Artículos producto de Investigación

Plaza de mercado del norte de Tunja: aproximación a la paz territorial desde la mirada femenina*

North Tunja Market Square: an approach to territorial peace from a feminine perspective

Erika Johana Sánchez Ríos **
Universidad Santo Tomás, Colombia

Análisis Jurídico – Político

Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Colombia

ISSN: 2665-5470

ISSN-e: 2665-5489

Periodicidad: Semestral

vol. 5, núm. 9, 2023

revista.analisisjuridico@unad.edu.co

Recepción: 06 Diciembre 2022

Aprobación: 24 Enero 2023



Los autores que publican con la revista Análisis Jurídico - Político aceptan los siguientes términos: Los autores ceden los derechos patrimoniales a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia – UNAD de manera gratuita, dentro de los cuáles se incluyen: el derecho a editar, publicar, reproducir y distribuir tanto en medios impresos como digitales y otorgan a la revista Análisis Jurídico - Político el derecho de primera publicación el trabajo licenciado simultáneamente bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License la cual permite a otros compartir el trabajo con un reconocimiento de la autoría de la obra y la inicial publicación en esta revista, sin fines comerciales.

Resumen: Después de los acuerdos de paz alcanzados entre el Gobierno de Colombia y las FARC, la atención se centra en las regiones para trabajar en la paz territorial que se refleja en esta negociación, una búsqueda de sanar el conflicto de acuerdo con las necesidades de cada zona del país. Esta investigación surge de la necesidad de vislumbrar el papel de la mujer tunjana frente a la construcción de paz en el país. El objetivo es mostrar una radiografía de la representación social de paz de las mujeres en Tunja, la capital del departamento de Boyacá, una población que no posee antecedentes de conflicto armado, pero que reporta alto índice de violencia intrafamiliar. A través de la metodología de estudio de caso, se realiza un estudio de las narrativas que surgen de mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte, uno de los escenarios que más acoge el común de la sociedad tunjana y boyacense. Se investigan sus vivencias, conceptos e historias relacionadas con su vida laboral y familiar, logrando identificar cuál es la paz que buscan, los hechos que no les proporciona esa paz y los aportes que desde su contexto pueden realizar para la cultura de paz que quieren construir.

Palabras clave: cultura de paz, mujer, narrativas, paz, paz terri- torial.

Abstract: After the peace agreements formed between the Government and the FARC, the focus is now shifted towards the regions to work on: the territorial peace embodied in said negotiation; and a search for healing from the conflict in each area of the country. This research derives from the need to glimpse the role of women in Tunja towards the construction of peace in the country. It is sought to capture an x-ray of the social representation of women’s peace in Tunja, the capital city of the department of Boyacá. This population does not have a history of armed conflict but reports a high rate of domestic violence.Through the case study, a methodology is carried out to study the narratives that arise from working women from the northern market place, one of the scenarios that most commonly portray the Tunjana and Boyacense society. This study inquiry into the experiences, concepts, and stories related to their work and family life manages to identify what peace they are looking for, as well as the facts that do not provide them peace and the contributions that they can make from their context for the culture of peace they want to build.

Keywords: narratives, peace, peace culture, territorial peace, women.

1. Introducción

Con la firma del Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Estado colombiano se abrió un capítulo importante en el abordaje del posconflicto en el país, la paz territorial. Este fue un planteamiento del Acuerdo para trabajar en la consolidación de una paz estable y duradera en todas las regiones de Colombia, que tuviera en cuenta las particularidades en la realidad de cada territorio. Incluso, antes de que clausurara las negociaciones, en las campañas regionales para el periodo 2016-2019, se escuchaba a muchos candidatos con propuestas y discursos sobre la paz; mencionaban la inclusión de la mujer en ella, Boyacá no escapó de ese tipo de mensajes. Sin embargo, la idea de los políticos, que más tarde tendrían que apropiar dicho Acuerdo e involucrar a población como la mujer, era ambigua; sobre todo para una región que no había tenido presencia de ese grupo armado. Esto plantea la inquietud acerca de qué tipo de paz se busca en un poblado como Tunja, si es una ciudad que no ha sufrido la violencia como en otras zonas de Colombia; es decir, cómo se entiende la paz desde su realidad y no desde afuera.

