la limitación de su impacto, en vez de al crecimiento y asentamiento de los grupos como parte de las realidades de gobernanza de diferentes generaciones.

5. Conclusiones: razones tras la escalada de la violencia

El análisis confirma algunos elementos erróneos en el análisis que habrían podido impactar en la definición de la estrategia y, por lo tanto, en sus resultados. Sin embargo, es importante hacer notar que se trataría de resultados no concluyentes, al no disponer por completo de la información con la que trabajaban los ejércitos, ni disponer del espacio y los recursos para poder contestar la hipótesis u observar un patrón a través del análisis de diferentes conflictos. Sí pueden extraerse algunas claves interesantes para estudiar con mayor profundidad e identificar su validez en otros casos.

A pesar de las advertencias tempranas sobre la violencia intercomunitaria en el centro y las posibles consecuencias que la focalización en el “enemigo” islamista podría tener en la resolución general del conflicto, no hubo un cambio rápido en la estrategia. Se incluyeron pocos actores en el acuerdo de paz, lo que provocó una reacción en cadena que condujo a un conflicto prolongado. Este descuido en el ámbito geográfico ha repercutido en la capacidad de expansión de los grupos islamistas que, mediante la combinación de estrategias de construcción del Estado y de coerción, están estableciendo su influencia en la región.

A pesar de identificar el estallido de la violencia a finales de 2011, la cuestión se enmarca en las deficiencias estructurales no resueltas. La base común de estas deficiencias (insurgencias, falta de control sobre el territorio, corrupción) era la gobernanza, y se remontaba a las independencias, pero se renovó con la constitución de la tercera república en 1991. Sin embargo, Mali fue identificado globalmente como una “buena democracia”. Un conocimiento más profundo de los antecedentes históricos podría haber ayudado a equilibrar los esfuerzos estratégicos.

La historia contemporánea también influye en cómo se percibe el conflicto. La guerra contra el terrorismo enmarca la comprensión actual del mundo. Antes del 11 de septiembre, el problema del islamismo no hubiera tenido la misma importancia y centralidad que hoy. La demonización de los islamistas ha provocado más tensiones, especialmente intercomunitarias, ya que cualquier persona, etnia o grupo identificado como políticamente cercano al “enemigo” se racionaliza para merecer ser neutralizado o identificado como el foco de los problemas de la comunidad. Esta misma situación permite a los grupos yihadistas actuar como proveedores de seguridad con determinadas comunidades.

Barkhane ha tenido dificultades para diferenciar a los combatientes y a los civiles, fallando algunos golpes sobre la población y ofreciendo a los islamistas múltiples razones discursivas que sostienen la frustración. Los puntos ciegos afectaron al peso que se le dio a la lucha antiterrorista y a la construcción de escenarios que hubieran ayudado a predecir la creciente dinámica de la violencia. Además, tanto los islamistas como las operaciones antiterroristas tienen la misma narrativa demonizadora sobre el otro. La simple interacción entre los yihadistas y las operaciones antiterroristas parece seguir el patrón de intensidad de los conflictos prolongados, creando así una dinámica de escalada que se autoperpetúa. Es como si se cumplieran las profecías de un tiempo a otro.

Debido a la limitación de espacio, esta investigación ha tenido que acortar la variable interviniente a la operación Barkhane exclusivamente. Esta limitación no debería reducir la validez de las observaciones, ya que, aunque hay otras cuatro operaciones militares con mandato, no infieren variables competitivas que puedan socavar nuestra tesis. Tres de ellas tenían un mandato antiterrorista, las FAMa, Takuba y la Fuerza Conjunta Sahel del G5. Sin embargo, la FAMa está técnicamente asistida por Barkhane; la Fuerza Conjunta G5 nunca se ha desplegado; y la Fuerza Operativa Takuba hereda el mandato de Barkhane, incluyendo a otro personal de la UE, y solo se solapa en el tiempo para una adecuada transferencia de competencias. Además, a pesar de que la MINUSMA no tiene un mandato antiterrorista, ha solapado su intervención con Barkhane y entra en la categoría de contingente (Karlsrud, 2015; Charbonneau, 2017). Esto refuerza la dinámica analizada, más que añadir variables en competencia que podrían socavar nuestra hipótesis.

Además, la investigación esperaba contar con las entrevistas de diez destacados expertos en Mali, responsables de la toma de decisiones y militares. Sin embargo, debido a las limitaciones de tiempo, las dificultades para establecer conexiones y los problemas de agenda, solo siete aceptaron ser entrevistados. Dos de ellos exigieron entrevistas por escrito y, finalmente, no respondieron, y el resto tampoco encontró espacio en su agenda. En consecuencia, solo se entrevistó a dos, lo que limita la capacidad de adquirir observaciones de primera mano sobre los temas tratados. Una última entrevista con un alto cargo que prefiere no ser nombrado, tras la presentación ante tribunal ofreció matices para la comprensión del proceso de pensamiento europeo, pero no detalles específicos sobre lo que nos atenía. Asimismo, a pesar de la buena predisposición inicial por parte de diferentes cargos públicos a debatir sobre la cuestión, la comunicación se vio limitada tras conocer las preguntas. Podría ser por tratarse de material sensible, o por desconocimiento de las dinámicas concretas que se debatían.