En primer lugar, es usual que se divague sobre el rol que debe asumir la sociedad ante la búsqueda de la paz. Se cree que el trabajo recae solamente en el Gobierno y las guerrillas. Sin embargo, lo que pocas veces se menciona es que la paz empieza con la naturaleza de cada colombiano, que se construye a partir de las prácticas con el otro, y de entender la construcción de cultura de paz desde lo individual, en el día a día. De esta manera, resulta valioso conocer y plasmar cómo se vivencia la paz en una ciudad como Tunja, donde no confluyen guerrillas armadas, pero sí una población donde “la carencia de recursos económicos y la baja competitividad de economías de subsistencia constituyen un conjunto de variables de análisis sobre la aceleración de migraciones locales campo-ciudad” (POT Tunja, 1999). Por ello, se acude al escenario de la plaza de mercado, donde confluye la tradición de los pueblos con la comercialización de productos agrícolas y la población urbana, que acude a ella como práctica arraigada a la cultura boyacense, y donde la mujer juega un rol importante dentro de su acontecer diario. En este artículo se reflexiona sobre las narrativas que generan las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja en su cotidianidad, lo que nos acercan al cómo conciben la paz en su contexto y cuál es su aporte en la construcción de la paz y la cultura de paz. Son reconocidas como agentes activos de la construcción de paz desde sus experiencias.

2. Metodología

Se utiliza una metodología cualitativa con un enfoque epistemológico hermenéutico-interpretativo, que incluye un diseño de análisis de narrativas a través del estudio de caso y técnicas como: encuentros exploratorios, observación participante, entrevistas semi-estructuradas, diarios de campo, fotografía e historias de vida. El escenario objeto de estudio en esta investigación es la plaza de mercado por orientación de la Casa de la Mujer que direcciona la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, lugar que brinda apoyo a las víctimas de algún tipo de violencia basada en género1 en la ciudad de Tunja. Esto, teniendo en cuenta que, con respecto a la violencia en la capital boyacense, las cifras de maltrato intrafamiliar son las que más preocupan a las instituciones2.

Al hacer acercamiento a la plaza de mercado del norte de Tunja se logra contacto con 15 trabajadoras del lugar, con quienes se realizan los encuentros exploratorios para conocer su percepción sobre los conceptos de paz y cultura de paz. Esto, teniendo en cuenta que es una de las técnicas conocidas en el diseño de una investigación estudio de caso y útil para conocer opiniones, conceptos y descripciones sobre un asunto específico en la comunidad estudiada.

Posteriormente, se llevó a cabo la observación participante en la cual la investigadora interactuó con las trabajadoras desde su contexto laboral; se conoció mejor la realidad de las relaciones entre compañeras, su pensamiento y comportamiento cotidiano. Asimismo, hubo acercamiento a los clientes que visitan el lugar y las percepciones que ellos guardan de las trabajadoras de este escenario sociocultural. Luego de conocer a las trabajadoras se dio paso a las entrevistas, una técnica esencial en la recolección de narrativas que aportan a la comprensión del fenómeno.

3. Resultados

3.1. Explorando el escenario

La plaza de mercado del norte se ubica en el barrio Santa Ana del municipio de Tunja, la primera impresión al llegar es un ambiente activo, los compradores recorren los puestos de mercado, que están organizados a lo largo del centro de abastos, mientras los comerciantes que ofrecen sus productos llaman la atención con frases como “a la orden sumercé, que va a llevar”, luego les nombran una lista de frutas y verduras y los posibles clientes los ven, los examinan y los negocian. Quienes frecuentan esta plaza lo hacen porque viven cerca de la zona o porque ven más organizado este centro de abastos que la mayorista del sur. Una de las usuarias que espera taxi en medio de un día lluvioso comenta que compra con frecuencia, cada 8 o 15 días, y que no cambia esta plaza por otra porque siente mayor seguridad; además, ya es clienta fija de una de las vendedoras, quien le permite escoger los productos de acuerdo con la cantidad o el precio que le sea más cómodo.

Otra de las razones por las que los clientes manifiestan visitar la plaza es porque encuentran una amplia oferta que no consiguen en los supermercados, menos en los almacenes de cadena, donde en lugar de recibir la ñapa cuando hace sus compras, les cobran el IVA. Sienten que comprar en las plazas es comprar a los campesinos, apoyar el agro colombiano mientras cuidan el bolsillo. La jornada más provechosa es la de la mañana, el mercado empieza alrededor de las seis; las horas fuertes, cuando se ve mayor número de gente mercando, es de 8:00 a 11:00 a. m. Las mujeres van con sus hijos o nietos a trabajar, los niños más grandes se unen a la labor ofreciendo y vendiendo en el puesto o por los distintos pasillos de la plaza; los bebés se cuidan cerca, normalmente descansan en guacales acondicionados como cunas con cobijas y almohada.

Hay tiempo para todo, para desgranar, picar y empacar en bolsas las verduras, una presentación que muchos clientes prefieren. Hablan y conciertan entre ellas el prestar productos que no poseen, pero su cliente solicita, en ocasiones discuten por una canastilla o un cliente. Así lo manifestó Nubia, la vigilante de la plaza del norte, sin embargo recalca que generalmente son amables y cordiales. De hecho, en medio de la observación se ve cuando una adulta mayor con un costal en la mano pide que le donen alimentos y ellas lo hacen.

La plaza, como territorio que evoca el campo y conjuga en la urbe, es un espacio donde se encuentra una variedad de opciones. No solo en el mercado tradicional de legumbres, hay secciones de aromáticas, huevos, cárnicos, quesos, amasijos y de preparación de comidas muy típicas como la picada de longaniza, rellena, chorizo y papa criolla, los tamales y la gallina. En la parte externa se ubica la venta de variedades de papa cosechada en área rural del altiplano cundiboyacense; allí, muchos coteros están atentos al cargue de los bultos a los autos como forma de trabajo. También se ven vendedores y vendedoras ambulantes ofreciendo delantales, toallas, esponjillas y varios artículos del hogar. Igualmente, son visibles las vendedoras de tintos y aromáticas, que recorren al interior y fuera la plaza de mercado. Cada quien está en el afán de su labor y de vender todos sus productos, no prestan mucha atención a quien no sea el cliente, se respeta la dinámica de ganarse el cliente que se acerca; si este no se convence se deja ir sin presionarlo u ofender a la competencia. Sin embargo, en ocasiones se molestan entre ellas por ‘actos abusivos’ entre vecinas, como lo dijo la vigilante por temas como las canastillas.

La jornada termina hacia las 6 de la tarde, así que para entablar dialogo con ellas es más recomendable cuando concluyen su trabajo mientras levantan los puestos de mercado. En el acercamiento se evi- denció que la mayoría de las mujeres son desconfiadas, de carácter recio y no aceptan tomarse fotos con facilidad, se justifican en frases como “no me puedo boletiar”, dan la impresión de temer algo, pero no lo manifiestan y se niegan a participar en el estudio. Solo unas pocas son abiertas y dejan tomarse una fotografía, participar en los encuentros exploratorios, la entrevista o simplemente acompañarlas durante la jornada, aun así, las que acceden y participan en la investigación son amables, a veces algo tímidas.

Es común el consumo de licor, sobre todo en los hombres, como una forma de celebrar un buen negocio o simplemente para dar termino a una jornada laboral. En la observación se da cuenta de un par de hombres que salen de uno de los locales de la plaza y pasan caminando de lado a lado y con la cabeza hacia el suelo. De hecho, surgió el comentario de un par de mujeres, que algunos de sus vecinos se habían peleado a golpes, situación que generaba miedo no solo en ellas sino en los clientes, y que esos casos están normalmente mediados por tragos. En cuanto a las representaciones sociales de paz y cultura de paz que se indagaron directamente con las mujeres como actoras de la investigación, se resaltó notoriamente la violencia intrafamiliar como factor de preocupación y el deseo que esos problemas de casa se resuelvan para tranquilidad.

3.2. De las representaciones sociales al concepto teórico

Cuando se habla de paz hay tres vertientes que median en la noción de este concepto. El primero está relacionado con la paz negativa de la que habla Johan Galtung, un concepto al que las mujeres hacen alusión cuando abogan por mayor seguridad en la región, con la disminución de atracos; a nivel nacional, con la dejación real y comprobada de las armas por parte de la guerrilla de la FARC, con el fin de dejar los secuestros, los asesinatos y las extorsiones. “En este sentido negativo, la paz vendría definida por la ausencia de violencia sistemática, organizada y directa” (Harto De Vera, 2016, p. 130). En segunda instancia, surgen narrativas alrededor de la paz positiva, propuesta también por Galtung, la cual:

[…] se caracterizaría por la ausencia de violencia tanto directa como estructural o indirecta. El estado de paz vendría a coincidir con una situación de justicia en la que las relaciones intergrupales son de tipo cooperativo, y se encuentran vigentes en su plenitud los derechos humanos. (Harto De Vera, 2016, p. 129)