Como ya se ha mencionado, se parte de la base de que la escalada de violencia es el resultado de múltiples factores, ya que los conflictos son procesos complejos con diferentes dinámicas y causas profundas. Esta tesis solo pretende explicar el mecanismo causal de uno de estos factores que no ha sido analizado en investigaciones anteriores. A pesar de que la narrativa es un fuerte factor de escalada de la violencia, para afirmar la completa validez de la hipótesis sería necesario realizar una investigación sobre el terreno y desarrollar un enfoque multimétodo, que permitiera observar el impacto de la interacción entre los terroristas y todas las operaciones internacionales. También se necesitan métodos más precisos para correlacionar esta interacción específica con la escalada de la dinámica de la violencia.

5.1. Futuras vías de investigación

Tras concluir esta disertación, surgen múltiples cuestiones que sería interesante explorar en futuras investigaciones. En primer lugar, la cuestión maliense debería analizarse desde una perspectiva poscolonial. La contrainsurgencia tiene raíces coloniales y es la base del contraterrorismo. Además, es la antigua metrópoli, Francia, la que lidera la estrategia. En segundo lugar, la mayoría de los autores citados en este texto, que se relaciona directamente con la bibliografía disponible, son europeos blancos o estadounidenses, y en su mayoría hombres, a pesar de haber hecho un esfuerzo por incluir la perspectiva femenina. ¿En qué medida afecta esto a la comprensión del conflicto?

Cualquier persona que haya investigado un poco sobre los procesos políticos y sociales en África, y que viva en naciones occidentales, probablemente haya identificado la perspectiva sesgada y la falta de conocimiento general sobre el continente. ¿Cómo los individuos que han sido socializados con una comprensión paternalista, racista y sesgada del continente africano y su dinámica pueden tener una comprensión más precisa de las cuestiones clave que afectan a estos países, que las personas de ascendencia africana directa o los africanos? ¿Cómo afecta esto a la construcción de las narrativas? ¿Cómo afecta esto a la definición de las estrategias?

Todo ello, las razones de la escalada de violencia en Mali, las necesidades concretas de resolución de conflictos y el impacto del colonialismo y el racismo en la teoría y la práctica de las relaciones internacionales son temas se espera poder abordar en las siguientes investigaciones.

Anexos

Lista de entrevistadores

Auréline Tobie: Actualmente trabaja como consultor para el Ministerio de Asuntos Exteriores británico. Anteriormente, fue investigador principal y coordinador de actividades del proyecto SIPRI Mali Civil Society and Peacebuilding. Antes de trabajar en el SIPRI, trabajó en la delegación de la Unión Europea en Mali, como asesor político en materia de reconciliación. En este puesto, desarrolló su experiencia en la dinámica local y nacional del conflicto, y en la percepción de la comunidad de los grupos armados durante la crisis. También redactó informes políticos sobre el extremismo violento, la radicalización, el género y el vínculo entre la estabilización y la paz en Mali.

Otros cargos profesionales anteriores incluyen puestos como analista de políticas en la OCDE, trabajando en el New Deal para Estados frágiles, trabajando para el DFID como asesor de conflictos y una amplia experiencia como formador y facilitador en temas de construcción de la paz para International Alert.

Sus intereses de investigación incluyen las percepciones comunitarias del conflicto y la violencia, las respuestas al extremismo violento, el conflicto y el desarrollo sensible al género. También está especialmente interesado en la gestión de diálogos y la facilitación de procesos participativos para avanzar en el análisis y la respuesta a los conflictos.

Franklin Nossiter (Crisis Group): El International Crisis Group es una organización no gubernamental independiente y sin ánimo de lucro, comprometida con la prevención y resolución de conflictos mortales, donde Franklin Nossiter trabaja como investigador para el Sahel. Anteriormente trabajó en el Centro Carter, como becario para la resolución de conflictos.

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Notas

* * Artículo resultado de la disertación final del Máster en seguridad internacional (IBEI).

Notas de autor

** Máster in International Security (IBEI - Institut Barcelona d’Estudis Internacionals). Filiación: Puerta de África, Barcelona, España. Graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Rey Juan Carlos (2020, Madrid), y magíster en Seguridad Internacional por el Institut d’Estudis Internacionals de Barcelona (2022, Barcelona). Sus intereses investigativos son las relaciones entre la Unión Europea y África, los procesos de paz en el Sahel, con especial atención a Mali, y la innovación en mecanismos de gobernanza inclusiva. Mantiene en perspectiva las teorías decoloniales. ORCID: 0000-0001-9297-4782. Correo electrónico: vivianeogou@puertadeafrica.com


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