Esta complementa la primera noción, según las narrativas de las mujeres trabajadoras, y se argumenta en afirmaciones como “que no haya guerra, que no haya corrupción, ni robos, ni secuestros. Que el Gobierno sea justo, que no exprima al pueblo con tanto impuesto. Que haya trabajo” (M. Acevedo, comunicación personal, 2017). Aquí lo esencial no es únicamente la eliminación de la violencia alzada en armas sino desde una reformulación estructural: el trabajo y la justicia. “Que todo sea justo, que el Gobierno sea honesto” (I. Pineda, comunicación personal, 2017 ), la paz positiva de la que habla implica dejar las armas y propone una experiencia de justicia social. Aunque ella es consciente de que la primera no la ha tocado directamente, se siente afectada al vivir en un país donde diariamente se vive el conflicto que deja secuelas en su región, como el costo de vida reflejado; por ejemplo, en el aumento de productos alimenticios que vienen de zonas de conflicto armado.

En este orden, la sensación de las mujeres que laboran en esta plaza, al tocar el tema del proceso de paz con la FARC es de mucho escepticismo frente al trabajo de los negociadores “es una farsa, algo que ellos se inventan” (A. Sandoval, comunicación personal, 2017). Se evidencia que no saben a ciencia cierta qué puntos fueron los que se negociaron y a qué acuerdos se llegaron. La única información que reciben al respecto, aseguran, es por medio de los noticieros nacionales, aunque dicen “casi no escucho noticias, no queda tiempo” (G. Ríos, comunicación personal, 2017). Solo comentan cuestiones como “la entrega de las armas la van a hacer en zonas especiales, pero no hay quien lo asegure” (I. Pineda, comunicación personal, 2017). Cuando se indaga sobre la paz territorial que se planteó como punto estratégico a trabajar con el posconflicto, en general no responden y quien se aventura a comentar sobre el tema afirma que “tal vez sea devolverles la tierra a los campesinos” (M. Acevedo, comunicación personal, 2017).

Para la mayoría de las trabajadoras de esta plaza —aquí viene la tercera interpretación del concepto— la paz obedece a un tema de convivencia y tranquilidad, algo muy cercano a la apuesta teórica de Vicenç Fisas. Consideran que la paz es vivir en armonía, tranqui- lidad, sin ofender a nadie, “todos vivir en unión, tener buenas relaciones con los vecinos y la gente en general” (N. Najar, comunicación personal, 2017) el vivir en paz se convierte en una experiencia con quienes vive y comparte cotidianamente en su trabajo, con sus clientes; el mantener un buen trato con las personas de su alrededor, es una especie de paz interior, se define por un ambiente de armonía y bienestar que trabaja en doble vía interior-exterior. “Vivir tranquila, sin límites, la tranquilidad del alma” (A. Sandoval, comunicación personal, 2017), si se concibe desde la experiencia de paz interior es inherente que esta venga ligada a una reconciliación con el otro, al bienestar, la armonía, la tolerancia, la unión y la libertad que se consigue de la relación humana, un aporte que desde la paz personal se da a la colectiva, esta paz tiene una incidencia a escala, se va transmitiendo.

También se relaciona con el ofrecer respeto hacia los demás, vivir en unidad y con muestras de solidaridad, es básicamente “el respeto a la gente” (C. Aguilar, comunicación personal, 2017) y para el territorio en el que se desenvuelve, la plaza de mercado, el respeto traduce la comprensión ante las diferencias. Tal vez esto sea una falencia a la que aboga por que ve la necesidad de una mejor convivencia. Sienten que de la energía que reciba en una jornada laboral dependerá el ambiente en casa, y viceversa, así el respeto resulta un aporte que desde lo individual contribuye a la paz territorial.

También, se resalta constantemente el hecho de llevar una vida sin problemas ni peleas familiares “tener tranquilidad, no pelear en la familia” (G. Vargas, comunicación personal, 2017), un enfoque desde el cual concibe la paz como la tranquilidad en el hogar, más que en el mismo ambiente laboral. Como dice Francisco Muñoz, puede convertirse en una síntesis, lo que vive con su familia; o en una propuesta, lo que anhela suceda en su casa. Pero que al final se convierte en una visión de mejorar la condición humana, como lo propone Fisas, en busca de la experiencia de la paz. Lo mismo sucede en este caso “la unión, no tener problemas familiares” (B. Hernández, comunicación personal, 2017) lo asocia al núcleo familiar y la unión con quienes están a su alrededor, con quienes convive en su día a día.

En este punto se entiende otra tendencia importante para ellas, la asociada a la paz interior a la convivencia pacífica, ya que cuando se examina si estas trabajadoras creen que han vivido o viven en paz se asevera “no, por la falta de comprensión entre las compañeras” (B. Hernández, comunicación personal, 2017); “todos pelean y aunque sean ellos uno se desespera” (A. Malaver, comunicación personal, 2017); “no faltan los problemas, así sean del mismo hogar; sobrevivir y darle estabilidad a los hijos” (M. Acevedo, comunicación personal, 2017).

La paz es trascendente, la paz es dinámica y depende del contexto, en este estudio se evidencia que el ambiente del territorio, la plaza, se ve mediado por lo que sucede en el ser interior, sea positivo o negativo va a influir en las personas alrededor: clientes, compañeras y familia, con quienes deben compartir un amplio tiempo del día. Para algunas se ve influenciada por la situación socioeconómica del país, preocupaciones que se convierten en un impedimento para obtener esa tranquilidad, “el costo de la vida no deja vivir en paz” (I. Pineda, comunicación personal, 2017) responsabilidades como el arriendo, los servicios y estudio de los hijos que aumentan con periodicidad, generan presiones en las mujeres trabajadoras que terminan por expresarse con un mal trato hacia los demás.

Con respecto a la cultura de paz, las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja mostraron un panorama amplio. En general se notan dos vertientes, la primera de ellas atribuida al otro, el Gobierno, en este caso. “Que lo que promete el Gobierno, lo cumpla” (M. Acevedo, comunicación personal, 2017). Es necesario alzar la voz y exigir del Estado un cambio estructural, este es el punto que más inquieta a esta trabajadora, que la cultura de la paz sea ejemplificada jerárquicamente, no sentirse más engañada esperando a que temas de fondo mejoren para que la cultura de la paz se sienta en el ambiente cotidiano de país. “Estar informado de lo que dice el Gobierno, que sea honesto no con mentiras” (I. Pineda, comunicación personal, 2017), atribuye la cultura de la paz como una responsabilidad del Estado, para que no deje en promesas el programa de Gobierno y hace referencia a la trasparencia ante un tema como los diálogos con la guerrilla, ya que siente que hay muchos rumores y que el Gobierno le oculta información al país.

En segundo lugar, se encuentra la cultura de paz desde el yo. Un tema relacionado con el comportamiento individual como aporte a la convivencia y las buenas relaciones en su entorno. “Saberse entender, tener cultura para no tratarse a los berracasos, hacer reclamo, pero sin agredirse” (D. Pulido, comunicación personal, 2017); así, la cultura de paz se va enfocando a la definición de la Unesco que se refiere a los comportamientos y actitudes, como una práctica que hay que empezar a aprender dada la cultura de la violencia implantada desde hace años en los colombianos, y cambiar de esta manera la forma de tratar y relacionarse con los demás.

También se hallaron respuestas interesantes como “derecho que busca la no violencia y le corresponde a la comunidad” (B. Hernández, comunicación personal, 2017), donde se concibe la cultura de paz como un derecho, un valor que le corresponde; la sociedad se merece saber convivir, tener acceso a la cultura de la paz, construir un ambiente basado en valores, apropiarlos y mantenerlos dentro de la comunidad a través de la sana convivencia. Generalmente la categoría se interpreta como la forma de expresarse cada ser humano, el ser responsable de los actos, la decisión asertiva de la gente para que no haya peleas y se le transmita a las futuras generaciones para que logren vivir tranquilos, el saber entenderse con los demás, el diálogo en la familia y la otredad.

3.3. El aporte a la construcción de cultura de paz de las trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja

Las narrativas surgidas desde el aporte que las propias trabajadoras consideran que realizan como mujeres a la construcción de la paz en su trabajo y con las personas con las que conviven, también están relacionada con la tendencia anterior. “Lo que recibo del evangelio y la santa comunión, yo transmito eso en mi hogar, a mis amigas. Eso fortalece para salir adelante a pesar de las dificultades y de estar sola”. (Mc. Bernal, comunicación personal, 2017). Si bien esta mujer no ha vivido en medio del conflicto armado, sí ha tenido que pasar situaciones que la han puesto a prueba. Su exesposo la obligó a convertirse a la religión cristiana, se avergonzó de su primer hijo al nacer con discapacidad y la engañó. Tomar la decisión de separarse fue una de las más difíciles, le significó convertirse en madre cabeza de familia y velar por la supervivencia de sus hijos, así su mayor aliciente para levantarse cada mañana a luchar por su familia es la fe en ese Dios católico que le ha permitido generar un cambio en su vida y en los suyos. “Muchas mujeres de la guerrilla han sido maltratadas, la mujer merece respeto” (G. Vargas, comunicación personal, 2017), si bien comparte que la mujer es un ser humano que merece un buen trato, lo asocia al tema de la guerra. No lo identifica en su contexto y además no reconoce en sí misma eventos de violencia donde ella ha sido víctima, como el hecho en el que ella fue acosada por un hombre en su infancia, lo que le generó temor y la alejó de terminar sus estudios; además de las grandes carencias que ha tenido que vivir.

Aportamos como el 80% con esposo o sin él. Los hijos están en manos de la mamá. Como mamá y mujer tengo principios fundamentados, formo bien a mis hijos y si ellos los siguen va a haber paz. Siendo buen ser humano, correcto y paciente, como se da cuenta, trabajando con honestidad. (Sandoval, comunicación personal, 2017)

Ya sea por tradición o por empoderamiento, esta mujer lidera la educación en valores de sus hijos quizá una formación que conserva de su corto paso como estudiante de Prescolar en la Universidad de la Sabana, una carrera que tuvo que dejar al conocer que estaba embarazada. Hoy, es ejemplo de trabajo, responsabilidad y lucha. Para ella la mejor forma de aportar en la construcción de un mundo mejor es encontrando la paz en sí misma y siendo fuente de tranquilidad e inspiración para sus hijos, y con mayor compromiso desde que es separada. Ese ejemplo también lo impone en su trabajo, con sus compañeros y clientes, evidenciando así que el respeto en este, como en todos los ámbitos de la vida, es la clave para convivir en paz.

Si bien el pasado de estas mujeres y la forma de crianza definen cómo pueden comportarse y actuar con los demás (desprecio, muestra de rechazo; abandono, manifestación de desinterés; y una infancia feliz expresada en amor), todas vivieron una constante: la violencia intrafamiliar, pero también la emancipación de ella. El aporte que le han generado a esa práctica ha sido el valorar su vida y en algún momento de esta tomar el control y liderazgo de su familia; la plaza como espacio donde converge sus actividades laborales, se ha convertido en el motor de esa lucha, muchas de ellas sin estudio han logrado crecer económica y personalmente, y aunque su paz es imperfecta, si son ejemplo de resiliencia y sororidad, es su paz territorial.

4. Conclusiones

De acuerdo con la manera como se concibe la paz entre las traba- jadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja, se puede afirmar que principalmente se proyectan como la sana convivencia, la tranquilidad y la armonía, tanto a modo personal como familiar y por supuesto, que se transmita a la comunidad general, teóricamente afín a la propuesta de Vicenç Fisas y la UNESCO. También, es importante para las trabajadoras la paz como un tema de seguridad, no llegar a ser víctimas de atracos, agresiones o muertes, ya sea de parte de guerrillas organizadas o la denominada delincuencia común; semejante a lo que Johan Galtung llamó la paz negativa, pero no menos significativa la paz como justicia social, o paz positiva de este mismo autor. Esto, para hacer referencia a la equidad, las oportunidades de estudio y de trabajo para lo cual se considera fundamental combatir la corrupción para no llegar, entre otras cosas, al cobro excesivo de impuestos.

En cuanto a la cultura de paz, se concibe como una responsabilidad comunitaria en la que hay dos agentes activos: la individualidad y la asertividad que se convierten en un factor determinantes para el buen trato y el respeto para sí mismo y para los demás. Por su puesto, el compromiso del otro para saber comportarse y ser tolerante. Lo que se espera de un escenario como la plaza de mercado es que la cultura de paz sea recíproca y de acuerdo con las condiciones que plantea su espacio cotidiano, como contribución a la construcción de paz en su territorio, algo importante visto desde el planteamiento de Sergio Jaramillo al hablar de paz territorial (2014).

Ahora, la manera en que surgen estos relatos se esboza en dos dimensiones. Una, la que ellas piensan y opinan, descrito anteriormente. Dos, la que de forma subjetiva la investigadora construye con la observación participante; es decir, cómo se ve y se vive en la práctica. En este sentido, se evidencia que las mujeres de la plaza de mercado del norte de Tunja poseen un valor inherente en la construcción de cultura de paz, la resiliencia. No obstante, la tolerancia de la que se habla para conseguir la paz no siempre sale a relucir en su comportamiento dadas las formas de pensar distintas y la baja compresión frente a ellas.

A pesar de las creencias y tradiciones machistas en las que crecieron, bajo las que se argumentaron situaciones de violencia intrafamiliar, estas mujeres han tenido la fortaleza para romper las barreras que las hacían sumisas frente al maltrato de sus esposos (en especial) y enfrentar un nuevo destino junto a sus hijos como líderes de su hogar. Para las trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja la cultura de paz se construye a través del dialogo basado en el respeto, de la educación en valores que imparte el entorno familiar desde los primeros años de vida. Ellas como madres se sienten responsables de esa formación, también la eliminación de la guerra alzada en armas que evidencia que la falta de oportunidades de estudio y trabajo, acceso a una vivienda digna o a la salud perpetúan las acciones que no dejan avanzar la intención personal de la construcción de esa paz, que ellas definen como tranquilidad y libertad para ser y hacer propendiendo por su superación, integridad y supervivencia junto a su familia.

Sin embargo, la plaza de mercado ha sido una fuente de vida. Este territorio ha dado sentido al resurgimiento de estas mujeres. A través del trabajo que les ofrece han vuelto la confianza a sí mismas y han logrado encontrar una red de apoyo por medio del contacto con mujeres que han vivido situaciones similares, se evidencia un esfuerzo desde las trabajadoras de la plaza por mantener el trato amable y respetuoso con el otro para su sana convivencia familiar y laboral, la honestidad con sus clientes y el amor por el trabajo para obtener buenos resultados y vivir satisfactoriamente.

Al preguntarles sobre la paz en el contexto nacional se remiten a los acuerdos negociados con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), asunto con el que dicen no estar de acuerdo, argumentando que es mucho el dinero que se gasta no solo en mantener a los negociadores sino al entregar un salario de más de un millón de pesos a quienes se desmovilicen, además de otorgarse curules directas a la FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) en el Congreso y que gocen de impunidad ante los delitos cometidos durante tantos años de guerra. Pero cuando se les preguntan si conocen el documento en el que se plasmaron los detalles de los acuerdos de paz firmados por las partes negociadoras, aseguran que no, y que la información que conocen es adquirida a través de los medios de comunicación.

Aun así, ellas dicen ser portadoras de valores como la comprensión, compañerismo y honestidad, siendo pacientes con los clientes y los compañeros que son difíciles de tratar, e intentando siempre mantener el ambiente familiar. Sin embargo, ante dificultades atribuyen los conflictos a la incomprensión del otro, se aduce al egoísmo y la envidia por los clientes o lo que ellas llaman la competencia desleal, dicen no poder soportar el mal genio de sus compañeras y presenciar frecuentes peleas entre quienes laboran en este lugar. Lo particular es que se reconocen las falencias en la convivencia cuando se trata del otro, pero es difícil que ellas lo reconozcan en sí mismas.

De otro lado, cuando se observa y se escucha lo que sucede con las trabajadoras dentro de la plaza, las narrativas que surgen están asociadas a primera vista con un ambiente tranquilo conformado por diferentes tipos de negocios además del mercado tradicional de las frutas, verduras y legumbres por espacios asignados a los puestos de venta de tamales, gallina, arepas, queso, longaniza, carnes, hierbas aromáticas, granos, huevos y bolsas de mercar en la parte interior; y el mercado de la papa, principalmente, en la zona exterior. Ese ambiente de tranquilidad lo perciben los clientes.

Se evidencia la presencia predominante de mujeres al frente de los puestos de mercado, mujeres mayores con gran liderazgo y propiedad al momento de negociar y ofrecer sus productos. Muchas de ellas llevan niños pequeños al trabajo y los dejan dormir entre los guacales que más tarde empacan el mercado que no venden, o los cargan en sus brazos mientras laboran. Los niños más grandes aprenden el oficio con facilidad y se desenvuelven como comerciantes hábilmente. El hecho que los niños aprendan a laborar no significaría un problema a menos que en medio de ello se hereden prácticas de los hombres adultos como el de consumir bebidas alcohólicas luego de culminar jornada o al cerrar un negocio, pues el consumo de alcohol se notó como uno de los detonantes de la violencia intrafamiliar.

Al intentar un primer acercamiento a estas trabajadoras se ve un aspecto serio y distante de parte de ellas, semblante que va cambiando con el paso del tiempo, hasta lograr en algunas una respuesta más amable. En general, en las horas álgidas de trabajo se ve mucho movimiento, se prestan mercado unas a otras y al mismo tiempo se notan discusiones por tomar abusivamente alguna canastilla que no le corresponde. También se percibe actos solidarios al ofrecer o donar productos de su mercado a una mujer en visible condición de pobreza.

Un hecho singular es la repetida actitud de rehusarse a ser fotografiadas, la conclusión a la que se puede llegar frente a este tema es la desconfianza. Temen que esa fotografía en la que pueden quedar llegue a hacerse pública, y como algunas de ellas explicaban, en un mercado como éste hay muchas deudoras de gota a gota u otras similares, por lo que prefieren no exponerse.

Al averiguar el punto de vista del comprador los relatos ajustan en que la plaza de mercado del norte de Tunja es la mejor de la ciudad, a dónde llegan los mejores productos y que el nivel de seguridad es bueno. Normalmente las vendedoras se hacen a sus clientes y eso les garantiza un mínimo de ventas los días de mercado, es decir, los fines de semana. Si bien la asistencia de compradores a la plaza norte es concurrida, se anota que la presencia cada vez más competida de supermercados de cadena ha bajado las ventas y la popularidad de la plaza; situación que les preocupa porque además de perder clientes, la renta del puesto que ocupan dentro de la plaza normalmente sube, el establecimiento no posee electricidad y deben partir temprano a casa.

Muchas de estas mujeres vienen de diferentes municipios del departamento y han tenido que pasar duros momentos desde su infancia, muchos de ellos marcados por la pobreza, la violencia intrafamiliar, falta de acceso a educación y oportunidades, así que eso puede explicar el carácter fuerte que las caracteriza, han tenido que aprender a sobrevivir a las circunstancias; muchas son madres cabeza de familia, de este oficio depende su sustento y el futuro de sus hijos, y como en todo hay días buenos y hay días malos laboral y familiarmente hablando, lo que compromete mucho su aporte a la convivencia que se de en la plaza sus días de trabajo.

Bien se puede referir a que viven una paz territorial imperfecta, aunque deseen una paz positiva, ya que a nivel general sus acciones se quedan cortas ante la desaparición de los conflictos y aprenden a convivir con ellos a través de códigos y consensos hechos a la medida de lo posible propendiendo por su idea de la paz. No obstante, su aporte a la construcción de paz está más enfocado al área familiar (armonía), que define el humor con el que enfrente el contexto laboral que normalmente esta mediado por situaciones que no son de su control, pero les beneficia, como el hecho de conservar los clientes, garantizar su supervivencia.

Referencias

Fisas, V. (2006). Cultura de paz y gestión de conflictos. Unesco.

Galtung, J. (1985). Sobre la paz. Fontarama.

Harto de Vera, F. (2016). La construcción del concepto de paz: Paz negativa, paz positiva y paz imperfecta. Cuadernos de estrategia, 183, 119-146. https://bit.ly/2MvtmT2

Jaramillo, S. (2014). La paz territorial. En O. d. República (ed.), Conferencia en Harvard del comisionado de paz. Massachusetts: Presidencia de la República.

Muñoz, F (2001). La paz imperfecta. Universidad de Granada. https://bit.ly/2ZuvJRF

Muñoz, F. A. M. (2004). Manual de paz y conflictos. Universidad de Granada. https://bit.ly/40tPeVg

Ortiz, A. (2015). Enfoques y métodos de investigación en la ciencias sociales y humanas. Ediciones de la U.

Población y territorio. (1999). Plan de Ordenamiento Territorial de Tunja. Dimensión social. https://bit.ly/32inuF7

Notas

* Trabajo de investigación realizado en el marco de la Maestría en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social de la Universidad Santo Tomás (USTA).
1 Acción u omisión que le cause daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico patrimonial, por su condición de mujer (Enrédate con las mujeres de Tunja, en busca de mis derechos).
2 Según la Secretaría de la Mujer, Equidad de Género y Desarrollo Social de Tunja (2019), las comisarías de familia reportaron haber atendido por violencia intrafamiliar 27 864 usuarios en el año 2016, 27 267 en el año 2017 y 18 891 usuarios en el 2018. Adicional a esto la tasa de violencia de pareja del municipio es de 407.08 por cada 100 000 habitantes.

Notas de autor

** Magíster en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social por la Universidad Santo Tomás. Joven investigadora de Colciencias en 2014. Tunja, Boyacá. Correo electrónico: erjosari@hotmail.com, ORCID: https://orcid.org/0009-0001-5160-482X
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R